REAL ZARAGOZA

Guerra de guerrillas

Los altos ejecutivos del club hacen el vacío al director general, Gerhard Poschner.

Gerhard Poscher, de blanco, en la parte superior de la fotografía, siguiendo el partido contra el Xerez.
Guerra de guerrillas
DIARIO DE JEREZ

Como en otros muchos momentos del 'Agapitismo', el club se halla en este instante inmerso en una especie de guerra de baja intensidad, en una lucha interna y de facciones por la conquista del poder: del poder influir más o menos sobre Agapito Iglesias; del poder decidir sobre los acontecimientos futuros; del poder negociar y reunirse con unos u otros agentes; del poder opinar acerca de la continuidad o no de José Aurelio Gay; del poder concebir y construir el equipo venidero; del poder sobrevivir, en algunos casos, a todos los avatares y que no se produzca ninguna regeneración, ninguna revisión o cambio.

Como es natural en este ambiente, el director general, Gerhard Poschner, hombre que desembarcó el pasado mes de agosto en el Real Zaragoza de la directa mano del accionista mayoritario, de Agapito Iglesias, se ha convertido en el objetivo del resto de ejecutivos de primer nivel de la entidad. El alemán, uno de los hacedores principales de la revolución de invierno, de los movimientos que han conducido a la permanencia en Primera División, sufre desde hace varias semanas el vacío más completo. Rara vez se le puede observar junto a Antonio Prieto, director deportivo; a Pedro Herrera, secretario técnico; o a Javier Porquera, director corporativo y también consejero. Apenas se dirigen la palabra y la comunicación entre ellos se encuentra obstruida. Agapito, que al parecer ha tomado parte en este combate soterrado, también ha roto hilos con Poschner.

El último episodio de este desencuentro se vivió el pasado sábado, en el estadio de Chapín (ya se dio también la semana pasada en La Coruña). Mientras todos los ejecutivos del club se sentaban en el palco del estadio municipal jerezano, Poschner -como se recoge en la fotografía- ocupaba plaza en la grada del estadio, al lado del agente de futbolistas Antonio Barrera, con quien mantiene una estrecha relación personal. Un poco más a su izquierda (derecha en la foto) dejó a Hugo Buitrago, viejo conocido en este pago, uno de los agentes argentinos de cabecera de Pedro Herrera a lo largo de diferentes épocas. Poschner tampoco viajó a Jerez en el vuelo chárter que organizó el club. Lo hizo por su cuenta, en el AVE. En Sevilla, donde durmió ayer el equipo, no se hospedó en el mismo hotel que la expedición. Fue, además, de los que entendió que no había que celebrar nada en la madrugada del sábado al domingo en la capital hispalense.

Las discrepancias de fondo entre Gerhard Poschner y Pedro Herrera, que son los ejes básicos de esta cuestión, no traen causa de ahora, sino que vienen de atrás, de lejos, de los momentos en los que se llevaron a efecto los siete fichajes del mercado de invierno. En este punto, chocaron dos modos muy diferentes de entender la representación, dos maneras desarrollar las operaciones de compra de futbolistas. La contratación del italiano Matteo Contini, la tercera opción diseñada por Poschner tras Senderos y Boulahrouz, provocó un duro enfrentamiento a causa del número de representantes que Herrera acabó interponiendo en la operación inicial. Poschner entendía que se podía efectuar de modo más directo y menos costoso para las arcas del Zaragoza. No fue Contini, sin embargo, el único episodio de esta naturaleza. También en el fichaje de Jiri Jarosik (captado en primera persona por el alemán) se produjeron tensiones similares entre ambos. Poschner se tuvo que emplear a fondo para convencer al checo tras la aparición de un agente inesperado. En el fallido intento de hacerse con los servicios del suizo Senderos también estuvo, al parecer, otro episodio de escasa lealtad. A finales del mes de enero, la negociación para la incorporación de Edmilson se realizó en un compartimento totalmente estanco. Poschner temió que se le dinamitara desde dentro. Esta guerra había comenzado.