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Jair y Narváez, termómetros de un equipo poco atento

El central tiró el fuera de juego en la jugada del 2-0 en campo contrario, algo sin sentido. Y el punta echó el balón atrás en vez de centrar al área en la falta del final de la primera parte, ya sin tiempo.

Narváez retrasa el balón ante la presión de Nyom.
Narváez retrasa el balón ante la presión de Nyom.
Enrique Cidoncha

La falta de atención, perspicacia y control de la situación es, en cualquier faceta de la vida, fuente de accidentes, de errores garrafales y de pérdidas irreversibles de bienes u objetivos. Cualquier persona, en el desempeño de su trabajo o tarea, está obligada a un mínimo de aplicación, de rigor, de conocimiento del medio en el que se desenvuelve. En el ámbito profesional del fútbol, esto se da por descontado en el amplio elenco de protagonistas que conforman un equipo.

Por esto, en la noche del viernes en el estadio de Butarque, llamó la atención sobremanera la mala praxis futbolística de dos jugadores del Real Zaragoza, veteranos, senior, con jerarquía, en sendas jugadas donde quedaron en evidencia: el central Jair Amador y el delantero Juanjo Narváez.

Por importancia de las consecuencias que generó el error, el mayor fue el de Jair. El defensor luso-caboverdiano tiró el fuera de juego, con convencimiento de que hacía lo correcto, siendo el último hombre de la zaga pero sin darse cuenta en ningún momento de que todo el equipo zaragocista estaba, en esa jugada, metido en campo contrario.

Tirar el fuera de juego en campo contrario, una decisión extraña. Con toda la defensa del Real Zaragoza metida en campo del Leganés, Jair (el último a la derecha) se apresura a dar varios pasos adelante para dejar a Arnáiz (10) en un supuesto fuera de juego, imposible al partir de campo propio tras el pase de Pardo.
Tirar el fuera de juego en campo contrario, una decisión extraña. Con toda la defensa del Real Zaragoza metida en campo del Leganés, Jair (el último a la derecha) se apresura a dar varios pasos adelante para dejar a Arnáiz (10) en un supuesto fuera de juego, imposible al partir de campo propio tras el pase de Pardo.
Captura de TV de las imágenes de La Liga

Es decir, esa iniciativa de Jair de dar tres o cuatro pasos adelante con celeridad cuando Pardo iba a dar un pase al espacio largo a Arnáiz pegado a la banda izquierda del ataque del Leganés, se ubicó en el absurdo al no colegir el ‘3’ zaragocista que pisaba campo rival y, por lo tanto, reglamentariamente era imposible de todo punto que Arnáiz partiera en posicion incorrecta y punible.

Lo que sucedió después, en ese fatídico minuto 76 del duelo de Butarque, es sabido y recordado con acritud y estupor. Arnáiz aprovechó la gentileza de una defensa, en general, fatalmente colocada y de un Jair despistado en grado sumo, desaplicado sobre el césped en un movimiento de gran responsabilidad mal interpretado por no controlar la estructura de la jugada. Se marchó solo con el balón, mano a mano hasta el área de Cristian Álvarez. Lo regateó y marcó a placer el 2-0 que supuso la puntilla a un grupo que ya venía alicaído desde el 1-0, acontecido 25 minutos antes.

El aderezo a la defectuosa lectura del juego por parte de Jair y a la deficiente colocación del resto de los defensores en el punto de partida de la acción también se contó en la crónica: Arnáiz, con el balón, corrió mucho más que los tres zaragocistas que retrocedieron para pararlo (Grau, Jair y Chavarría), que solo tenían que atender a su esprint y, por ello, alguno debía haber llegado a inteceptar al delantero en los 50 metros que duró su carrera hacia el gol.

De estos errores se ven pocos en una temporada a lo largo de las ligas mayores del mundo. No es habitual. Y el Real Zaragoza ha dejado en Leganés un paradigma que se estudiará en las academias de fútbol en lo sucesivo, como ejemplo de lo que en ningún momento debe hacer un bloque defensivo y, claro, un último defensa cuando cierra en campo del adversario.

Narváez, sin ninguna atención

Antes de esta pifia reseñada, en términos cronológicos, ya se vio un caso de desatención flagrante de un futbolista del Real Zaragoza en una acción clara del juego que requería un comportamiento y tuvo otro totalmente contrario a lo que demandaba la situación. El protagonista fue Narváez, con un paso previo de Eugeni que tampoco respondió a lo convenido.

Fue en el minuto 46 de la primera parte, con el tiempo de aumento ya concluido, en los instantes previos al descanso. Se pitó una falta a favor del Real Zaragoza delante de los banquillos, en la línea medular. Los jugadores zaragocistas no se dieron cuenta, ninguno, de que el tiempo estaba ya rebasado y de que aquel golpe franco indirecto iba a ser la última acción antes de que Arcediano Monescillo los mandara al vestuario.

Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ sí que fue consciente de ello y, cuando todo el mundo se movía con parsimonia en el campo y sin dar importancia a la falta, llamó de urgencia con gestos ostensibles a Eugeni para que dejara su posición en el medio campo rival y fuese él quien colgase el balón al área, para lo cual mandó a los dos centrales al remate lejano.

Se supone que, con esa conducta de Jim, los once zaragocistas sobre la hierba de Butarque entenderían lo que pasaba. Pero, por lo visto, no fue así. Primero, Eugeni no hizo lo que debía, pues no volcó su centro de 50 metros al punto de penalti, sino que decidió cambiar el juego a la otra banda, donde Narváez estaba escorado al flanco izquierdo. Ahí ya perdonó Arcediano el final de la primera parte, pues pudo señalarlo perfectamente y no lo hizo.

El estrambote final lo puso Narváez con su sorprendente decisión final: tras controlar el balón enviado por Eugeni de lado a lado y con posibilidades claras, además de la obligación, de centrar el balón al área en busca de un último remate, el colombiano se dio la vuelta y pasó la pelota atrás, a Chavarría, que era el que cerraba la defensa. Increíble. El árbitro, obviamente, pitó el final y el Real Zaragoza perdió la opción de un último remate. Esto es fruto de la falta de aplicación. Algo que nunca ha de faltar en el fútbol de élite.

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