Real Zaragoza

Una Navidad diferente

Después de una cadena de años convulsos, el Real Zaragoza observa con esperanza el futuro y, de la mano de Manolo Jiménez, disfruta de un tiempo nuevo.

Hace apenas un año, el Real Zaragoza abandonaba San Mamés derrotado, desnortado y hundido anímicamente. El conjunto aragonés, de la mano de Javier Aguirre, trataba de encontrar sentido al sinsentido de su trayectoria liguera, apeado además de la Copa del Rey por el Alcorcón.


Aquel Zaragoza, del que emprendieron la huida jugadores como Fernando Meira o Leonardo Ponzio –autor de un gol en aquel partido y referencia teórica para el zaragocismo-, se colgaba del precipicio de un descenso a Segunda División que entonces ya se anunciaba.


Con un grupo de consejeros liderados por Salvador Arenere, que llegaron y se fueron, dejando a la entidad en peor situación de la que estaba, desembarcó en la parcela técnica un Manolo Jiménez que no podía ni imaginar lo que se iba a encontrar y el rocambolesco periplo que capitaneó hasta una asombrosa salvación deportiva.


Con ser grave, no era esa una trayectoria inhabitual en la formación blanquilla. El año anterior, precisamente el mejicano Javier Aguirre había tomado las riendas de la escuadra para intentar rehabilitar a un Real Zaragoza al que la fortuna dio la espalda bajo la batuta de José Aurelio Gay y Nayim. No mereció aquel equipo el castigo de tan mala ubicación en la tabla, pero la ley del fútbol derrocó al técnico madrileño.


Pero Gay ya había aterrizado en el equipo aragonés para tratar de aliviar al equipo de una situación comprometísima, también en época de Navidad, después de aquella derrota del Real Zaragoza en La Romareda, precisamente contra el Athletic, que le costó el puesto a Marcelino García Toral, en contra de la opinión clara y contundente de todo el estadio y del zaragocismo. La mano del técnico y la revolución vivida en el vestuario con la llegada de jugadores como Roberto, Jarosik, Suazo, Contini, Eliseu o Colunga, permitió también al equipo blanquillo resucitar desde una posición delicadísima.


Una cadena de Navidades convulsas, heredadas de la comprometida gestión de Agapito Iglesias al frente del Real Zaragoza. Y que se ha roto este fin de año, como deseado anuncio de una prometedora segunda parte de la temporada.


El Real Zaragoza no es el mismo. De la mano de Jiménez –y con Agapito Iglesias al menos un par de pasos por detrás-, el equipo ha cerrado 2012 con una brillante victoria en la Catedral que ha dado serenidad al equipo en la tabla y un plus de prestigio merecido. Además, el equipo atisba un prometedor panorama en la Copa del Rey, en donde debe dejar en la cuneta al Levante. Y mirará entonces al irregular Sevilla que entrena de momento Míchel.


Cuando aún quedan dos jornadas para acabar la primera vuelta, el cuadro aragonés ha cumplido con la solicitud de Manolo Jiménez -22 puntos-; pero, aún más allá, el equipo transmite nuevas sensaciones, se ve capaz de encararse con cualquiera –como ha demostrado- y tras las experiencias de la primera vuelta, se ve con opciones de dar un salto cualitativo en sus aspiraciones.


Ahí se concentran las esperanzas. La realidad es que el Real Zaragoza vive hoy, sin duda, una Navidad diferente.