Real Zaragoza

Una temporada partida en dos

El Real Zaragoza terminó 2012 entre promesas e ilusiones. Pero las navidades no sentaron nada bien a los de Jiménez.

Imagen del encuentro entre el Real Zaragoza y el Atlético de Madrid
Zaragoza-Atlético de Madrid_3
EFE

¿Quién hubiera imaginado el 22 de diciembre semejante desenlace final? Aquella noche el zaragocismo concilió el sueño con suma facilidad. El Real Zaragoza se llevaba los tres puntos de un campo tan complicado históricamente como San Mamés. Lo hacía con plena solvencia, sin titubeos, con dos certeros zarpazos de Apoño -desde el punto de penalti- y de Postiga -que aprovechaba un mal despeje del arquero rojiblanco-.


Nadie, cuando el pasado año echaba el cierre, sospechaba la tormenta que se venía encima. Incluso algún incauto hablaba de superar, a final de temporada, la zona meridional de la tabla clasificatoria. La realidad del club y las limitaciones de la plantilla no daban para pensar en el asalto de Europa, pero ni mucho menos para plantear el debate sobre un posible descenso, que ha resultado tan cruel como justo.


El club entró en 2013 con el pie izquierdo. El de Romaric, quizá. Fichaje estrella y puntal básico en el once Jiménez durante las primeras jornadas. Pronto dejó entrever un estado de forma alejado de las exigencias de la élite. La Romareda, primero, y el míster, después, acabaron por desterrar cualquier esperanza puesta en el costamarfileño. Un inesperado Movilla ocupó su puesto con garantías. Pero 38 años son demasiados para soportar el peso de un equipo durante otras tantas jornadas.


Enero maldito

Y en estas llegó enero. Los titubeos y el escaso fútbol ofrecido a principio de temporada (especialmente en los choques como local) regresaron, y lo peor es que lo hicieron para quedarse. Hasta quince jornadas tardó el Real Zaragoza en conocer de nuevo el triunfo. Una losa de la que no ha podido deshacerse a tiempo.


Pero, ¿qué ha fallado en este equipo? El tramo inicial del campeonato ofreció algunas pistas, ocultadas por los buenos resultados de las jornadas intermedias. Tanto en el arranque como en la segunda mitad del torneo el Zaragoza ha mostrado evidentes desajustes defensivos, a pesar del buen inicio de Sapunaru en la banda derecha, del crecimiento de Abraham en el otro costado y de la rápida adaptación de Álvaro en el eje de la zaga.


Precisamente ahí, junto al central de Potes, emergieron las primeras dudas. Ni Jiménez le encontró una pareja, ni la cohorte de Agapito la consiguió cuando tuvo oportunidad. Paredes no ha recuperado en ningún momento el buen hacer de los últimos partidos de la 2011/2012. Loovens mostró buenas maneras al inicio, insuficientes como se ha acabado demostrando. Lanzaro, sin explicación aparente, no ha contado para el de Arahal.


Y la economía de guerra, unida a una más que cuestionable planificación deportiva, han hecho el resto. Lo mismo ha ocurrido en el centro del campo. El declive físico de Movilla y las contínuas molestias físicas de Apoño evidenciaban, ya desde enero, la necesidad de un tercer pivote de categoría. Pieza fundamental que no llegó ni en invierno, ni el plazo extra concedido por las lesiones de Álamo y Zuculini.


Lesión, la del argentino, que se ha demostrado más importante de lo que en un principio parecía. Esta era la temporada de 'Zucu'. Sus primeros partidos (a excepción de la lamentable aparición contra el Deportivo) mostraron un jugador nuevo, lleno de competitividad. Más centrado, conocedor de su rol. Para el recuerdo queda su sprint con Spahic en la banda oeste del municipal. Para el museo, su gol en Vallecas, el número 5.000 del Real Zaragoza en Primera División.


Postiga y Montañés, los mejores

El frente ofensivo ha sido otro cantar. Postiga y Montañés han sido, con diferencia, los más regulares durante todo el campeonato liguero. El portugués se ha fajado, prácticamente a solas, con todas las defensas de la Liga. Pero pesar de vivir a varias yardas de sus compañeros, el luso ha firmado su mejor registro goleador. Entretanto, el extremo procedente del Alcorcón ha superado, con nota, su primera campaña en la élite.


De Víctor, sin embargo, no se puede decir lo mismo. Arrancó con brillo, apuntando alto. Pero el invierno le dejó frío, muy frío, como al resto del equipo. Un invierno que, igual que ocurre en el plano meteorológico, se ha prolongado demasiado.


De este modo, congelado, se despide el Real Zaragoza de Primera, tras una temporada partida en dos. Prometedora en su punto medio, y terrible, de pesadilla, una vez alcanzada la meta final.