SELECCIÓN ESPAÑOLA

Marcelino, cuéntame otra vez

Marcelino Martínez Cao, mito zaragocista y de la selección, rememora el camino hasta el único jirón de gloria, la Eurocopa de 1964.

Cada cuatro años se celebra la Eurocopa, y cada cuatro años España rescata del arcón a uno de sus mitos futbolísticos más sagrados. Marcelino Martínez Cao (Ares, 1940) retoma su traje de superhéroe para repetir una y mil veces la fábula más hermosa de la selección. Aquella epopeya que habla de un gigante negro caído, una araña hipnotizada por un testarazo rotundo y travieso.


Aquel mes de junio de 1964 el Dúo Dinámico monopolizaba los guateques, y Franco ansiaba la gloria deportiva. Migajas ante la apuesta de Marcelino, ese portento físico desatado con una ambición oceánica. El delantero apuntó a tres dianas en apenas 15 días: la Copa del Generalísimo y la Copa de Ferias con el Real Zaragoza, y la Eurocopa con España. Atinó en las tres.


"Yo le doy poca importancia. Son recuerdos que están ahí pero en los que no me recreo. La gente me pregunta por ellos. Me conformo con vivir con ello", comenta desde su retiro en su localidad natal de Ares. Allí, en cada grano de arena de la playa, se encierra el secreto sumarísimo y seminal de este prodigio del que gozó la afición zaragocista durante una década. "La playa fue una escuela para mí. Jugaba durante horas contra chavales mayores que yo, que me sacaban una cabeza. Pero les miraba de tú a tú y les ganaba. El gol de la final de la Eurocopa lo repetí muchas veces en la playa de Ares. Desde niño caí en la cuenta de mi habilidad para colocar el balón donde quería", rememora.


De la playa pasó al Seminario Mayor de Santiago de Compostela, fruto de su vocación. La pelota pudo más que el catecismo. Se perdió a un temperamental sacerdote y se obtuvo un fenomenal ariete, uno de esos a los que puede adosarse la etiqueta 'de época'. "Iba con la sotana a todos lados. Apenas tenía doce años. Practicábamos mucho deporte, especialmente fútbol. Incluso teníamos una especie de selección de seminaristas. Allí acabé de darme cuenta de cuál sería mi futuro. Y no estaba en la Iglesia, sino en los estadios".


El Ferrol fue la escala intermedia a su fichaje por el Real Zaragoza en 1958. Goleó con asiduidad en el puesto de interior y fue nombrado el mejor centrocampista de Segunda División: "Vinieron a buscarme el Real Madrid, el Barcelona y el Real Zaragoza. Muchos me llamaron loco pero me quedé con la tercera opción. Tenía ese pálpito y no lo traicioné. El tiempo me dio la razón. Fui inmensamente feliz en el Zaragoza y todavía hoy, muchos años después, la gente sigue mostrándome su cariño. Goles a cambio de cariño es un buen trato".


La eclosión de los Magníficos propició el primero y mayor ciclo de gloria del club aragonés. Y también de la selección. Imposible olvidar aquella tarde del 21 de junio de 1964 en el Santiago Bernabéu, el amuleto al que siempre se vuelve ante la carestía de laurel posterior. La alineación sagrada con dos zaragocistas y otros dos en el banquillo (Villa y Reija): Iríbar; Rivilla, Olivella, Zoco, Calleja; Fusté, Suárez; Amancio, Pereda, Marcelino y Lapetra.


El goliat soviético parecía inexpugnable. Infundía temor. Pero en el minuto 84 emergió el gallego de oro, Marcelino Sinmiedo, el huracán de Ares. Del centro amigo de Chus Pereda nació el mito. Una acción retransmitida por su autor: "El gol nació de un córner a favor de ellos y yo construí el contraataque desde atrás. Bajé a defenderlo por arriba. Envió un centro Pereda. Cuando me lancé a por el balón sabía que iba a entrar. Cuando iba a por un balón, tenía un 90 por ciento de opciones de que fuera gol. Y entró, claro que entró".


44 años después, otra selección acude a Austria y Suiza para repetir la gesta. Una misión contra la que otras muchas se despeñaron. Marcelino les entrega su confianza: "Confío en ellos. En 1964 nuestro principal secreto fue el hambre que teníamos. La calidad ya se te supone cuando estás en la selección. El hambre es la diferencia entre un buen equipo y un gran equipo. Tenemos ejemplos muy recientes, como el Barça o el Madrid".


¿Sin hambre no hay paraíso? "Claro, claro. Es un plus determinante en todos los ámbitos de la vida. En todos los ámbitos de la vida tienes que hacer las cosas con seriedad. Ante todo, seriedad". Palabra de mito.