El lastre de la rutina

Hay rutinas que pesan demasiado, con las que resulta muy difícil romper. Y al Real Zaragoza le descompuso en su estreno el lastre pesado de su pasado inmediato.


Un equipo demasiado parecido a sí mismo; un conjunto aún por formar, frágil, con un buen puñado de carencias y demasiadas necesidades no fue capaz de doblegar a un recién ascendido Valladolid. Y eso no estaba en el guión del zaragocismo.


Es verdad que el equipo de Manolo Jiménez despegó con otro aire, con otra cara. Se empeñó por ofrecer formas para ilusionar a una parroquia admirable, a la que no le asustó el despropósito de un horario absurdo.


Pero aquella fuerza murió como la de la gaseosa y al Zaragoza se le aparecieron los fantasmas. Al cuadro aragonés le pasa factura esa revolución inconclusa, en la que todavía se encuentra inmerso. Que pesó demasiado en La Romareda.


Ha sido solo el despegue, pero es también un aviso. Porque ni Zaragoza ni el zaragocismo merecen una mirada atrás.