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Más de la mitad de los partidos del Real Zaragoza de este curso, sin ver portería

En 12 de los 23 duelos jugados desde agosto el Real Zaragoza se ha quedado con el cero en su guarismo del marcador, señal alarmante.

Simeone lamenta un fallo ante la portería contraria en un partido en La Romareda.
Simeone lamenta un fallo ante la portería contraria en un partido en La Romareda.
Guillermo Mestre

La lesión de Simeone acaba de poner el acento en la más grave deficiencia que arrastra el Real Zaragoza, no ya este curso 22-23, sino en el último trienio de desaciertos en el diseño y construcción de sus plantillas. Que Giuliano no vaya a estar este sábado en Villarreal por un fuerte dolor de espalda que, además, amenaza con dejarlo K.O. durante más tiempo en adelante, ha puesto de relieve, en un solo golpe de efecto, la gravedad del problema que lastra al cuadro zaragocista una campaña más al carecer de los mínimos exigibles en un club profesional respecto de sus especialistas en marcar goles. Unas máculas de calidad que salpican a los delanteros y a la la segunda línea: mediapuntas, interiores y extremos.

Un dato, de los muchos chivatos que trufan los malos números del Real Zaragoza 22-23, resulta demoledor y no tiene parangón en ninguno de los demás compañeros de viaje de esta Segunda División: el equipo zaragocista se ha quedado sin marcar, con su guarismo en el marcador a cero, en más de la mitad de los partidos dirimidos: en 12 de 23 (incluyendo la Copa). Así no hay forma de construir una buena temporada futbolística en ninguna liga. Y, si esto sucede en una tan singular como la Segunda española, llena de trampas por cualquier rincón de la clasificación, de cada partido, de cada detalle en campo propio o en estadios y choques ajenos, se trata de un indicio de que el riesgo de despeñamiento a medio-largo plazo es cada vez mayor de no mediar remedio urgente.

Credenciales pavorosas

El Real Zaragoza se le quedó congelado (a cero en sus partidos) al primer entrenador, el fallido Carcedo, en nueve ocasiones de las 15 que lo dirigió desde el banquillo. Un dato concluyente que define, al margen del grado de calidad de la plantilla en la faceta ofensiva, el sistema táctico mediante el cual la manejó el despedido técnico que fue la apuesta primera de este proyecto. Nueve partidos de 15 sin anotar gol es una marca sin precedentes que tardará en batirse en Zaragoza. Fueron los tres primeros, ante Las Palmas, Levante y Cartagena. Y, después, los jugados ante el Mirandés (en Anduva), Eibar, Racing de Santander, Granada, Andorra y Alavés, este último en el episodio que significó su destitución fulminante. En estos nueve partidos, el efecto inmediato de no marcar un solo gol trajo consigo tres empates y seis derrotas. Es decir, la suma de tres de los 27 puntos litigados en esos envites. Sinónimo de catástrofe.

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Y al nuevo entrenador, Fran Escribá, que logró reconducir esta mala dinámica durante varios de sus primeros compromisos como zaragocista, el equipo ya se le ha calado, sin ser capaz de ver portería y terminando también con el cero en su generación goleadora, en otros tres partidos más. Fue en el anómalo y súbito estreno copero ante los ‘amateurs’ del Diocesano de Cáceres, en Albacete y, el último día, el pasado domingo en Zaragoza, ante el Mirandés.

La baja de Simeone, un aviso

Todo este viacrucis goleador que padece el Real Zaragoza –el zaragocismo en general– en los cinco primeros meses de competición ha tomado forma con Giuliano Simeone en el campo. O sea, ha sucedido a pesar de que el joven delantero cedido por el Atlético de Madrid, de 19 años y que el año pasado jugaba en la 5ª categoría del fútbol español, la Tercera RFEF madrileña, ha sido de lo poco salvable en las tareas de ataque, un pilar decisivo para que el estado de las cosas en la clasificación no genere más susto del que causa ahora mirarla.

Simeone es el más atinado rematador de un equipo sin remate. Lleva firmados seis de los ínfimos 18 tantos que toda la plantilla (hasta 30 jugadores han sido utilizados ya a estas alturas, otro récord) ha sido capaz de consumar en los 23 partidos oficiales. Este sábado, sin Giuliano, el Zaragoza pierde el grifo por el que han salido un tercio de su minúscula producción global desde agosto hasta enero. Es una bofetada de despertar ante el aturdimiento y sensación de languidez que envuelve al zaragocismo hace tiempo, asumiendo un presente sin sustancia como si esto fuese lo natural. Una actitud que, este año, incluso, está haciendo flotar en el ambiente la impresión de que se vive en una situación tranquila, sin peligro, pese a que el equipo, que ya ha debido cambiar de entrenador y director deportivo en noviembre, no ha conseguido salir del vagón de cola de la clasificación con firmeza en ningún momento del torneo.

O aparecen los goles con mayor fluidez y efectividad, o el destino del Real Zaragoza, como el año pasado y, sobre todo, el anterior, está abocado al sufrimiento. No es cuestión de letras, de filosofía. Es cosa de los números, las matemáticas, la ciencia exacta. Y ahora... sin Simeone. Más difícil todavía. 

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