Popovic dice adiós a la cabina

El técnico vivió su último encuentro de suspensión encerrado en una pequeña cabina de prensa de El Toralín. Como ha sido costumbre, estuvo acompañado por Martín González

Popovic, en la cabina de prensa de Ponferrada
Popovic, en la cabina de prensa de Ponferrada
Asier Alcorta

El círculo se cerró en El Toralín. Ranko Popovic vio expirar su periodo de sanción de cuatro partidos y Lesma López, el hombre que escribió en el acta de Mallorca las líneas de condena del entrenador serbio, se reencontraba con el Real Zaragoza.


El árbitro, que se sabía mirado con lupa, pasó de puntillas por un partido disputado con modales limpios, de guante blanco y en el que acertó en las jugadas más delicadas.


Todas y cada una de ellas las observó desde el exilio de la grada Ranko Popovic.


La Segunda División es Segunda División para todos. El Toralín es uno de esos lugares entrañables que esconde la categoría. Un estadio de algo más de ocho mil personas de aforo, recogido, compacto, muy familiar. Tiene una larga visera soportada por unas vigas robustas y azuladas que resguarda las gradas. Es muy parecido en su aspecto y arquitectura a Los Pajaritos de Soria.


En el Toralín, abundan el calor y el cariño con el que los trabajadores del club cuidan los detalles del partido (el recibimiento a periodistas, directivas y afición rival, una sala de prensa impecable, un trato cercano, la dedicación de jardineros y acomodadores…), pero no es un estadio excesivo en comodidades para casi nadie, del mismo modo que no lo es La Romareda.


Para la Ponferradina, la Segunda División es una aventura bien diferente a la del Real Zaragoza. Es un premio, no un castigo. Un club acostumbrado a las categorías de bronce del fútbol español vive estos días, con la posibilidad de la promoción de ascenso a Primera ahí al lado, con un ánimo bien diferente al Real Zaragoza.


Para los aragoneses, la sexta plaza es una obligación de carácter histórico, con todo lo que ello genera. Pero para la Ponferradina son días que se viven bajo un estado de entusiasmo y cercano a la diversión.


El Toralín ubica a la prensa en unas pequeñas cabinas compartimentadas. Apenas hay un metro de anchura en algunas de ellas. Y dos de altura a lo sumo. Hay un par de decenas, aunque algunas son dobles.


A una de esas fue a parar en la mañana de ayer Ranko Popovic. Muy cerquita del propio terreno de juego, habida cuenta de que el estadio tiene las tribunas bajas, pero aislado del banquillo.


Popovic se refugió en esa cabina acompañado del director deportivo Ángel Martín González, sentado a su derecha, y Javi Suárez, ojeador del club, quien a falta de espacio se vio el partido de pie en la misma cabina.


Popovic vive los partidos con serenidad. Las nuevas tecnologías acercaban sus órdenes y ajustes al banquillos. Sufrió con los resbalones de sus futbolistas y le salió brevemente el nervio serbio cuando Lesma López no sancionó con amarilla alguna falta que a su entender la merecía. También con alguna imprecisión en el pase de algunos futbolistas.


El gol lo celebró con intensidad, igual que Martín González, quien vive los partidos con algo más de excitación. Festejaron el remate de Borja Bastón con un sonoro grito al que respondió seis minutos después la afición de la Ponferradina que se sentaba justo debajo.


Marcó Andy para el equipo del Bierzo y los gestos de la grada fueron claros, como diciéndole "y ahora qué, campeón".


La próxima semana, contra el Albacete, Popovic regresará a su entorno habitual. Recuperará el testigo que le ha cedido un mes a Vlado Grujic y volverá ponerse de pie delante del banquillo, dejando atrás la grada y las cabinas de prensa.