REAL ZARAGOZA

Mayoría silenciosa

Habló La Romareda en una tarde de sentimientos. Durante el partido, la mayor parte de la afición adoptó una postura callada y expectante. Al final, el equipo y los técnicos fueron ovacionados. Solo los fondos, con los grupos más jóvenes, activos y expresivos, mostraron pancartas y emitieron mensajes críticos al club.

Una de las diversas pancartas que el Ligallo Fondo Norte mostró durante el partido.
Mayoría silenciosa
TONI GALáN/A PHOTO AGENCY

Habló La Romareda en la despedida de la temporada. En una tarde de muchos significados, pasase lo que pasase entre la muchedumbre blanquilla, predominó la actitud expectante sobre la reivindicativa. Nada que ver con la fractura social que se manifestó en diciembre el día del Athletic de Bilbao, aquella beligerante fecha en la que Marcelino García Toral acabó despedido en contra de la voluntad popular y que significó el inicio del fin de Eduardo Bandrés como presidente y de los consejeros del anterior Consejo de Administración, que acabarían dimitiendo irrevocablemente pocos días después.La salvación de la categoría ha generado un efecto balsámico en las iras de la mayoría del público zaragocista. Si ayer el Real Zaragoza se hubiera despeñado a Segunda División, tal y como se temió durante muchos meses y hasta hace apenas una quincena, La Romareda habría sido de nuevo un volcán en erupción imposible de sofocar por el agapitismo. Pero la satisfacción de la permanencia, el enorme respiro que ha experimentado todo el zaragocismo al saber que va a continuar siendo equipo de Primera un año más, ha atenuado notablemente el pronto de la afición.

El resumen de lo vivido ayer en el estadio municipal es de una sencillez de explicación máxima.

De los 20.000 espectadores que se dieron cita aproximadamente en las gradas, 19.000 adoptaron una postura callada durante el partido. Expectante, a la espera de acontecimientos. Sin la sangre encendida. Solo el millar restante (sirva la cifra como dato aproximativo) acudió al campo con intenciones reivindicativas. Fueron los miembros jóvenes y activos de los fondos, los habituales generadores de ánimos, cánticos y apoyos perennes hasta en tiempos de depresión. En el fondo norte, los Ligallo emitieron los lemas más duros contra Agapito y su séquito. En el fondo sur, los componentes del Colectivo 1932 iniciaron el partido inusualmente sentados. Fueron 15 minutos atípicos en ellos, paralizados voluntariamente para que todo el mundo notase su pasotismo intencionado. Y también dedicaron un par de pancartas de grandes dimensiones con dos eslóganes de crítica admonitoria.

En el fondo norte, principalmente durante la primera parte, los Ligallo no pararon de lanzar al aire tonadillas y estrofas con dedicatoria especial para Agapito, Herrera (Pedro) y, globalmente, para toda la directiva. Este sector de la afición hizo un alarde supremo de creatividad al ir desplegando poco a poco hasta siete pancartas diferentes en las que se recogían sus solicitudes más drásticas a los dirigentes y responsables de la actual SAD.

Este dibujo de situación tuvo una leve variación a la conclusión del partido. A los 19.000 de la mayoría silenciosa, se unieron los mil activistas de detrás de ambas porterías para aplaudir al equipo. A los jugadores y al cuerpo técnico que han hecho realidad la permanencia en una segunda vuelta de alta nota y tremenda solvencia en los momentos más delicados.

La mayor parte de los futbolistas (no todos) también devolvieron las palmas a la gente. Y, por iniciativa del segundo entrenador, el mítico Nayim, acabaron yéndose hacia el fondo sur para hacer un aparte con el Colectivo 1932. Para entonces, los vomitorios de La Romareda ya se habían tragado a más de la mitad de los del silencio monástico que, seguro, se marcharon a casa cansados de un año caótico e histérico con ansias de ver qué se le ocurre a Agapito en los días venideros.

Cien mensajes orales y escritos

El adiós de la temporada, como se preveía, dejó para la posteridad un mosaico de mensajes variopintos que Agapito debería tener en cuenta en las próximas horas para no equivocarse demasiado en sus decisiones.

El Colectivo 1932 arrancó el duelo con una doble pancarta contundente: "Aprender de los errores... deber de los gestores", decía. Enfrente, el Ligallo empezó su despliegue, mucho más ácido y personalizado: "Políticos 'rojillos', especuladores. El Real Zaragoza no es capricho de nadie", rezaba su primera andanada.

Entre gritos de "directiva dimisión" y las clásicas cantinelas mostrando el hartazgo de los fieles, el fondo norte sacó su segundo lema: "Por una mala planificación, directiva dimisión". De seguido, mientras el grito era "Agapito vete a Soria", salió el cartelón con la inscripción "Agapito vete ya", al que siguió otro donde se leía "Dos años sin escudo, ¿habéis vendido muchas camisetas?".

No paró ahí la serie. Mientras caían los goles zaragocistas hasta llegar al 3-0, en el mismo fondo de los Ligallo se sentía un sonoro "Herrera eres un cáncer", justo antes de abrir otra pancarta: "De rugir en París, a maullar por España". Y en el final del repertorio, este sector de la afición enseñó a Agapito la última advertencia: "No queremos tus disculpas, queremos nuestro escudo". Varias ráfagas del clásico "Fuera, fuera, fuera, fuera...", coroladas con el encendido de una bengala roja que atrajo a la policía a la zona, significaron el amaine del temporal oral y escrito del Ligallo.

En la zona sur, el Colectivo sacó tras el descanso su segundo aviso. "Nuestra ilusión depende de una buena planificación", se leyó hasta el final de la noche en toda la pared del viejo 'Gol Sentado' mientras, arriba, los animosos inquilinos de ese sector agradecían el esfuerzo de los jugadores: "Gracias, muchados".

Se supone que alguien tomaría nota de tan claros y persistentes sentimientos. No son cosa baladí.