REAL ZARAGOZA

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El apuradísimo Real Zaragoza juega esta tarde en Bilbao (19.00), todavía en busca de su primera victoria de la temporada. Pese a la dificultad del reto, la grave situación del equipo y del club obligan a superarlo.

Los jugadores del Real Zaragoza
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TONI GALáN/A PHOTO AGENCY

Metidos andamos ya en la segunda quincena de octubre. Los fríos empiezan a rascar el cutis y recomiendan sacar del fondo de armario la ropa de abrigo. Hasta las lluvias, como sucede en Bilbao desde el viernes, nos advierten que el otoño está aquí con todas las consecuencias. Y las fiestas pilaristas tocan hoy a su fin. Bien, pues a estas alturas, el Real Zaragoza todavía no conoce la victoria. Mal asunto cuando esto sucede (no es la primera vez, aunque solo es posible hallar tres precedentes en ocho décadas).

En estas precarias circunstancias juega esta tarde su séptimo partido liguero en equipo aragonés. Colista, de la mano del Deportivo, con tan solo tres puntos, lograr los tres de hoy en San Mamés es para los blanquillos una obligación. El tiempo agobia, el oxígeno se acaba, el ambiente comienza a ser irrespirable. O se gana cuanto antes o la asfixia puede producirse irremediablemente cuando menos se espere, en un colapso súbito del mecanismo interno de una SAD que anda carcomida por sus bases desde hace muchísimos meses, más de tres años por ser exactos.

Gay -con Nayim a su lado- se sentará esta tarde en el banquillo de La Catedral con la tranquilidad de que, pese al catastrófico inicio de temporada del equipo, nadie en la grada le ha disparado a dar hasta el momento. Todos los dardos envenenados de la atónica afición llevan dirección al palco. A Agapito, a Herrera, a Prieto, a los que pinchan y cortan en cada decisión sobre altas, bajas, fichajes, traspasos, cesiones, trueques, precios, tarifas y demás mecanismos de la fontanería que arma a su criterio, en cada periodo de mercadeo, la composición de la plantilla zaragocista (a veces, con la inestimable colaboración de algún entrenador, cosa que ahora no se da). No obstante, hará bien Gay -con Nayim a su lado- en no fiarse del refrendo sine díe que Iglesias llevó a cabo sobre su presencia en la jefatura del vestuario hace diez días. Será difícil que, si los vientos huracanados que provoca el fracaso no remiten de inmediato, su posición inmune a las críticas y las responsabilidades sobre los males que afectan al Real Zaragoza siga intacta.

Por eso, pese a que el calendario venidero ha puesto el cielo negro en el horizonte zaragocista, como el de una de esas tormentas devastadoras que arrasan allá por donde pasan, hoy es imperiosa la victoria en Bilbao para que no cunda el alboroto en los intestinos del agapitismo. Ese clásico y conocido alboroto del que ya tanto se sabe -por desgracia, habrá que decir- en los alrededores de La Romareda a lo largo de los últimos años y que tiene una orla de víctimas y daños colaterales cada vez más propia de una batalla de la Segunda Guerra Mundial.

El Real Zaragoza llega a San Mamés apuradísimo en su solvencia como equipo, en su capacidad de crear fútbol, en su credibilidad en general. En tres desplazamientos fuera de casa, aún no ha anotado un solo gol. El que venga, si es hoy, será el primero. Así que, aunque Gay se ha afanado durante toda la semana en preparar la estrategia defensiva antiaérea para intentar parar al tanque Llorente y a su ayudante Toquero, parece incluso más importante que, esta tarde, los de arriba sean capaces de marcar un simple gol en la portería de Iraizoz. Sin un triste tanto en portería ajena es imposible plantearse un triunfo (lamentablemente, el aserto no se trata solo de una perogrullada). Hay obsesión por taponar el flujo de ataque de los vascos, algo realmente presionante por momentos cuando juegan ante su púlblico. Pero hoy, cuando el empate se antoja insuficiente para la necesidad de puntos que tiene el actual Real Zaragoza, la gran reválida la van a tener los encargados de ver puerta en el área vizcaína.

Como se ve, dura tarea la que espera a los chicos de Gay. Clonar el partido de hace seis meses (0-0 en una buena tarde destructiva pero nula en creación) no les va a servir de nada. Hace falta más y los medios con los que cuenta el técnico son muchos menos que los del curso anterior. Así que habrá que apelar a la épica. O al milagro. O a la superstición. A cualquier cosa si, por fin, llega el primer triunfo. De lo contrario...