Fue su apuesta de cara a la segunda vuelta, el dibujo que entendió que era el mejor para encajar las piezas con las que contaba y que haría que la SD Huesca luchase por el ascenso. Sin embargo, los resultados no han acompañado y en las dos últimas jornadas, las de la derrota en Alcorcón y el triunfo del viernes ante el Burgos, Xisco Muñoz ha optado por regresar a aquello que había dotado a su equipo de cierta estabilidad antes de Navidad. El sistema de tres centrales que venía empleando de inicio desde que arrancó 2022 ha dado paso de nuevo a variantes como el 4-3-3 y el 4-2-3-1, formaciones clásicas en la trayectoria del balear en los banquillos y que afirmó en su momento que eran las que más le gustaban; no en vano con ellas logró el ascenso a la Premier League con el Watford el año pasado.

Sí en su momento decidió abogar por un esquema basado en un trío de zagueros flanqueados por dos carrileros, lejos de por querer arroparse fue para que los suyos se mostrasen más ofensivos después de unas primeras jornadas en el cargo en las que, aunque logró la solidez defensiva, a sus hombres les costó proyectarse en ataque. Tras sus tres primeras experiencias como azulgrana, las de los empates con el Amorebieta y la Ponferradina, y la derrota ante el Leganés, que sirvieron como toma de contacto, el Huesca protagonizó una racha hasta el desenlace de la primera vuelta de seis partidos sin perder que le acercó a cuatro puntos del ‘play off’. Fue un caminar lento, pero seguro en el que firmó cuatro tablas y dos victorias con cinco goles a favor y tres en contra y en el que el tope de disparos a puerta, cinco, fue en el 0-0 con el Ibiza.

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Para codearse con los mejores Xisco consideró que tenía que acelerar el ritmo de puntuación y que para ello el equipo debía ser más valiente. Declaró que los empates ya no le valían y el Huesca obtuvo marcadores como las victorias contra el Cartagena (0-3) y el Mirandés (4-0), y el empate a tres con el Oviedo. Sin embargo, la deseada sucesión de triunfos no se produjo y el fútbol desplegado se fue deteriorando. Hasta el momento, la última ocasión en la que alineó juntos a tres centrales fue en el recibimiento a Las Palmas, un 0-0 en el que los suyos registraron su porcentaje de posesión más bajo del curso, un 32%, y en el que solo realizaron un disparo entre los tres palos.

Para el siguiente compromiso, en Alcorcón (1-0), el técnico desempolvó la línea de cuatro defensas e hizo que Escriche, acostado en una banda en los partidos anteriores, pasase a acompañar en el ataque a Poveda. La primera parte de lo que acabaría siendo un batacazo frente al colista ya no auguró nada bueno y al descanso, en una medida alejada de los usos de Xisco, para recolocar al bloque en un 4-3-3 ordenó tres cambios dando entrada a Pablo Martínez, Mosquera y Mateu. No hubo una mejoría sustancial y de hecho llegó el gol en contra frente al que solo se opuso un tiro bien dirigido.

Las malas sensaciones no le apartaron ante el Burgos en El Alcoraz del camino retomado. Buena parte de los problemas que ha sufrido en sus últimas actuaciones el Huesca se han derivado de la incapacidad para manejar el ritmo del partido. Por ello, aunque mantuvo el trivote en la medular, buscó más consistencia. Por delante de la defensa quedaron Timor y Mosquera, y como enlace de Poveda, Pablo Martínez. El ala izquierda fue para Mateu y la derecha, para Seoane.

Como en los primeros partidos de Xisco, el juego no fue brillante, pero sí práctico. El Huesca solo tiró a puerta dos veces, el Burgos, ninguna y el definitivo 1-0 fue en propia. Los tres puntos alejaron el fantasma del descenso, situado ahora a la misma distancia que el ‘play off’ a falta de diez jornadas, once puntos, y evitó la destitución del entrenador.