VUELTA A LOS PIRINEOS

Los Pirineos son ciclismo

La XLI Vuelta a los Pirineos vuelve a abrazar Francia y España a través de unas cuestas inimitables. La prueba arranca hoy en suelo francés. Llegará a Aragón el sábado.

Pirineos y ciclismo. Ciclismo y Pirineos. Asociación vital, histórica. Unión que abraza estos días dos países vecinos, España y Francia, en una nueva edición de la Vuelta Ciclista a los Pirineos Aragón-Bearn-Bigorre. Nombre quizá pomposo, extenso, de necesaria repetición para el aprendizaje. Cada palabra, sin embargo, encierra una parte del ADN de esta legendaria prueba, parada obligatoria en el calendario ciclista internacional para numerosos deportistas que desean dar el salto definitivo al pedaleo profesional. Lo avalan las cifras; pidieron inscribirse medio centenar de equipos de todo el mundo para esta edición, la cuadragésimo primera. De ellos, solo veinte lograron un hueco en la ronda que se desarrolla desde hoy hasta el domingo.


La Vuelta a los Pirineos es un escaparate inmejorable, un trampolín envidiable. Por trepar las cumbres de su recorrido suspiran conjuntos de todo el mundo. Solo unos cuantos elegidos acaban encontrando sitio. No está de más recordarlo. Curtirse sobre el asfalto pirenaico permite gozar a los ciclistas de una experiencia irrepetible. Y, en carrera, la fusión del ciclismo con uno de sus escenarios más perfectos, más modélicos, provoca sensaciones únicas. Ascender el Tourmalet o el Col d'Aspin -puertos míticos que coronará la ronda francoespañola este año- constituye el mejor reclamo posible. Añadan a eso el meticuloso mimo de una organización siempre entregada en la que el Club Ciclista Ebro es eje vertebrador; y la presencia del público, que nunca escasea.


Las cuestas que desde hoy harán sufrir a unos 140 ciclistas son las que, hace apenas unas semanas, dejaron sin aliento a los Contador, Schleck... A los astros y gregarios del Tour de Francia, la ronda más importante del mundo. Se comparte con ella una parte del escenario y, quizá, futuras estrellas. A ello aspiran algunos de los jóvenes talentos que tomarán la salida esta mañana en la localidad francesa de Séméac. A unos pocos kilómetros de allí, en Lourdes, la organización ultimó ayer todos los detalles de la prueba. Casi medio siglo de experiencia y el éxito constante de cada edición acumulan un bagaje que no admite la mediocridad. Todo se hace a lo grande, dentro de las limitaciones presupuestarias.


La Vuelta a los Pirineos comienza hoy con la primera etapa en suelo francés. El territorio galo volverá a adueñarse de la de mañana, la segunda. El sábado, día de la tercera etapa, se pasará a España. Y el domingo, la cuarta y final en Zaragoza. Atrás habrá quedado un generoso puñado de kilómetros. Y, a buen seguro, un nada despreciable número de ciclistas. Las escaladas pirenaicas no se hacen más llevaderas en esta ronda. El sudor, las caras de cierta desesperación y agotamiento extremo... Esas escenas que todo aficionado al ciclismo visiona con facilidad en su retina volverán a ofrecerse al público estos días.


Atractivos únicos

El mérito de sacar adelante una prueba de magnitud como la que hoy comienza no es asunto baladí. Menos aún analizadas las actuales circunstancias económicas. La Vuelta a los Pirineos de este 2010 costará unos 210.000 euros. De ellos, cerca de 60.000 los aportan los patrocinadores -instituciones públicas y también privadas- del Club Ciclista Ebro. La ronda francoespañola cuenta con atractivos únicos, con etiquetas de lujo: el impacto turístico a ambos lados de la frontera, su carácter transnacional y, sobre todo, su incontestable historia, la que habla de ciclismo y Pirineos.


Primera etapa. La etapa que se celebra hoy no es de calentamiento. Al contrario, exigirá una buena dosis de esfuerzo. La carrera arrancará en un circuito por las calles de Séméac y finalizará en la vecina localidad de Tarbes. De un municipio francés a otro, el pelotón deberá completar 159 kilómetros de recorrido. En ellos, tres grandes obstáculos: un puerto de tercera categoría, el Osmets; y dos de segunda, el Burg y el Cieutat.


Segunda etapa. Tendrá lugar mañana y es, sin duda, la etapa más dura. La salida se ubicará en Pierrefitte y la llegada en Saint Lary Pla d'Adet. De camino, un puerto de segunda categoría, el Saint Savin; el mítico y grandioso Tourmalet (el 'fuera de categoría'); el también intimidatorio Col d'Aspin (primera categoría) para finalizar en alto, alcanzando Saint Lary, a 1.700 metros de altitud. La carrera podría quedar decidida tras esta complicada etapa.


Tercera etapa. La ronda abandonará Francia para ingresar en suelo español. La salida quedará localizada en Lannemezan y la llegada, ya en Aragón, en la localidad de Boltaña. De un punto a otro, 161 eternos kilómetros en los que la mayor dificultad estará en el Puerto de Bielsa, de primera categoría, y en el Puerto de Palo, de segunda, ambos ya en territorio español. Será el principio del fin de esta Vuelta a los Pirineos y la última etapa de pura montaña pirenaica.


Cuarta etapa. La etapa que cerrará la cuadragésimo primera edición de esta prueba arrancará en Huesca. Desde la capital oscense partirá el pelotón con destino a Zaragoza. 148,5 kilómetros con el Puerto de Alcubierre, tercera categoría, como única dificultad montañosa. A su llegada a la capital del Ebro, los ciclistas deberán completar varias vueltas a un circuito en la Avenida de Ranillas.