DIARIO DEL MUNDIAL

Miedo y furia de 'las rojas' cambiadas

Vicente del Bosque pugna hoy contra la sombra de Luis Aragonés, contra el cansancio y contra el viejo maleficio de la fatalidad.

Dicen, los que saben o los que han estado allí, que los seleccionadores son quienes más sufren en la Copa del Mundo. La lista de nombres y de peripecias así lo confirma: Kubala, Santamaría, Vicente Miera, Luis Suárez, Javier Clemente, Camacho? Si las cosas no salen bien, el entrenador se convierte en la manzana de Guillermo Tell, en el enemigo en casa, en el objeto ideal del pim pum pam fuego de todos los dardos cruzados. La selección, más que Hacienda incluso, somos todos. El bueno siempre es el que gana los títulos: Marcelo Lippi, por ejemplo, ha pasado de la gloria de 2006 a la irrefrenable caída de 2010 y hoy es un malo malísimo, y alguien a quien se le ha olvidado el oficio del gol.


Según esta premisa, Vicente del Bosque está haciendo grande, gigantesco, oceánico, a Luis Aragonés. Y no solo eso: si él fue durante años el hombre tranquilo del fútbol español, ahora es el centro convulso, estremecido de ira y perplejidad, de todas las miradas; son muchos, muchísimos, los que ya piensan que no domina la ciencia del fútbol, que él no tiene una estética ni una idea para gobernar a 'La Roja', ni la inteligencia precisa para extirpar el genio de los jugadores.


Del Bosque lucha contra los elementos -un mal resultado de entrada, el bajón físico, varios futbolistas lejos de su forma ideal, el manierismo ostensible y la falta de determinación, los vacíos de poder en el centro del campo, la desubicación de Xavi, a quien no le encuentra el sitio idóneo ni las habilidades de su bota?- y además lucha contra la sombra de Luis Aragonés, que reaparece con sus frasecitas más o menos ingeniosas, que son amplificadas en el viento y adquieren un carácter apocalíptico, un dramatismo inusitado, el valor de una confrontación subterránea. España contra España: la España del éxito insólito contra la España impaciente.


La responsabilidad y el miedo

Vicente del Bosque acusa ese golpe, aunque lo niegue, y acusa que el equipo no brille como se esperaba, que ofrezca aristas e imperfecciones, que sea otro sin dejar de ser el mismo. Ya se comenta que hay mal clima en la concentración, que los jugadores no se reconocen, que la selección ha dejado de ser una piña. El nacionalismo del fútbol se alimenta de rumores e insidias, y pocos recuerdan que en la Eurocopa pasada España no siempre obtuvo el notable alto o la matrícula de honor en su poética del pase medido y veloz.


Y puestos a buscar, ya que Víctor Valdés no ha dado que hablar ni se ha conjurado contra Casillas, hasta se ha fijado el foco en una historia de amor que desestabiliza al equipo: la hermosa periodista que fisgonea en los territorios del capitán, portero y también amante. Eso es un detalle menor, insignificante, y a la vez es bastante inoportuno: acaso ni ella debiera haber aceptado esa misión ni la cadena habérsela propuesto, pero tampoco merece más comentarios. Es así, y punto. Osvaldo Soriano o Mario Benedetti habrían hecho una hermosa historia de amor y fútbol con la anécdota.


El estado de ánimo de Vicente del Bosque es importante. Él, más que nadie, es consciente de que el destino del equipo pende de un hilo. Ahora padece un exceso de responsabilidad, y ha descubierto el miedo. No al rival exactamente, sino a la fragilidad de su propio grupo, al azar, a la impotencia. Chile no es un equipo menor, pero quizá también lo hemos ensalzado hasta convertirlo en un gigante y no sé si en un aspirante. España y Chile son 'las rojas' cambiadas.


Chile contra el corazón

Chile ha hecho lo que tenía que hacer: ganar los dos partidos. Lo hizo con mucho afán, con un buen juego de equipo, con una gran capacidad de brega y un meticuloso posicionamiento, pero en ambos partidos ha ganado por la mínima. Y ha sufrido. La selección chilena es buena, pero no invencible. En el pavor (el respeto inicial ha pasado a ser temor y presagio) que suscita se registra otro detalle: el carácter de Marcelo Bielsa, un tipo excéntrico, extraño, desconcertante, un obseso del fútbol que hace de su condición de estudioso otra arma secreta.


Del Bosque se embolica. O solo será una impresión. Pero va a cambiar poco: recupera a Iniesta, sigue confiando en Torres y Villa, apuesta por el marcaje más preciso y a contrapié, por la izquierda, de Arbeloa? El fútbol es ese deporte que tiene, al menos, un seleccionador perfecto en cada casa. Del Bosque es el mejor seleccionador español que existe. Es el que hay. Y también puede ser el peor, el peor de todos los tiempos -y que me perdone Javier Clemente- si hoy España no gana en Pretoria.