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El Real Zaragoza ya prepara su 'final' en Lugo frente al... penúltimo

Escribá dirigió este lunes un entrenamiento ordinario pos partido tras el enésimo patinazo, esta vez contra el Burgos en La Romareda, en el inicio de una semana de enorme trascendencia. 

Los jugadores del Real Zaragoza, conjurándose segundos antes de comenzar el partido de este domingo ante el Burgos.
Los jugadores del Real Zaragoza, conjurándose segundos antes de comenzar el partido de este domingo ante el Burgos.
Toni Galán

Ciudad Deportiva, 10.30 de la mañana. Lunes de amarga resaca, otra vez. Frío helador en el ambiente, apenas 1 grado sobre cero, cierzo potente. El Real Zaragoza rumia su 21º partido de lo que va de liga (de 29 jugados) sin haber conseguido ganar. El 0-0 frente al Burgos, consumado 16 horas antes en La Romareda, aún duele en el ánimo de todos los protagonistas, jugadores, técnicos y auxiliares. 

En este escenario de finales de febrero, Fran Escribá dirigió una sesión de entrenamiento ordinaria pos partido, con los titulares por un lado, tonificando músculos y aliviando golpes, y con los suplentes y quienes jugaron pocos minutos por otro, cumpliendo con las rutinas en un día de trabajo descafeinado sobre la hierba. A estas alturas de temporada, camino de la jornada 30 ya, sumidos en una crisis de rendimiento preocupante, da igual citar que el boliviano Quinteros volvió a la hierba muchas semanas después (es una pieza residual, este fichaje sinérgico) o que el joven del filial Vaquero fue llamado para apoyar determinados ejercicios. Esto es pura anécdota, datos superfluos. No interesan a nadie, pues lo nuclear en cada paso que da el Real Zaragoza en estos delicados momentos está muy por encima de las individualidades accesorias. 

Escribá ha empezado a preparar la 'final' de Lugo. El siguiente duelo llevará al cuadro zaragocista a la amurallada ciudad del interior de Galicia el próximo sábado, en un interminable viaje en autobús de más de 8 horas de autovía. El partido en el Anxo Carro lucense será el domingo a las 18.30. Y sí, es una final. Como ya lo era el envite con el Burgos, aunque el modo de jugar del Real Zaragoza no se aproximara, ni por asomo, al ritmo y el nivel de juego que exigen las finales. 

Zapater, el capitán, había dicho el jueves anterior que el equipo jugaba finales hace días pero que no se lo creían, que no se mentalizaban adecuadamente, que eso había que cambiarlo de raíz. No se apreció nada nuevo en el empate sin goles y sin nada de nada de reacción con los castellanos hace unas horas en La Romareda. Ni el tono dentro del campo ni el ambiente alrededor del partido era de 'final'. Parece que no solo los jugadores son incrédulos ante lo que se puede estar avecinando. En el zaragocismo también hay un amplio cupo de confiados en que la situación no está tan seria y que va a solventarse por intervención del santo advenimiento.

Fran Escribá, que lleva tres semanas emitiendo mensajes cifrados (voluntaria o reflejamente, está por discernir) que denotan cierta incomodidad, cierto malestar, cierto temor, tiene ante sí una semana de manejo de la teclas psicológicas de la plantilla. Tan importantes, o más (que se lo diga a su colega Juan Ignacio Martínez 'Jim') como las futbolísticas, que necesitan -estas- una revisión y reparación en profundidad para poder tener opciones de ganar los partidos que aún necesita el Real Zaragoza para alcanzar el ras de la permanencia matemática en la categoría de aquí al 28 de mayo. 

Lugo es 'la final'. Los muchachos que componen la actual plantilla deberían acometer la encomienda con ese lema en su cerebro. Escribá y su cuerpo técnico han de ser capaces de imbuir este ideal en todo el mundo ahí dentro. Y este lunes, contando con que el martes es el día de descanso que manda el convenio y no se verán las caras hasta el miércoles, el preparador valenciano ha empezado a inocular las primeras dosis de autoconvencimiento de su tropa. 

El Lugo es el penúltimo. Será, pues, una final en el campo del segundo peor de la liga, con aires de desahucio en su caminar, lo que lo asemejan mucho al formato del Málaga hace siete días, experiencia que tan mal salió al Real Zaragoza, con aquella derrota por goleada (3-0) que encendió todas las alarmas. Una 'final' sui géneris, pero una final al fin y al cabo. Así son las finales de este Zaragoza moderno últimamente. Por la supervivencia. Por eludir la autolisis. 

El reto de Escribá es que el Real Zaragoza salga el domingo próximo a jugar su siguiente partido sabiendo lo que hay en liza. Que no haya tipos que salgan de la caseta como el que va otro día más a la oficina. No ganar en Lugo puede ser epicentro de temblores cuyo grado en la escala Richter no es posible predecir ahora mismo. Solo sirve vencer en el Anxo Carro. Por múltiples razones que se resumen en dos: porque el equipo blanquillo no puede caer a la zona de descenso en esta recta final del torneo (Zapater dixit) pues su capacidad de reacción en esa hipotética situación genera enormes dudas y porque el futuro de la entidad y del proyecto que ha nacido este año está en juego. ¿Serán capaces de entenderlo y de responder adecuadamente a este mandato? El domingo, a eso de las 8 y media de la noche, habrá un diagnóstico. 

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