La voz del capitán

Alberto Zapater, en su comparecencia de este martes en la Ciudad Deportiva
Alberto Zapater, en la Ciudad Deportiva
Francisco Jiménez

De un tiempo a esta parte, la voz de Alberto Zapater suele estar vinculada a momentos delicados. Y éste, desde luego, lo es. Habla el capitán como es característico en él: desde el corazón, el sentimiento de pertenencia, la nobleza de su tierra natal y la experiencia que le ha dado vivir el fútbol en el Real Zaragoza desde las glorias a estos episodios oscuros, donde, sobre todo, se lucha por la supervivencia. Dice Zapater y se le entiende. No emplea los lugares comunes de la comunicación trasplantada. Tampoco usa subterfugios. De alguna manera, se crea enseguida una comunión entre su mensaje y quien le escucha, por ser sus palabras reflejo de lo que, seguramente, vemos de forma mayoritaria desde fuera. 

Por fin surge del vestuario una narrativa que lo acerca a su realidad. O, por lo menos, a la realidad del presente. Toca pelear de nuevo por la permanencia, por salvar la campaña punto a punto, partido a partido, hasta alcanzar la cota de la permanencia, como también fue así durante las dos temporadas anteriores.

La primera cita de este rango, calificada de final por el capitán, está fijada para el próximo domingo, ante el Burgos, en el estadio de La Romareda. Ya no se trata de mirar desde un ángulo u otro al rival, sino de mirarse a uno mismo y competir de forma aceptable, que es, precisamente, lo que en el fondo ha demandado Fran Escribá a sus jugadores en una larga charla de vestuario. 

¿Surgirá ese espíritu colectivo de estos concretos futbolistas?  Zapater ha hablado de lo que significa ser futbolista. De ser, además, futbolista de este club y de este Real Zaragoza, condición que implica un 'plus' de exigencia y responsabilidad, de saber estar y responder ante circunstancias complejas o de presión ambiental y social. La respuesta global depende que cada uno. En su origen, es una cuestión propia e intransferible.  

En campañas precedentes, Juan Ignacio Martínez contó con la ayuda fundamental de los goles precisos y valiosos de Iván Azón, así como de su exuberante energía, de cuya fuerza se alimentó el cuerpo entero del equipo. Pero, hasta aquí, no ha sido el caso para Fran Escribá, quien ha visto más al joven canterano entre algodones que a su servicio efectivo. Esta palanca no la ha podido activar el técnico valenciano. Incluso aquello que se comunicó como molestias o microrrotura en el joven canterano, a estas horas, después de días y días de gimnasio y bicicleta estática, no sabemos a ciencia cierta qué es. 

Para abundancia de problemas en la vanguardia, Víctor Mollejo, que había alcanzado un adecuado estado de forma, ha quedado fuera de combate para el resto de temporada.       

En todo caso, si por tercera temporada consecutiva vamos camino de un paso angosto y de cotas mínimas en Segunda, no es debido únicamente a incidencias de este tipo o a factores exógenos. Hay razones que echan raíces en el interior: la política de fichajes y las relaciones con las agencias de representación, la elección del perfil de los futbolistas, la apuesta por determinados '9' o las pruebas experimentales con varios entrenadores, sin que esta relación agote las causas que nos tienen aquí abajo. 

Están cargados de motivos razonables, por ejemplo, quienes se preguntan acerca de los porqués de Pape Gueye, quien llegó el pasado verano al Real Zaragoza con el aura de la gran apuesta y ha derivado en una sombra. Tanto es así, que en el seno del club, con el fin de protegerlo de los aires de La Romareda, ya se ha interiorizado que difícilmente se le puede alinear en los encuentros de casa. 

Nada cabe reprochar a Juan Carlos Cordero, director deportivo, cuando afirma que si el Real Zaragoza lleva diez temporadas en Segunda "por algo será". A estas horas, cuando se está decidiendo el sino de la actual campaña, el Real Zaragoza no cuenta con un verdadero delantero centro. Debe pensar en soluciones de coyuntura. O incluso en acudir al mercado del paro.    

   

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