REPORTAJE

La guerra de los mundos

El partido de Sevilla puso en evidencia la distancia que hay, en condiciones normales, entre los seis grandes de la Liga en los últimos años y el resto. El Zaragoza, recién ascendido, debe de sacar sus conclusiones

La goleada de Sevilla es de las que escuecen. Ese abultado 4-1 cuando la Liga no ha hecho más que comenzar, es un golpe en el estómago de los zaragocistas que corta la respiración durante unos segundos y obliga a coger aire con calma, lentamente. Pero, precisamente porque el camino de vuelta a la Primera División acaba de iniciarse y el equipo está todavía muy tierno, esta decepción ante uno de los grandes de la competición española no tendría que generar mayores efectos secundarios negativos en el entorno del equipo y de la afición.


Fue una lección, un termómetro fiel de la temperatura futbolística con la que el actual Real Zaragoza ha regresado a la elite. Y en ese plano pedagógico, el aparatoso 4-1 del Sánchez Pizjuán sería conveniente que se utilizase como ejemplo didáctico para asumir los serios problemas que presenta la plantilla e intentar buscar soluciones racionales para el futuro, que se presenta muy largo. Y, de paso, debería servir para que más de uno dentro de la cúpula del club dejase de emitir mensajes oníricos indicando que esta plantilla está capacitada para luchar por las seis primeras plazas que dan derecho a jugar en Europa.


Es difícil de admitir la inferioridad ante otros en cualquier deporte, pero en ocasiones puntuales, un partido como el del sábado en Sevilla ayuda a situar correctamente las coordenadas de un equipo y a obtener un test fidedigno en el que salen a flote virtudes y defectos _-especialmente estos últimos- de manera cristalina y fácilmente analizable. Sevilla significó la puesta en escena, en partido oficial, de todos las deficiencias de índole defensiva que había advertido el _Zaragoza durante la pretemporada en partidos menores. Sevilla ha encendido el chivato que anuncia la descompensación que rige en la plantilla que, finalmente, Agapito, Poschner,_Herrera y, en menor medida al final, Antonio Prieto, le han puesto en la caseta a Marcelino.


En Sevilla no estaba Canella, ni Gámez, ni Torres, ni Garay, ni Ricardo Costa, ni Valera, todos defensas pretendidos como primeras o segundas opciones durante julio y agosto. Tampoco estuvo Kalinic, ariete ‘diferente’ que estuvo a punto de ser el refuerzo estrella para la delantera; y si se vio a Negredo fue porque jugó como sevillista, no con la casaca roja de respeto del Zaragoza. Sirva este somero repaso de algunas de las operaciones que los dirigentes blanquillos tuvieron entre manos este verano y que, por diversos motivos, casi todos relativos a la escasez de dinero líquido, no consiguieron cuajar. Seguramente, si tres o cuatro de esas gestiones hubiesen acabado felizmente, el Zaragoza que tiene en sus manos Marcelino tendría hoy un perfil bien diferente, especialmente en la zona de atrás. Pero como eso ya es pasado y el fútbol se escribe en presente, es hora de sacar conclusiones bien cimentadas para saber con exactitud cuáles son las aspiraciones, las obligaciones y los retos imposibles del equipo zaragocista en este complicado año del regreso a Primera. Y los dos partidos oficiales jugados hasta hoy emiten ya unos primeros mensajes nada desdeñables.


El primero, que el remozadísimo Real Zaragoza 2009-10, el de los ocho fichajes con vitola de titulares (lo que va a generar una revolución de grandísimas dimensiones en el rostro del equipo respecto del pasado reciente), está todavía en pañales. Falta por engranar Obradovic, cuya aportación en el lateral izquierdo se antoja ahora mismo vital para dotar de potencial y personalidad a una línea amorfa y muy deficiente. Hay que desear que Lafita, si su caso se arregla sin demoras, pueda dar aire fresco a una delantera minúscula y cuyas escasas piezas presentan diferentes peculiaridades que le restan armonía: Braulio está lesionado de larga duración; Ewerthon, aún con dos partidos de sanción pendientes, es un elemento de fricción por causas de orden interno con el club y cuyo rol aún no está claro en lo sucesivo; el ahora goleador Arizmendi no es un delantero puro; hombres como el recalificado Songo’o o Herrera pueden jugar de segundas puntas, pero siempre de forma forzada; y Uche, el único que da un perfil nítido, cayó lesionado en Sevilla y se está pendiente del estado de su rodilla.


Y, en segundo lugar -tal vez la conclusión de mayor calado-, quizá sea acertado pensar que el duelo de Sevilla queda fuera del alcance real del actual Zaragoza, como lo serán este año los que se disputen ante Barcelona, Real Madrid y, probablemente, Valencia, Villarreal o Atlético de Madrid. Puede ser una buena medicina admitir ese papel de secundario y ejecutarlo con buena nota ante los otros 13 rivales de la Liga (como ya se hizo ante el Tenerife). Esta liga tiene para el Zaragoza 26 choques de alto rango para sus intereses porque en ellos es donde debe pescar cuantos más puntos le sea posible: los dobles enfrentamientos ante Xerez, Almería, Valladolid, Osasuna, Sporting, Racing, Mallorca, Málaga, Athletic, Deportivo, Tenerife, Getafe y Espanyol. En otro compartimento estanco, en otro mundo, están los 12 partidos contra los seis grandes. En este paquete, cada punto que obtenga será una pedrea en la lotería.