WATERPOLO

La historia, en un partido

El Pla-Za se juega hoy (18.30) ante el Sevilla seguir en la elite. Si gana, disputa la permanencia; si no, baja a Primera.

Es el partido más difícil para el Pla-Za, el que nunca, nunca, habría querido que llegara. Jugar por no perder tu nombre arriba. Siete temporadas en la categoría reina resumidas en un partido. La gran final. El Pla-Za se juega su existencia a una carta, 28 minutos. En casa, en el Parque Deportivo Ebro, a las 18.30. Un duelo fraticida entre el penúltimo y el colista, el Sevilla, separados por dos puntos. Una victoria, incluso un empate, permitiría al conjunto zaragozano disputar ¡en junio! la promoción por evitar el descenso ante el segundo clasificado de la Primera División (todo apunta al UD Horta). Del mal, el menos, porque la permanencia se da casi por hecha ante la diferencia competitiva. Si el Pla-Za pierde, el descenso al infierno de Primera será automático y el futuro del club, en el aire. "Es el partido más trascendental de nuestra historia en la División de Honor. Todos sabemos lo que nos jugamos", contesta rotundo el técnico, Nacho Lobera.


La historia del waterpolo aragonés en la elite empezó a escribirse a mediados de los años 70, cuando el máximo responsable de la sección de waterpolo del Centro Natación Helios, Rafael Feliz, construyó el primer equipo que amenazó el omnímodo poder catalán. Su presencia dejó huella, pero se fue disipando hasta regresar a la nada. Se sostuvo con un retorno esporádico en 1986, hasta que dijo adiós.


Tres lustros después de su última presencia en la División de Honor, otro equipo zaragozano regresaba a la máxima categoría, entonces denominada A-1, a una de las grandes ligas de un deporte bañado en éxitos. Lo hacía con el Estadio Miralbueno El Olivar -entidad que presidía Manuel Hernández, con Manuel Bollullos como delegado de Deportes-, que con más decisión había apostado por el waterpolo en los últimos años. El 9 de abril de 2001, El Olivar hizo realidad su sueño, en Pamplona, ante el Larraina (6-12). Subía al peldaño definitivo. El delirio. Cómo corría el champán en el autobús de regreso a Zaragoza y en la sede de la entidad. A algunos todavía se les escapa una lágrima. El proyecto tomó forma con el respaldo de un patrocinador al que hay que agradecerle que en esta ciudad se haya hablado de waterpolo, Pla-Za, que se ha mantenido fiel en los últimos seis años sin preguntar.


El Olivar, ante la imposibilidad de compaginar el deporte de elite y su compromiso con los socios, decide en 2004 desprenderse del equipo y amenaza con desaparecer si nadie acudía a su auxilio. Gracias a la mediación del entonces director general de Deportes, Pedro García Villamayor, surgió de la nada un grupo de profesionales, liderado por José Pajares, que ha conducido el destino de Waterpolo Zaragoza hasta donde nos encontramos.


A punto de cumplirse siete años que aquella mágica tarde en Pamplona, los aficionados a este deporte, se disponen a vivir otra jornada histórica. Hace muchas semanas que el Pla-Za sabe que se jugará la vida en este último encuentro. Y la plantilla y cuerpo técnico se ha querido aislar de la asfixiante presión precisamente en la capital navarra, donde ha entrenado dos días con el WP Navarra que ya huele a División de Honor. Lobera asume que será un duelo psicológico: "Jugar en casa es, a priori, una ventaja. El físico importa poco. El que tenga la cabeza fría y menos le afecte la presión saldrá triunfador".


Lobera y sus chicos han revisado y revisado vídeos del rival y ya tienen clara la estrategia. "Es un equipo peleón, con un juego muy bronco y duro. En el último partido ante el Mataró tuvieron cuatro expulsiones por juego violento. No hay que darle vida porque, si no, te puede crear un problema. Ahí está el empate ante el Mediterrani o el triunfo contra el Canoe", explica el entrenador. La presencia en la segunda vuelta de los californianos Allan Monsses y Gregory Sharf ha dado vida a un Sevilla que ha mirado más a la portería contraria, soprepasando al Pla-Za en la estadística goleadora.


Lobera está convencido que se sus jugadores sabrán hacer su trabajo. Nadie, sí, nadie, quiere pronunciar la palabra descenso, porque el deporte aragonés perdería a un referente en una modalidad muy castigada por el desconocimiento, de unos, y la falta de interés, de otros.