segunda división

El Zaragoza no sale de pobre contra el Burgos

El equipo aragonés sigue sin ganar y sin recuperar el buen pulso y suma, frente al Burgos, un punto tras un partido equilibrado y en el que volvió a revelarse como un ataque inofensivo.

Fotos del Real Zaragoza conta el Burgos en la Romareda
Una de las jugadas del partido en la Romareda
José Miguel Marco

Tampoco al Burgos. Tampoco esta vez. El Zaragoza sigue sin ganar, sigue sin marcar goles, sigue sin afianzarse en La Romareda, y sigue sin convencer a casi nadie. Sacó un punto justo en todos los sentidos del término ante el Burgos. Un escaso y pobre garbanzo que apenas le llena la tripa y le mantiene con las alertas encendidas, pues la clasificación aprieta y muerde. Al menos, cortó la hemorragia defensiva tras siete goles encajados en dos partidos. 

El resumen, en esencia, es el de casi siempre. Al Zaragoza no le da para ganar partidos porque no le mete goles a casi nadie. Su incapacidad ofensiva, su debilidad en zonas de remates es desesperante. Al Burgos le valía el empate, por eso condujo el duelo a uno de tantos de la categoría en los que el detalle mínimo lo resuelve todo. Pero ese momento crucial nunca llegó. En pleno huracán de cierzo, el Zaragoza tuvo sus momentos entre el final del primer tiempo y el arranque del segundo. Pero no tuvo continuidad. 

Es cierto que apenas sufrió contra un rival que sabe moverse de cine en este tipo de escenarios. Todo lo contrario que un Zaragoza que no supo muy bien qué hacer cuando el duelo presentaba oportunidades, más allá de confiarlo todo a Bebé. A Escribá, el equipo se le ha gripado. No es el mismo. Le falta lo de siempre, calidad y capacidad diferencial. Pero, además, ahora la maquinaria colectiva apenas suma en un equipo que no termina de cuajar desde que se cayeron Mollejo y Azón. Su principal plan ofensivo fue el aclarado para Bebé. Que, como fuese, el portugués se hiciera la jugada con su nombre y apellido. Esa excesiva descarga de responsabilidades y esa dependencia de la inspiración y el cañonazo de un recién llegado lo explica casi todo.

A quien, por fin, le llegó el turno de la titularidad fue a Marcos Luna, en un digno y solvente estreno en tal condición con el primer equipo. Ante la grieta abierta en el lateral derecho en los anteriores partidos por Gámez y Larrazábal, el entrenador le dio su oportunidad al canterano, gran novedad en una formación a la que regresó Alberto Zapater al doble pivote y en la que Puche recuperó su sitio junto a Simeone en la delantera, una posición en la que el chico es un quiero y no puedo. Fran Escribá, de este modo, conservó el 4-4-2 y mantuvo a Pau Sans bajo las mantas del banquillo, tal y como había deslizado en la previa. No quiere quemar al juvenil en un momento de extrema necesidad, ni exponerlo a responsabilidades que no le tocan, ni medir si vale o no vale cuando una lengua de fuego cae del cielo, aunque muchas veces en la vida es mejor recibir un no a la primera que vivir siempre con la incertidumbre de que pudo ser un sí.

Al partido no se le tardó mucho en hallarle el trazo. El Burgos es un equipo que le apaga las luces a las tardes. Las introduce en un fútbol de ritmos bajos, control posicional y manejo de las situaciones. Procura que cuanto menos líneas tengan las crónicas, mejor para ellos. Viven, y viven bien, de que apenas se desencadenen sucesos dentro de los partidos y de la que pelota vaya debilitándose lejos de su área. El Zaragoza se vio arrastrado por esas intenciones en la primera media hora. El bloque medio del Burgos, bien posicionado y bien cimentado con la entrada de tres mediocentros de pulmón y cantidad como Atienza, Navarro y Mumo -una fórmula poco habitual en los planes esta temporada de Julián Calero-, negaba espacios interiores y vías de circulación.

El Zaragoza se vio empujado a los caminos exteriores, pues el Burgos se sabe muy superior a la mayoría de los rivales a la hora de cerrar su área, misión para la que Atienza se incrustaba entre centrales. Ahí, por arriba, ni Puche ni Simeone tenían nada que hacer. Así que Luna, en tres lanzadas por la banda derecha, metió tres balones abajo. El más claro no lo culminó Puche con un mal control.

