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Real Zaragoza: de Gueye a Azón

El cambio entre delanteros impulsó al descanso el vuelco al marcador y desveló la naturaleza revitalizante del canterano, el verdadero ‘9’ del Real Zaragoza

Foto del partido Villarreal B-Real Zaragoza, jornada 23 de Segunda División
Foto del partido Villarreal B-Real Zaragoza, jornada 23 de Segunda División
OMAR ARNAU - LOF

La noche y el día. El paso de Gueye a Azón fue exactamente eso. Un amanecer en el que el Real Zaragoza levantó las persianas, se asomó al fútbol oceánico y abnegado de su delantero canterano y descubrió un partido nuevo, otra historia, un despliegue con el que quedarse satisfecho. Aunque Escribá se esforzó en la rueda de prensa en evitar heridas de mala cicatriz al comentar las sustituciones del descanso, el Zaragoza cambió, despertó, latió, marcó y remontó porque su fútbol creció de punta a punta gracias al efecto de Iván Azón sobre todos los órdenes del juego.

La profundidad y los movimientos verticales de Vada también ayudaron, como lo hicieron, de igual modo, las sumas en su momento de Puche y Manu Molina. Pero, si el Zaragoza pudo levantar un partido por el que casi nadie daba ya un duro al descanso, fue porque tiene un chico de 20 años y gruesos pectorales que entiende el oficio de delantero con una asombrosa inteligencia, como si dentro de esa carrocería mecanizada y metálica residiera un cofre con los secretos de cómo debe moverse, cómo debe actuar y cómo debe comprender el juego un delantero moderno.

Azón entiende lo que es y lo que puede dar, y ese es su punto de partida Jamás intentará aquello que no puede sumarle nada al equipo. Y, desde esa premisa, el Zaragoza comenzó a labrar su remontada, cuando de la punta del ataque desapareció un inerte Gueye -sorprendente titular-, instalándose en ella Azón. La comparación entre ellos no ofrece resistencia, no porque al senegalés no sea ni necesario describirle las carencias. Ahí están a la vista de cada cual, del mismo modo que están las virtudes de Azón. El asunto, en este caso, no es Gueye, es Azón. En parecido punto en el que se encuentra el africano estuvieron todos los delanteros de mayor experiencia, credenciales o salarios a los que ha borrado del mapa desde que saltó al primer equipo con 17 años: el Toro Fernández, Alegría, Sabin Merino, Álvaro Giménez o Nano Mesa.

Azón ha acabado imponiéndose a todos y rescatando al Zaragoza del mismo modo que lo hizo en Villarreal. Su entrada nos enseñó que no es solo un gran delantero por todo lo que se aprecia en su figura, sino por todo aquello que se observa en las demás. Su impacto tuvo un efecto en todo el equipo y también en el rival, al que exigió, limitó y torturó hasta encerrarlo en su campo. El Zaragoza, subido a los hombros inacabables de Azón y alimentado por su aliento infinito, se estiró, encontró salidas, se asentó en los metros importantes, se aligeró y alcanzó el área. 

Azón portó la bandera de esas mejoras: cayó a banda con las astucia de un zorro, embistió como un toro en sus desmarques hacia el área, voló como un halcón para bajar balones y servirlos, picó como una araña con un gol de académica resolución y defendió como un gato. Azón suma cuando el equipo ataca, pero sobre todo cuando defiende. El Villarreal, con él en el campo, se encontró con las puertas cerradas. Con Gueye, como se vio en el segundo gol amarillo, no es así. El africano tiene sus límites ofensivos, pero sobre todo defensivos al no comprender los mecanismos de la presión y del orden colectivo.

Recién salido de un infausto serial de lesiones y con los músculos aún tiernos; Azón está de vuelta. Se fue de Villarreal con un gol y con una participación decisiva en la inspiración del tercero, detectando el espacio débil del rival. Eso es Azón: un delantero que siempre genera, que produce luz con la fuerza de un sol.

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