HOMENAJE A QUINI EN ZARAGOZA

"Me gustaría poder hablar con mis secuestradores"

Quini, ayer, en Zaragoza
"Me gustaría poder hablar con mis secuestradores"
OLIVER DUCH

Miramos al Sporting de Gijón y vemos a Quini. Hoy no saltará al prado de La Romareda, pero el gran protagonista del fin de semana en Zaragoza es él, el icono eterno del club asturiano, el Pichichi que cuestionó el reinado de Telmo Zarra, el escurridizo delantero que acaba de burlar la zancadilla de la muerte. Ayer, minutos después de aterrizar en la capital aragonesa la expedición del Sporting, Enrique Castro, 'Quini', fue homenajeado por la Asociación de Amigos del Arbitraje, en un acto lleno de cariño que reunió al núcleo central del fútbol aragonés.


Jamás ha abandonado la sonrisa el rostro de Quini. Ni en los buenos momentos, que fueron muchos; ni en los malos, algunos de ellos acaecidos en la capital aragonesa. A todos ellos se refirió sin pudor Quini en la abarrotada sala de la Triple A, en la calle Figueras. Habían ido a recogerle al hotel Pedro Gabasa y el árbitro Jorge Bueno. Llegó a la sede de los árbitros zaragozanos a las 20.00. El acto resultó breve, ágil, pues Quini tenía que cenar con la plantilla del Sporting a las 21.00. Y el Sporting no cena hasta que Quini se sienta en la mesa. Condujo la ofrenda Isidro Oliván, que rápidamente cedió la palabra al mito. Quini no concede entrevistas desde hace dos años, pero ayer se mostró generoso y dedicó unas palabras a la sala.


Fue el Quini de siempre, abierto y sincero. Sin mediar preguntas, el astro respondió a las cuestiones esenciales que le demandaría cualquier periodista en Zaragoza. Esto es, los muchos puntos de convergencia que guarda con la capital aragonesa. Y no todos agradables, como el secuestro que sufrió el 1 de marzo de 1981 que lo tuvo retenido en Zaragoza. “Hace un rato, cuando venía desde el hotel hasta la asociación, hemos pasado cerca del lugar en el que estuve secuestrado. Apenas fueron 25 días de vacaciones”, dijo sonriente Quini, en medio de una cálida ovación. Quini no se detuvo aquí, desnudando el enorme capital humano que ha logrado acumular el asturiano. “El secuestro ahora es una anécdota para ellos y para mí. Me gustaría poder hablar con mis secuestradores”, añadió, ante el reconocimiento de los asistentes.


Todo fue distinto, maravilloso, en un acto absolutamente desmarcado de lo convencional. Hasta el motivo del premio merece la pena explicarlo. El artillero, el cinco veces ganador del trofeo Pichichi de la Primera División, no fue distinguido ayer por sus goles, sino por el extraordinario comportamiento que siempre manifestó hacia los árbitros. “El árbitro es un deportista más. Hay que ser comprensivo con ellos, y no siempre lo somos”, reiteró Quini en presencia del ex internacional Pes Pérez y de Carlos Clos, actual árbitro internacional aragonés. Muchos jóvenes colegiados aragoneses asistentes al acto tomaron buena nota de las palabras del veterano jugador.


Pocas manos para tanto premio

Llegó la hora de los premios, y a Quini le faltaban manos para cobijar tanto regalo. Además de la asociación, el Comité Argonés de Árbitros y clubes zaragozanos como el Stadium Casablanca y el Santo Domingo Juventud le premiaron. El Real Zaragoza, en vez de los tres puntos de esta tarde, le entregó una placa de manos de Carlos Cuartero. El edil Laureano Garín recordó el perfil humano del delantero. Arístides Domingo Vidal, presidente de la asociación, no cabía de gozo. Quini, después de pedir una furgoneta para transportar tanto regalo, recordó lo mucho que para él significa Zaragoza. “En el estadio de La Romareda debuté con la selección española y aquí marque mi primer gol, ante Grecia, concretamente. También en La Romareda hice mi último gol como jugador profesional, en el Sporting. Por muchos motivos le estoy agradecido a esta tierra. También a vosotros, que me habéis tratado con tanto afecto”, concluyó Quini, para después replegar trofeos y más trofeos y marchar a cenar con los chavales del Sporting de Gijón. Antes de sentarse a la mesa con sus jugadores, ya se había avituallado de las mejores viandas que uno pueda desear, el alimento más preciado, sinceras cantidades industriales de cariño.