CAI ZARAGOZA

La versión deseada

El argentino volvió a ser el francotirador necesario, además de un líder entregado.

Paolo Quinteros lanza un triple durante el partido del viernes.
La versión deseada
E. Casas

Se le echaba de menos. El gran Paolo Quinteros, artífice de dos ascensos a la ACB, no estaba siendo el jugador que hacía falta a su equipo. Tiraba menos, asistía más, jugaba demasiado y su defensa no era especialmente intensa. Sin embargo, cuando el CAI más le necesitaba, tras un tropiezo del calibre del de Tarragona, el escolta resurgió y ofreció su versión más deseada, la de francotirador, la de hombre desequilibrante y la de un líder entregado en todas las facetas del juego. Con una primera parte soberbia en el tiro ante el Breogán, en la que se fue a los 17 puntos, y un aguerrido marcaje sobre Xavier (que se quedó en tres de once en tiros de campo), Paolo se reencontró con su afición, con el triunfo y con su verdadero rol en el equipo.

 

En esos veinte primeros minutos el argentino dio un auténtico recital, como en sus mejores tiempos. Recibía, se iba de su rival y o bien 'enchufaba' un triple o sacaba ventaja para ofrecerle el balón a un compañero mejor colocado. Fue en el momento justo, para que el CAI rompiera un choque en el que solo valía la victoria.

 

En la segunda mitad ya no era imprescindible su anotación, pero su entrega, su lucha por cada posesión que le llevó por los suelos y despertó la ovación de la grada, y su agresividad atrás también resultaron vitales.

 

Quinteros vuelve a ser un referente y la gran amenaza para los rivales. Despertó junto a DP, el otro gran pilar rojillo, para asegurar la entrega colectiva y el perdón del respetable.

 

"Sin duda que empezar metiendo te genera mucha confianza, ves el aro un poco más grande y aportas para el equipo. Estoy contento porque, no solo en los puntos, también en otras facetas pude colaborar y todos hicimos un gran esfuerzo y un gran trabajo para ganar un partido que era difícil", dijo el protagonista a la conclusión.

 

Se le veía satisfecho, y no era para menos. Ahí estaba de nuevo el Paolo que se quería ver, el que tira del carro, el que trae por la calle de la amargura a sus oponentes, el que decanta los encuentros. Con él al máximo nivel todo puede ser más fácil.