Real Zaragoza

El tiempo y los resultados limitan el oxígeno

Jiménez y los jugadores del Real Zaragoza han de espabilar. Tras siete partidos y dos meses de competición, el próximo duelo en Granada, al que acuden sin escudo ni atenuantes, les exige un triunfo convincente

En los últimos años de agapitismo, es decir, de mala gestión deportiva y societaria, de alboroto generalizado alrededor -y dentro- del equipo, de horribles resultados, de malas clasificaciones, de fracasos en los fichajes, de destituciones en el banquillo y, por fin, de algaradas y guerrillas fratricidas entre el zaragocismo, no se había observado hasta ahora una sensación de comprensión y sentido de responsabilidad tan extendida como la que ha reinado, con alguna notoria excepción, en el arranque de esta Liga 2012-13. Casi nadie ha sido ajeno a las difíciles circunstancias en las que está sobreviviendo esta SAD posconcursal y se ha dado a Manolo Jiménez y sus muchachos un margen de maniobra notablemente más ancho del que disfrutaron, en similares tránsitos al que está llevando a cabo el Real Zaragoza este año en los albores de la temporada, sus antecesores Aguirre, Gay y Marcelino en el trienio precedente.


Son tiempos de paciencia, de búsqueda de una cierta estabilidad emocional, de un intento por alcanzar (siquiera rozar) el sentido común por el bien general. Desde dentro, durante el verano, se emitieron gestos de cambio, por fin, tras muchos empecinamientos nocivos en eras pretéritas. Se mutaron costumbres tóxicas. Se vendió una propuesta diferente que, en momentos de honda depresión y con el futuro asomado al abismo mortal, no queda otra que creer y en la que confiar. De lo contrario, la única salida es pedir al mundo que se pare y bajarse, algo a lo que unos cuantos miles de zaragocistas siguen renunciando por mucho que su fe no abarque montañas. Y en esas estamos, camino de la mitad de octubre, con el nuevo equipo diseñado por Jiménez en precarias condiciones metido en la zona baja de la tabla y con palmarias dificultades para mantenerse a flote con cierta solvencia.


Resulta evidente que, tras haberse consumido las siete primeras jornadas, tras haber dispuesto ya de dos meses de competición oficial (el circo empezó este año el fin de semana del 19 de agosto), el próximo partido en Granada, a disputarse el domingo día 20 del presente octubre, tiene ya una cara bien distinta a los que hasta ahora ha acometido la plantilla zaragocista. El oxígeno ya no es tan puro. Los marros han sido tantos y de tanta importancia para la clasificación del equipo que la pausada respiración que, hasta hoy, ha podido disfrutar el Real Zaragoza va a convertirse en un jadeo agonístico en busca de puntos y victorias, por la cuenta que les (nos) trae.


Dos meses de moratoria son un tiempo prudencial en cualquier negocio. Dos meses de tregua son un periodo más que considerable en cualquier relación tirante o cargada de sospechas. Y, dentro del zaragocismo, casi nadie ha dudado en otorgar ese tiempo a este equipo que volvió a coserse tarde, con puntadas de hilo dispar y sin cerrar bien varias de sus sisas.


En este bimestre, los muchachos de Jiménez solo han sabido (podido) sumar 6 puntos. Escasísima cosecha calendario en mano. Insuficiente crédito material visto el percal con el que se han enfrentado. Se echan en falta aportaciones de fichajes que, a estas alturas y pese al deterioro físico que presentaban a su llegada, ya deberían haber alcanzado la velocidad de crucero: Romaric, Apoño, Montañés, Wílchez, Babovic, Álamo, Loovens... Por hache o por be, no ha sido así y el tiempo juega en contra de sus circunstancias. Y viene por el horizonte un calendario tremendo, ese Tourmalet con el Sevilla, el Madrid y el Barça afilando colmillos en apenas unos días.


La clasificación, como el algodón, no engaña. Ese es el valor bursátil en el mundo del fútbol que a nadie indulta y del que nadie puede pretender escapar indemne si los valores son negativos y la prima de riesgo –infeliz compañera de viaje en la vida civil- aprieta el gaznate.


Por eso, aunque la voluntad de muchos zaragocistas, viendo el hábitat en el que están desarrollando su labor Jiménez y sus chicos, siga siendo proclive a la tranquilidad, el pulso medido y la clemencia en días obtusos, el fútbol no entiende de excusas cuando la pelota no entra en las redes rivales, no se ganan partidos y el equipo se mete en problemas clasificatorios.


Granada es un partido frontera. Al menos, es una primera barrera donde obtener el salvoconducto para demorar unos días más ese acuerdo tácito de paz y sosiego ambiental alrededor del equipo. De no ganar en Los Cármenes, el oxígeno va a faltar por arrobas. Hasta hoy, casi nadie ha querido llamar al mal tiempo, pese a que sus predicciones empíricas (la experiencia, en cuestiones meteorológicas y futbolísticas, es siempre un grado) así invitaran a hacerlo. Pero sí que, al menos como terapia de prevención, muchos ven conveniente ir vacunándose y anticiparse a la llegada de un virus nervioso que, en años precedentes, tanto daño ha hecho. Estamos en el tiempo. Y la sintomatología es parecida. Dios quiera que el Real Zaragoza sea capaz de salir airoso y con 3 puntos de Granada. Si no, ya tenemos aquí a la fiebre.