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Raúl Amarilla: "La delantera Alonso-Amarilla-Valdano es probable que hoy no pudiera jugar en el fútbol actual"

El delantero paraguayo, de 62 años, es uno de los más destacados goleadores de la historia del Real Zaragoza, el ‘9’ del impactante equipo que dirigió en los ochenta el holandés Leo Beenhakker.

Raúl Amarilla, el 29 de octubre en el estadio Monumental de Guayaquil (Ecuador), antes de la Copa Libertadores.
Raúl Amarilla, el 29 de octubre en el estadio Monumental de Guayaquil (Ecuador), antes de la Copa Libertadores.
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En tiempos de añoranzas de goles y grandes delanteros, hablar de fútbol con Raúl Amarilla es una inyección de ánimo en la décima temporada consecutiva del Real Zaragoza en Segunda División.

¡Diez años ya…! ¿Cuál es la equivocación que cometen para no poder salir de ahí? Yo veo algunos partidos desde Paraguay a través de un canal que suele pasar los más interesantes de la Segunda española, Tigo Sports. Y es difícil entender desde la distancia cómo el Real Zaragoza sigue año tras año lejos de optar al ascenso.

¿A qué se dedica ahora?

Siempre estoy vinculado al fútbol. He sido durante casi cuatro años mánager del Olimpia de Asunción, ganando cinco campeonatos de liga seguidos, dos de ellos invictos. Atrás dejo ya mi etapa de técnico, incluso en la selección.

Paraguay no fue al Mundial.

Al fútbol paraguayo lo están cambiando en su modo de entender el juego. Y ahí está el error. Se quiere implementar otro sistema, más estándar, que lo está alejando de lo que siempre ha sentido el futbolista de Paraguay al jugar con su selección y en general. Quieren cambiar su forma de ser. Y eso va a ser muy difícil de conseguir y de digerir. Está sucediendo lo mismo en otros países de sudamérica.

La globalización del fútbol de toque, de posesión...

Antes, el fútbol nacía con uno. El futbolista de Paraguay, de Uruguay, de Argentina, de Brasil… teníamos nuestras características autóctonas. Ahora, hace ya años que se viene viendo una evolución hacia algo similar en todas partes. Le ha pasado a Chile, en buena medida también a Uruguay, a Colombia, a Venezuela...

En Paraguay usted es una estrella, de aquellas que triunfaban en Europa y se convertían en héroes.

Sí, pero las generaciones han cambiado mucho. Ya no se mira al pasado con el mismo cariño y respeto. Y hay que lidiar con este modo de comportarse de los jóvenes. Están cambiando mucho los valores en nuestra sociedad.

Desde el central Paulo Da Silva, hace más de una década aún en Primera, no viene ningún paraguayo al Real Zaragoza. ¿Por qué?

Creo que es porque el Zaragoza no ha encontrado nada sugerente en este tiempo en la liga paraguaya. Luego, también está el apartado de los agentes y representantes. Quizá eso también ha cambiado en los últimos 10 o 15 años por aquí. Hoy, en el fútbol de Paraguay y de esta zona, son los representantes los que mueven el mundo. Estamos viendo cómo son ellos los que imponen los jugadores que van a llegar a ciertos clubes o van a dar el salto a Europa. Antes era totalmente diferente.

Interesante apunte. ¿En su época no era así? ¿Cómo era?

El fútbol era de otro modo hasta el cambio de siglo. Éramos los futbolistas los que nos acabábamos imponiendo en las negociaciones, demostrando siempre dentro del terreno de juego nuestras cualidades. Los representantes te hacían caso, ejecutaban lo que tú les pedías y para lo que los contratabas. Hoy es justo todo lo contrario.

¿Recordemos cómo fue su llegada al Real Zaragoza con 19 años?

A mí me vino a ver a Paraguay Avelino Chaves. Y, con él, José María Minguella. Fui al Real Zaragoza en 1980 con 19, casi 20 años, pero Chaves ya me vio jugar con 17 en el Luqueño. Me fichó antes de que se me llevara otro club y al llegar a Zaragoza me cedieron al Racing de Santander porque estaban las plazas de extranjero ocupadas, que entonces eran dos. Uno era Jorge Valdano y el otro Marcelo Trobbiani, los dos argentinos y después campeones del mundo. En Santander, en Segunda, marqué 9 goles e hice una buena temporada, me gané la atención del Zaragoza y de la gente en España.

Cesiones útiles, bien vistas.

Sí. Ese año el entrenador fue Manolo Villanova y para el año siguiente se fichó al holandés Leo Beenhakker, que sería el que decidiría que yo me quedaba con el ‘9’ del Real Zaragoza al final del siguiente verano, pues Trobbiani había salido mal y se fue antes de tiempo. No lo tuve fácil, pues Beenhakker se había traído de Holanda un delantero centro, Tony Blanker, que se disputó conmigo la segunda ficha de extranjero junto a Valdano. Al final a él lo mandaron cedido al Salamanca, a Segunda, repitiendo mi caso.

