EL DIARIO DEL MUNDIAL

La pelota no quema o los cinco favoritos

Se inició la fiesta del fútbol con más entusiasmo que brillantez. Los favoritos son Brasil, Italia, Argentina, Inglaterra y España, elogiada por todo el mundo. Parece claro que será, ante todo, un campeonato más de figuras que de selecciones.

La pelota no quema o los cinco favoritos
La pelota no quema o los cinco favoritos

La pelota no quema. Esa es la estética de España, y quizá no le sirva para ganar el Mundial más abierto de los últimos años. Así, de entrada, a osada vista de pájaro, parece más un campeonato de individualidades que de selecciones. Los favoritos, en el fondo, lo son por defecto: Brasil, Italia, Inglaterra, Argentina y España podrían ser el quinteto mejor situado, visto ya el arranque más bien apático de una Francia rutinaria. El orden es aleatorio hasta las semifinales, claro.


El Brasil de Dunga es el equipo con menos arte y talento en la estirpe de los 'futbolistas del aire' en mucho tiempo: es un conjunto compacto, más físico que malabarista, con alma de cemento armado y sin los colibríes (Garrincha, Bebeto, Muller) ni los leopardos del área (Ronaldo, Romario, el ignoto Ademir): Julio César, en la portería, Maicon de lateral insaciable en sus pruebas de velocidad, Felipe Melo y Gilberto Silva en la dirección, Robinho, etc. Ellos son sus estandartes. Dejamos bajo sospecha a Kaká, atribulado.


Italia es favorita por pura tradición y por espíritu: llega con un equipo envejecido (Buffon, Zambrota, Cannavaro, Camoranessi), más bien impersonal, sin figuras y sin clave de juego; eso sí, los 'azzurros' levantan la empalizada, ponen el buzo de faena y se la juegan en los penaltis.


Con Inglaterra cuentan más los futbolistas rivales que los aficionados o la prensa. Tiene su columna vertebral en Terry, Lampard, Gerrard y Rooney, y tiene, muy especialmente, un míster rocoso (el hombre que anticipó a Mourinho) que juega feo, pero que es práctico; la fase de clasificación les otorga un resquicio de esperanza, un amago de luz.


Argentina es la gran incógnita: se clasificó de milagro, no convenció a nadie, y al parecer ahora Diego Maradona, el ventajista diez de Dios, va a cambiar el sistema para darle aire a Messi y espacios a Di María y galones arriba a Higuaín. A Argentina se le espera desde el Mundial de 1990 o 1994, por lo menos. Eso sí, ahora vuelve a tener al artista más genial de la tierra: el artista Messi.


España empieza a ser considerada entre las favoritas. Y no solo por sus incondicionales o por la necesidad de crear un espejismo que ahogue las decepciones políticas y sociales que genera el incierto señor Zetapé: en este caso, el cielo son los otros. Son ellos, los rivales, quienes encumbran al equipo de Del Bosque, el hombre tranquilo. España no debe oír cantos de sirena: un Mundial se gana no solo con juego, sino con entereza, combate, convicción, calidad, madurez, y suerte, mucha suerte. La formación, de entrada, es equilibrada: maniobra de memoria, con un sentido incomparable de la fantasía y del ritmo, y puede improvisar dos o tres suertes en el ataque. Con todo, las pruebas han sido poco convincentes, salvo la de Polonia; Del Bosque deberá hallar pronto el punto de equilibrio, de dinamismo y de robo de balón que exhibía Marcos Senna, y algo más de rapidez y de potencia. El equipo está cojo en el lateral izquierdo: sin recambio en tareas de ataque.


Más que un campeonato de selecciones -hace lustros que no vemos una Brasil-70, una Holanda-74, una Francia-82, una Italia-82?- parece fácil suponer que será un Mundial de jugadores con Messi a la cabeza, con Cristiano Ronaldo, con Rooney, con Ribery, con Robben si se recupera, con Casillas y Xavi, con Iniesta y Villa. Estos cuatro últimos, los nuestros, no van a ganar el Mundial, pero lo van animar mucho, muchísimo, hasta el penúltimo suspiro.