42 kilómetros contra el viento y con el corazón

Una corredora aficionada cuenta cómo vivió desde dentro la maratón de Zaragoza.

Corriendo por el Parque Grande, kilómetro 20 de la maratón.
Corriendo por el Parque Grande, kilómetro 20 de la maratón.
Rosa Balaguer

¿Tiene sentido correr 42 kilómetros una mañana fría y ventosa de domingo? Si lo pienso con la cabeza, no lo tiene. Pero una maratón se corre con el corazón. Así que la mañana del domingo 2 de abril salgo de casa aún de noche preparada para correr la maratón de Zaragoza. Es la segunda en mi corta carrera de corredora aficionada (la primera fue hace año y medio en Castellón) y la primera en casa. Llevo mensajes de ánimo pintados en el brazo ("No te rindas nunca mamá", "Eres la mejor mamá", "Tú puedes", "Corre, Flor, corre") y cuatro geles en el bolsillo de las mallas. Quedamos un grupo de amigos jabatos en Tenerías. Compartimos abrazos y nervios, y nos dirigimos a la plaza del Pilar.

Salida Plaza del Pilar 8.00

La maratón empieza mucho antes de que den el pistoletazo de salida. Empieza los días anteriores, con dieta de pasta y arroz. En el último entrenamiento del viernes hablando con Luisa ("que sí, que puedes bajar de 3.30"). Cuando llegué a la meta en Castellón. Cuando me apunté a atletismo en la Granja hace tres años y medio con mis hijas. Cuando vi pasar la maratón de Zaragoza en 2013 y yo entonces solo corría 4 kilómetros. Atenta, Paula, que empiezas. 3, 2, 1, ya.

Km 5. Expo

Los primeros kilómetros pasan casi sin enterarme, por Echegaray, la Almozara y la Expo. Había pensado seguir al globo de 3.30 (nota para no corredores: en las carreras hay liebres que marcan un ritmo constante y llevan un globo con el tiempo que harán en meta). Pero me veo bien y decido marcharme sola por delante. Luego veré que es mejor correr en grupo para protegerme del viento y para no desgastarme tanto.

Km 10. Paseo de Echegaray

La carrera es larga y la parto mentalmente en bloques de 5, así me parece que se me pasa más rápido. En la ribera, en torno al puente de Hierro, hay mucha gente animando. Cuando corres se agradecen mucho los ánimos. A las chicas, como somos pocas, nos animan mucho más. Poco antes del 10 me tomo mi primer gel. Después subimos por San Vicente de Paúl hacia San José. Queda mucho.

Km 15. Avenida de San José

Vamos por San José, Tenor Fleta, Cuéllar, rumbo al Parque Grande. Oigo a los corredores a mi lado que marcan los tiempos ("vamos a 4.40, a 4.50, aflojad ahora que pica"). Los corredores populares también pensamos en los tiempos. Cada corredor lleva un tiempo en la cabeza, para el que ha entrenado, el que cree que puede hacer. A mí me gusta correr sin reloj para no agobiarme, pero también llevo los tiempos en la cabeza.

Km 20. Parque Grande

Aquí me da el subidón, me veo muy bien, adelanto a gente, veo a Rosa animando y haciendo fotos (Rosa es maratoniana veterana, que escribió un texto maravilloso antes de su primera maratón: Carta abierta de una madre futura maratoniana a sus hijos). En las idas y vueltas por el parque busco con la mirada a mis amigos y conocidos que están corriendo: a Marisa y Sergio, Dani, Fran, Yoli, Mariajo, mi vecino. Admiro a cualquiera que se calce unas zapatillas, desde Paula Radcliffe a Luisa Larraga (que nos entrena en la Granja), a la liebre que ganó por sorpresa la maratón de Barcelona, a mis compañeras del HERALDO  que han empezado a correr ahora, o a mi amiga Marisa Cebollada, que corrió el domingo su primera maratón.

Km 25. Paseo Reyes de Aragón

Ya estamos en la segunda parte de la carrera, ya pesan los kilómetros pero voy bien. Sigo sumando de 5 en 5, quiero llegar al 30, que marca una barrera simbólica. Cuesta abajo en Cuéllar se corre muy bien. En el 28 me tomo mi tercer gel.

Km 30. Avenida de San José

A partir del 30 no me doy con el famoso muro, pero me noto más lenta. Me pregunto eso del principio de ¿qué sentido tiene correr una maratón? El tramo del Tercer Cinturón es el más frío y feo de la carrera. Desde el parque voy con un corredor de camiseta naranja, no hablamos, no tenemos muchas fuerzas, pero sentimos que estamos pasando por lo mismo. Adelantamos a algunos y nos adelantan otros, y nosotros seguimos juntos al mismo ritmo. Pienso que cuando lleguemos a meta le preguntaré su nombre, cuánto tiempo lleva corriendo, si ha corrido más maratones, qué siente, si ha venido su familia a animarle.

Km 35. Puente de las Fuentes

Es el tramo más duro de la carrera: cuesta arriba y contra el viento. Me molesta un poco la rodilla derecha, pero sé que no es nada. Es agotamiento. Me tomo el último gel (éste con cafeína) y tiro del corazón. Sé que en torno al 38-39, por el puente de Hierro y el de Piedra, me esperarán Chema y las chicas, mis padres, mi hermana, mis sobrinos y pensar en ellos me da fuerzas. Quiero llegar bien. Quiero que me vean bien. Corremos por nosotros y corremos por los demás. ¿Cómo irá Marisa?

Km 40 Paseo de Echegaray

Ya casi estoy. Ya corro con el viento a favor. Solo me queda subir por San Vicente de Paúl (qué dura se hace esta calle para los corredores), y callejear por Don Jaime, Espoz y Mina, Alfonso I. Tengo un nudo en la garganta.

Meta. Plaza del Pilar

Ojalá pudiera detener esos últimos metros en la plaza del Pilar, cuando todo el mundo te aplaude, cuando entras flotando, sin acordarte del cansancio, como si no llevaras 42 kilómetros corriendo. 3 horas, 28 minutos y 1 segundo después cruzo la meta (un minuto menos según el tiempo real). Busco a mi familia, a mis amigos. Tras la meta de una maratón hay muchos abrazos y lágrimas y calambres y piernas doloridas. Luego subo al podio de veteranas con mis hijas. Los aplausos me dan pudor pero siento un punto de orgullo. "Mañana chulearé en el cole, Mamá".

Una semana después, ya no me duelen las piernas, ya se me han borrado los tatuajes del brazo con rotulador indeleble, sigo emocionada, tengo más sueño, y más sueños, ya estoy pensando en la siguiente carrera (será una de montaña). Aún hay sentimientos que no puedo explicar con palabras.

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