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La sustitución del sustituto Sainz: Jim marca una raya

El extremo suplió a Bermejo en el descanso y fue relevado en el minuto 78 por Puche «por razones técnicas», según un entrenador descontento con varios de sus jugadores.

Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ charla con sus colaboradores en el banquillo de Ipurúa este sábado, encendido por el mal juego.
Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ charla con sus colaboradores en el banquillo de Ipurúa este sábado, encendido por el mal juego.
Javi Colmenero/LOF

La segunda parte del Real Zaragoza en Éibar anteayer encendió el carácter de Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, el entrenador del equipo aragonés, al que se le atragantó la mala praxis futbolística de varios de sus futbolistas sobre el césped de Ipurúa. Hizo lo que la inmensa mayoría de los técnicos se ahorran, aunque estén cargados de razones, para evitar conflictos directos en la caseta: sustituyó a un jugador que había entrado poco antes como sustituto, Borja Sainz, por no gustarle su actitud ni su respuesta a lo planteado en su incorporación al partido. Y, claro está, Jim ha provocado un antes y un después de esta acción de entrenador, de jerarquía, de autoridad moral, de mando sobre la plantilla, de responsabilidad.

Sainz entró en juego en el descanso en vez de un desacertado –en grado sumo– Bermejo. Pero no acabó el partido: fue retirado por Jim en el minuto 78 para que Puche ocupase su lugar. No hubo lesión de por medio. «Ha sido una decisión técnica, nada más», subrayó Jim en sala de prensa a la conclusión del duelo en Guipúzcoa. No hacía falta su explicación para quien trabajó en el estadio –en la tribuna– toda la tarde. Paralelamente a la conferencia del técnico ante los periodistas, Sainz estaba ejercitándose en el vacío estadio con el preparador físico junto a los suplentes que no fueron alineados o participaron pocos minutos. Y sus esprints desvelaban que no había ningún daño físico entre las razones de sus sustitución anómala por parte de Jim.

Es tarde, pero el orden no falta

Juan Ignacio Martínez estableció así una nueva raya de exigencia mínima para su grupo de profesionales. Es tarde, la liga ya se acaba y no hay ni aspiraciones ni riesgos mayores en la clasificación. Pero el entrenador no quiere que el orden y el respeto que merece la institución, la ingente afición y la historia blanquilla sufra más abolladuras de las que, en el último mes y medio, cuando la permanencia tomó cuerpo, ya han rascado su carrocería de modo serio por falta de competitividad y esmero en el juego: ante el Burgos, en Cartagena, contra el Amorebieta... y hace unas pocas horas en Éibar.

Sainz es el protagonista de una sustitución sonada. La verbigracia de un hartazgo. El aviso para navegantes, más allá incluso de los propios futbolistas en primera persona. A estas alturas del torneo, a Jim ya le importa poco que haya chispazos. No es momento de guardar determinadas formas para sostener un ambiente –con mucho de postizo– mientras se logra el objetivo de la permanencia. Ahora todo ha pasado y el año se ha salvado como se ha podido, con mucho padecimiento, sin gol –otra vez más–, sin victorias, sin espectáculo en La Romareda, muy en precario. Así que, al menos, Jim quiere concluir su misión con sus fronteras definidas. Una cosa es él y otra algunos futbolistas.

Anteayer llovía sobre mojado. Venía Jim advirtiendo a sus pupilos de que lo acontecido contra el Burgos en La Romareda –un horror de conducta en un paradigma de pasotismo general hiriente– no podía tener más réplicas. Y el equipo no respondió ni a los avisos, ni al atornillamiento moral de su entrenador, que ejerce de correa de transmisión de la directiva y, por extensión, de la afición y la crítica blanquilla. «Inaceptable», fue la calificación de Jim sobre lo de Éibar tras el descanso.

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