LA VUELTA A ESPAÑA

Jugando al escondite

La esperada brecha que se iba a producir en la general depués de la lucha individual en la contrarreloj se ha quedado en casi nada y no ha demostrado las diferencias entre escaladores y rodadores.

Día a día la Vuelta 2011 no deja de producir sorpresas y los cuarenta y siete kilómetros de contrarreloj por los alrededores de Salamanca, ubicados en el ecuador de la competición, no depararon todas las diferencias que podían augurarse de antemano entre los catalogados como escaladores y los rodadores.


Esta sexagésima sexta edición de la carrera española da muestras conforme se consumen las jornadas de ser el mundo al revés. Los escaladores pierden tiempo en ascensiones como La Covatilla en la Sierra de Béjar. Un día después son los contrarrelojistas los que no terminan de abrir hueco con los que mejor van para arriba cuando las carreteras se empinan.


La esperada brecha que iba a producir en la general la lucha individual contra el reloj se ha quedado en casi nada. Prácticamente en una anécdota. Del primero, el británico nacido en Kenia Christopher Froome (Sky), al sexto, el belga Maxime Monfort (Quick Step), hay menos de un minuto de diferencia, y en este grupo se podría incluir al ex líder, el holandés Bauke Mollema (Rabobank), séptimo a 1.07.


El vencedor de la Vuelta 2010, el italiano Vincenzo Nibali, del Liquigas-Cannondale, está en el sexteto de cabeza. Los otros dos a los que también apuntaban todos en el comienzo de Benidorm, el español Joaquim Rodríguez, del Katusha, y el transalpino Michele Scarponi, del Lampre-ISD, están a 3.23 y 4.22 respectivamente. Ninguno de ellos puede darse por descartado, aunque es evidente que las opciones de volver a ganar del "Tiburón de Mesina" son las que están más al alza.

Duelo de líderes

La lucha y el pulso mantenido en las primeras etapas por el trío Nibali-Rodríguez-Scarponi, había eclipsado al resto. Los adversarios prefirieron seguir jugando al escondite y darse poco a entender, eso sí sin perder tiempo y estando junto a ellos. Así que casi nadie reparó en ellos.


De los pocos que lo hizo fue el británico Bradley Wiggins. Se asomó de su escondrijo cuando vestido de rojo, el catalán entró en crisis camino del final en La Covatilla.


De momento, para la mayoría, el objetivo parece ser ir pasando las jornadas minimizando las pérdidas con los rivales, a la espera de una oportunidad que les permita sacar el mayor partido posible de sus fuerzas.


En el ecuador de la Vuelta, con lo más duro por llegar y cuatro finales en alto pendientes de disputar (Estación de Montaña Manzaneda, La Farrapona, L'Angliru y Peña Cabarga), además de otro buen número de jornadas con un itinerario muy comprometido, lejos de reducirse el número de favoritos se ha visto ampliado.


El valor añadido de saber lo que es vencer en una grande atribuido a Nibali y Denis Menchov, del Geox-TMC, no les está reportando beneficios. A los que sueñan con hacerlo, les cuesta asumir el peso de la responsabilidad. Así ya se han consumido diez de las veintiuna jornadas y la sensación en el pelotón es que lo que queda por decir en las dos próximas semanas es mucho más de lo hecho hasta el momento.


Otro aspecto que pesa en los aspirantes es saber si las fuerzas les van a responder. Desde la salida en tierras alicantinas se está rodando muy fuerte y más de uno ya lo ha pagado cediendo tiempo en diferentes momentos.


Con veinticuatro horas de reflexión camino de tierras gallegas quedan muchos aspirantes con razonables aspiraciones de ser ellos los que se vistan el próximo 11 de septiembre el jersey rojo en Madrid.


Las hojas de las clasificaciones y los perfiles de las once etapas que restan por disputar van a ser examinadas con lupa. La oportunidad de hacerse con la victoria en una grande puede estar al alcance de algunos que no lo esperaban.


En Benidorm, casi ninguno de los directores deportivos de los veintidós equipos presentes en la línea de salida declaraban abiertamente haber venido a la Vuelta a ganarla. La mirada la centraban en otros listones. Y diez días después, la situación es otra.


Con siete líderes en diez jornadas, el único que ha repetido cuatro días ha sido el francés Sylvain Chavanel, del Quick Step, gracias al tiempo ganado en la escapada consentida que alcanzó con éxito la meta de la murciana Totana en la cuarta tercera etapa. En los próximos días el baile por el maillot rojo podría continuar.


Hay generosas bonificaciones, tanto en la línea de meta como en los sprint especiales y está por ver si los ingleses del Sky, con la general tan comprimida, estarán por asumir en primera persona el control de la carrera, o alguno de los ahora casi descartados pueden aprovechar alguna circunstancia favorable para meterse también en la pelea.