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SD Huesca: otro verano marcado por las limitaciones económicas

El club azulgrana debe ponerse al día con un tope salarial que será similar al de la etapa previa a los dos ascensos.

Martín González, Ziganda y Torres, en El Alcoraz.
Martín González, Ziganda y Torres, en El Alcoraz.
Javier Navarro

De manera análoga a la deportiva, la SD Huesca libra este verano una batalla económica para seguir avanzando en la estabilización necesaria con que mantenerse en el fútbol profesional sin un riesgo pronunciado de caer al abismo. Mientras la sala de máquinas perfila el nuevo plantel, se van a aplicar medidas de austeridad entre el personal no deportivo. Las dos cuestiones van de la mano este verano y la confección de la plantilla que afrontará la temporada 2023-24 en Segunda División se somete a esta realidad. A unas limitaciones que bien conoce el director deportivo, Ángel Martín González, y con las que ha de bregar en un contexto que se asemeja en parte al de la configuración del pasado año y devuelve a la entidad a las cifras previas a los dos ascensos a Primera.

De entrada, el club todavía no conoce con precisión el límite salarial con el que va a trabajar, pero este rondará los cinco millones de euros. El de la campaña anterior terminó siendo de 6,41 millones pero se encontraba rebasado en dos y medio, por lo que la cantidad real era de 8,96 millones de euros. Aproximadamente cuatro millones más que ahora. Como ocurrió el pasado verano, la entidad no podrá hacer frente a fichas elevadas y, a diferencia de entonces, cuenta con una base de futbolistas con sueldos acordes a esta realidad sobre la que podrá caminar. A excepción hecha de nombres como los de Andrés Fernández o Juan Carlos Real, que han destacado sobre el resto y cuya continuidad está más que comprometida. Como la de Andrei Ratiu, por quien se espera sacar tajada mediante un traspaso.

Martín González deberá reforzar posiciones específicas y se espera una profunda renovación en la delantera, donde hay exceso de equipaje con jugadores que no han destacado ni en la propia SD Huesca o en sus cesiones. En su primer verano, el director deportivo realizó nueve incorporaciones, alguna de ellas ya atada por su predecesor en el cargo, Rubén García: Ignasi Vilarrasa, Jérémy Blasco, Rubén Pulido, Óscar Sielva, Kento Hashimoto, Patrick Soko, Juan Villar, José Ángel Carrillo y Abou Kanté. La consigna, coste cero o cesiones a un precio asumible. A ellos se sumaron canteranos que, en mayor o menor medida, fueron sumando minutos durante el curso regular. La base de la campaña 21-22 se quedó en 13 jugadores hasta las reformas del mercado invernal.

Un panorama que no se aleja mucho del presente, con un primer paso simbólico en la renovación de un canterano, el delantero Diego Aznar. La dirección deportiva comenzó a hacer los deberes en enero con dos fichajes en clave de futuro, los del portero Juan Pérez, que firmó hasta 2026; y el lateral Juanjo Nieto, que hizo lo propio hasta 2024. Martín González ya sabe lo que es trabajar en contextos económicos o de tiempo de máxima dificultad y salir airoso. La nueva realidad de la SD Huesca no es tan nueva, y en la categoría de plata las circunstancias económicas no tienen por qué marcar a fuego la andadura del equipo en cuestión. La temporada pasada, el límite salarial fue el tercero más bajo, solo por encima del Albacete, que va a jugar el ‘play off’ de ascenso con 6,03 millones, y el Lugo, que ha descendido con 3,9 millones.

El club oscense se ha acostumbrado a los vaivenes en este apartado. Desde su instauración por parte de la Liga de Fútbol Profesional en 2013, este mecanismo de control económico ha fijado el potencial deportivo de un equipo que en este periodo ha logrado tres ascensos, uno a Segunda y dos a Primera con sus respectivos descensos. En este sentido, su peor temporada en el fútbol profesional fue la 21-22; contaba con el cuarto más alto de la categoría, 19,77 millones de euros aupados por parte de la ayuda al descenso entre otros factores, y terminó en el 13º puesto, con solo dos puntos más que en el curso recién concluido.

El año más brillante, por el contrario, fue el 17-18. Un milagro económico y deportivo con todas las letras, puesto que se subió a la máxima categoría con un límite que se estableció en 5,38 millones. Se empezó aquella temporada con el quinto techo más bajo y se terminó en el séptimo. En la 19-20, la del segundo ascenso, se contaba con el aval de aquella experiencia en la élite y el tope salarial fue de 17,04 millones, el cuarto más elevado de aquella Segunda División.

En Primera, la SD Huesca tuvo respectivamente 29,32 millones (segundo más bajo) y 37,36 millones (tercero más bajo). Antes, los azulgranas habían encadenado tres campañas con un límite creciente dentro del carácter modesto de la entidad. Se sometió por primera vez al control de la Liga en la 15-16 con 3,25 millones, el cuarto más bajo de entonces. Al año siguiente se empezó con 3,8 millones y se acabó con 4,4 -el segundo más bajo antes de esta corrección-, con el fruto de la disputa del ‘play off’ de ascenso en la antesala del periodo dorado de la historia del club.

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