El Zaragoza daba facilidades al Burgos para que desplegara su campo de minas y se acomodara en apenas 25 metros de andamiaje defensivo. Los aragoneses reiniciaban y reiniciaban desde centrales aun cuando el desarrollo de las jugadas indicaban verticalidad, agresividad y determinación. El Zaragoza ha perdido esa mirada afilada, y se sumergió en la intrascendencia de quien a también se le comen los miedos y la tensión.

Bebé quedó como verso aislado sobre el que intentar algo. El portugués sacó un disparo rotundo que paró Caro y Luna, después, mandó arriba. El Burgos estaba cómodo, pero tampoco inquietaba. Su vía de ataque era la espalda de Bebé, hacia donde se proyectaba como un cohete Areso para juntarse con Curro y traerle problemas a Nieto. Su mejor opción, en todo caso, fue un cabezazo de Álex Bermejo en una falta lateral nada más empezar el partido.

A Bebé le cuesta el retorno defensivo, pero de sus pies salían avisos serios cuando agarraba la pelota. Le cedió un balón a Simeone que el argentino no supo atinar. Justo en ese momento, Escribá mandó a Francho, que esta vez empezó en el sector izquierdo, al perfil derecho del doble pivote, su mejor zona, activando así a Sergio Bermejo. El juego comenzó a mezclarse mejor. Esa decisión marcó un punto de inflexión desde el que el Zaragoza creció. A Puché le faltó un número de pie más para desviar un buen pase de gol de Francho. Después, Caro le hizo un paradón a bocajarro a Simeone. Fueron las dos opciones más claras del primer acto. Zapater y Bebé también lo buscaron de lejos antes del descanso.

Al regreso al campo, el Zaragoza se entregó así a Bebé, como cuando Los Ángeles Lakers de la NBA dejaban todo en manos de Kobe Bryant y los demás abrían los ojos de par en par. Todos los balones iban al portugués y todos se los jugaba él: los triples, las asistencias, las penetraciones y los mates. Un par de tiros suyos y un pase delicioso con el exterior al que no llegó Puche confirmaron que el Zaragoza tenía las riendas del partido. Le faltaba determinación, dentellada, brío en los metros finales, como casi siempre, pero exhibía posibilidades de victoria.

El Burgos titubeó y se separó. Los dos equipos comenzaron a correr más. La historia era otra. Escribá vio que era un buen momento para Pau Sans. Salió al campo acompañado de Vada, mientras el equipo visitante recurría a Mourad, Valcarce y Fran García.

Tras los cambios, el encuentro se fue rompiendo y deslavazándose, aunque no sucedían grandes cosas en las áreas. Al Zaragoza le faltaba serenidad. Quería hacer muchas cosas y muchas a la vez. No enlazaba dos pases derechos. Un tiro de Curro encendió las alarmas. Mumo lanzó arriba en una jugada de estrategia. El Zaragoza se estiró y casi logra que Goldar se metiera en propia puerta.

El Burgos trató de controlar el asunto y recurrió a Zabaco. Un cambio que fue una declaración de intenciones, pues engrosó la defensa con un hombre más, un tercer central con el que defenderse de una acometida final del Zaragoza que en realidad no llegó porque no podía llegar: no tenía con qué, Simeone estaba muerto, nadie levantaba la cabeza ni filtraba un pase con intención. No le daba para más al equipo de Escribá, víctima de lo de casi siempre. Es inofensivo y no parece claro que vaya a dejar de serlo de aquí a final de temporada. Habrá que encontrar petróleo donde no hay.

Ficha técnica

- Ficha técnica:

0 - R. Zaragoza: Cristian Álvarez; Luna (Fran Gámez, m.73), Lluís López, Jair, Nieto; Bermejo (Vada, m.65), Francho, Zapater (Jaume Grau, m.87), Bebé; Puche (Pau Sans, m.65) y Giuliano Simeone.

0 - Burgos: Caro; Areso, Córdoba, Goldar, Matos (Fran García, m.72); Raúl Navarro, Atienza, Mumo (Zabaco, m.86); Curro (Juan Hernández, m.86), Bermejo (Valcarce, m.72) y Gaspar (Mourad, m.64).

Arbitro: Trujillo Suárez (Comité de Tenerife). Trujillo Suárez (Comité de Tenerife). Mostró tarjeta amarilla a Simeone (27), Atienza (58), Gámez (82), Vada (90).

Incidencias: Partido de la jornada 29 del campeonato de Segunda División disputado en La Romareda, con una asistencia de 17.281 espectadores. Tarde fresca y soleada, con 10 grados y un fuerte viento huracanado y frío. Terreno de juego en buen estado.

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