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Incómodos en el barro

A la SD Huesca se le atragantan partidos como el que le ha planteado el Racing de Santander, un equipo inferior que ha sabido jugar sus bazas y casi logra el objetivo.

/ / Foto: Rafa Gobantes..Partido Huesca-Racing Santander / 13-10-19 / Foto Rafael Gobantes [[[FOTOGRAFOS]]]
Ferreiro trata de proteger la pelota ante Kitoko y Lombardo.
Rafael Gobantes

El Racing de Santander ha dado a la Sociedad Deportiva Huesca una tarde de perros, de crudo invierno en una jornada de temperatura tan agradable. De Segunda División, en suma. El cuadro cántabro ha plantado ante los azulgranas un espejo deformante pero apegado a la realidad. Esto es la categoría de plata más rugosa, sin espacios cómodos ni zonas de confort. Y a los oscenses les cuesta un mundo adaptarse a entornos hostiles. El análisis sería el mismo antes y después del gol de Ivi López a los 95 minutos. De hecho lo reflejó, siempre crítico, el técnico en la sala de prensa.

Míchel sigue buscando la manera de estimular a un grupo que se bloquea cuando le llegan mal dadas. Al menos, ha logrado empatar. La remontada no ha resultado completa porque Luca Zidane, el hijo de Zinedine, se ha estirado como la leyenda de su padre en varias intervenciones durante la segunda mitad. Y el Racing ha adoptado un tono menor, de equipo que se sabe inferior y, asimismo, acomplejado cuando inició el carrusel de desvanecimientos, mareos y lesiones varias. Espoleado, por cierto, desde un banquillo visitante que no quería jugar a nada.

Al margen de esta actitud censurable, y a la que el colegiado no puso coto alguno, el Huesca se ha manejado con una superioridad remarcable siempre que el oponente le ha tratado de igual a igual. Un equipo con calidad siempre es mejor ante otro contendiente que expone el talento como principal atributo. Cuando, en cambio, se agarra al orden y la defensa surgen los problemas. El entrenador del Racing, Iván Ania, había advertido en la previa de que el oscense era el equipo más combinativo de Segunda División. Lo que era una manera velada de decir: "Ahora llegaremos nosotros para evitarlo".

Lo ha conseguido hasta el 95. Un minuto de partido que suele ser exponente de poco, que premia y castiga de manera normalmente aleatoria. El Huesca ha llegado al último suspiro por detrás en el marcador debido al fenomenal ejercicio defensivo de los visitantes y al atasco de piernas e ideas que suele acompañar a los azulgranas cuando han de remar con la corriente en contra. Okazaki ha desaparecido, empequeñecido entre los fenomenales centrales racinguistas. Juan Carlos, bullicioso, se ha estrellado contra el meta que hace solo unos meses encajó en el Santiago Bernabéu los goles de Cucho y Etxeita.

Así, ha sido el momento de un héroe inopinado, Ivi López, y de un obrero comprometido con la causa, Jorge Pulido. El extremo madrileño sabe que ha fichado por el Huesca para darle fogonazos de talento como del de este domingo. Que ha de escalar altas montañas para hacerse con un sitio en el once titular y que no había terminado de aprovechar las oportunidades que le había otorgado Míchel Sánchez. Por ello, el derechazo seco, inapelable que sirvió el gol del empate cuenta con un valor incalculable para el madrileño de cara a futuras batallas en el fango.

Y el talante del capitán, echándose a las espaldas a los compañeros, señalándoles con el dedo el camino hacia la meta rival y dando el tanto a Ivi cuando el partido se moría, es todo un ejemplo. De que cuando el talento no alcance habrá que recurrir a atributos más primarios. De que no hay que reblar pese a que el césped se encuentre repleto de cepos. El empate ejemplifica el antídoto para reinar sobre partidos incómodos: la mezcla perfecta, no imposible, entre la determinación por una causa común y la calidad que a esta plantilla se le cae de los bolsillos.

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