Real Zaragoza

El polvorín del Real Zaragoza

La decisión de abrir la puerta a Paredes, Movilla y José Mari enciende la llama de una nueva hoguera en los difíciles escenarios del Real Zaragoza.

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Ha tomado Jesús García Pitarch la iniciativa de abrir un nuevo frente en las hogueras que tiene encendidas el Real Zaragoza. Y ha prendido la mecha, además, al lado del polvorín, en el mismo corazón del equipo.


Su decisión, telegrafiada con antelación, de abrir la puerta para su salida a Movilla, José Mari y Paredes -que no tienen por qué ser los únicos- ha sembrado de dudas y desconfianza un vestuario de por sí inquieto y timorato, que ha elegido el camino de la unión para hacer frente común ante el problema.


El director general se ha atrevido con la cuestión más sensible, el equipo, para hacerle partícipe de la grave crisis de la entidad. Aunque, sin duda, el gesto tiene repercusiones en el ámbito institucional -ya que, sin duda, puede pasarle factura a la propia directiva- y en el deportivo -ante el impacto que la medida va a tener en el rendimiento del equipo en los próximos compromisos-.


Al margen del sentido y la oportunidad del gesto, la iniciativa pone de relieve la profunda endeblez de la estructura blanquilla, obligada a hacer partícipe al vestuario de sus errores de planificación y gestión. Porque no cabe duda de que semejante actuación deriva de un desorden en la forma de proceder de los órganos directivos del club.


La decisión -de calado profundo porque deja tocado al vestuario- se produce además justo después deuna absurda Junta General, en la que ningún dirigente -bien porque no quiso, bien porque no era su escenario- dio la cara por el Real Zaragoza. 


Y entre gesto y gesto, entre desorden y desorden, el zaragocismo -dolorido y agotado- sufre al ver precipitarse a su equipo sin que nadie sea capaz de sujetar su brida.


García Pitarch ha encendido la mecha aún más cerca del polvorín.