Hubo goleadas apabullantes, un fútbol ofensivo maravilloso. Eso, visto lo que da de sí el fútbol y el Real Zaragoza de hoy con su inoperancia atacante, tiene que chocar para alguien como usted.

Las generaciones de futbolistas y entrenadores han cambiado tanto que el fútbol se mueve ya bajo otros sistemas. Hoy, aquellos partidos en La Romareda con siete, seis, cinco y cuatro goles a nuestro favor bastante a menudo, son imposibles de ver porque nadie plantea el juego de ese modo ni para lograr victorias así. Estamos ante otro fútbol, muy alejado.

¿Qué valdría hoy una tripleta atacante como aquella, Alonso-Amarilla-Valdano, que garantizaban más de 35 goles cada campaña?

No hace mucho me encontré a Jorge Valdano, en la final de la Copa Libertadores. Y hablamos exactamente de esto. Y coincidimos en la apreciación: ambos dudamos si nos podríamos adaptar a los sistemas que imponen hoy en día la inmensa mayoría de los entrenadores. No supimos decir si sí.. o si no. Es posible que hoy no pudiéramos jugar juntos en este fútbol actual.

Eso es admitir el deterioro de la calidad de este deporte.

Hasta hace 15 o 20 años el fútbol era uno y ahora es otro. Hoy en día se pone como primer valor para cada futbolista el trabajo. Por encima de la calidad. Los delanteros específicos, los goleadores de área, los cabeceadores especialistas, han ido desapareciendo. Los entrenadores quieren unos parámetros de trabajo preestablecidos que dejan de lado cualidades que antes eran sobresalientes y hoy no cuentan apenas.

Las modas van y vienen. ¿Cree que el fútbol podrá volver algún día a recuperar aquella esencia?

Lo veo muy difícil. Desde las categorías formativas, todos los clubes del mundo aplican el mismo sistema de jugar. Es algo que envuelve a casi todos los entrenadores, con alguna excepción como Guardiola y poco más. No creo que nadie pueda inculcar en un equipo sus criterios como, por ejemplo, hizo Beenhakker con nosotros en el Real Zaragoza. Lo hemos visto en el reciente Mundial de Catar. El 95 por ciento de las selecciones han jugado a lo mismo.

Se ha acabado con el futbolista de calle. Falta atrevimiento, improvisación, sobra mecanización.

El fútbol del barrio, de los potreros, ha sido la escuela de los grandes futbolistas durante un siglo. Aquellos cinco contra cinco, siete contra siete, te hacían sacar las picardías, las destrezas con el balón. Con naturalidad. Sin guiones de nadie. Te movías intuitivamente. Algunos jugábamos a todo: yo hacía atletismo y tenía un equipo de baloncesto además de jugar al fútbol. Hoy, desde niños, los futbolistas tienen prohibidas estas cosas.

¿Qué fue Beenhakker para el fútbol español y para ustedes, sus pupilos?

Leo fue un innovador. Dejó una señal muy positiva para el fútbol en España, mostrando cómo se podía hacer un gran espectáculo cada día en un equipo que no era de los dos o tres grandes y ricos de la liga. Fueron años muy buenos, inolvidables. Claro, cuando alcanzamos un momento óptimo, el equipo se rompió porque nos fuimos yendo todos a clubes con mayor poder económico.

Usted, Alonso y Salva, al Barcelona; Valdano y el propio Beenhakker, al Madrid; Barbas, a Italia… no hacen falta más palabras.

Aquel Real Zaragoza no supo capitalizar el material humano del que dispuso durante tres o cuatro años. Solo al final se dieron cuenta de lo que habían dejado pasar. Solo nos faltó un título para estar en letras de oro en la historia del club. Contar con un entrenador que se salió de las rutinas fue maravilloso para jugadores que veníamos de abajo y teníamos ganas de aprender y explotar. Eso, hoy en día, si alguien fuese capaz de hacerlo, seguramente volvería a obtener éxito. Pero va a ser dificilísimo romper las estructuras.

Pues, si no sucede algo de eso, vamos a un fútbol nada seductor.

Hoy no hay un solo técnico en el mundo que tenga un planteamiento valiente por encima del hecho de no ganar partidos. Han de ganar como sea. Si no obtienen resultados inmediatos, están despedidos. Y esto es lo que acaba derivando en ir a no perder, a partidos con escasos goles y ocasiones. Los futbolistas buenos, los muy técnicos, los diferentes, acaban sometidos a lo grupal y, en muchos casos, incluso se quedan sin jugar.

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