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Una jornada más, una jornada menos... la indefinición del Real Zaragoza

Los empates del Amorebieta y Fuenlabrada en la tarde del domingo disimulan el susto en el que vive el equipo zaragocista desde hace muchas semanas.

Iván Azón y Valentín Vada lamentan una jugada de ataque fallida el sábado ante el Málaga.
Iván Azón y Valentín Vada lamentan una jugada de ataque fallida el sábado ante el Málaga.
José Miguel Marco

Ha pasado la jornada 26 y ya «solo» restan 16 para que concluya la liga 21-22. O quizá muchos consideren oportuno decir que «aún» quedan 16 partidos para dar carpetazo a este año que, para el Real Zaragoza, viene torcido desde su mismo inicio en agosto. Porque, entre tanto empate, camino de récord mundial con 15 acumulados en estos 26 episodios competitivos, el equipo zaragocista sigue sin definir su vocación después seis meses de competición. ¿Es ganadora o perdedora?

Hay varios termómetros dentro del bloque blanquillo que miden las realidades y las sensaciones. Siempre están activos y, por ahora, avisan de peligros serios. Uno, infalible, es la clasificación. El equipo está al borde del abismo de la zona de descenso, a la que cayó varias veces en la primera vuelta por pura carencia de victorias. Sumando de uno en uno, cualquier equipo se precipita al pozo a medio plazo en una liga de 42 jornadas. Y eso le ha pasado ya al Zaragoza actual durante el mes de octubre y, de no mediar una reacción a los siete duelos seguidos que amontona hoy sin ganar (ya hizo una tacada de nueve en su momento), le volverá a suceder inminentemente.

Los empates de este domingo del Fuenlabrada (0-0 en su campo ante el Valladolid) y del Amorebieta (1-1 en Lezama con el Oviedo) ayudan a disimular el susto que envuelve al Real Zaragoza en todos sus flancos y ámbitos del día a día. Susto creciente, al colegirse que no llegan los triunfos ni por asomo y, sobre todo, que el equipo está parado, colapsado, desde mitad de noviembre a esta parte.

Los madrileños y los vascos son terceros y cuartos por la cola de la tabla, es decir, los que marcan el ras de la muerte en estos momentos (Real Sociedad B y Alcorcón, penúltimo y último, parecen muy malheridos ya a fecha de hoy y no se consideran susceptibles de reaccionar como para acabar comprometiendo a los que bailan en el alambre). Por lo tanto, hace días que conviene, como bien calibra el zaragocismo más calculador, que estos dos equipos nunca sumen más que el Real Zaragoza porque, si no, el colchón de seguridad, que lo tiene cifrado la escuadra de Jim en estos momentos en apenas cinco puntos de distancia con los amorebietarras (seis con los fuenlabreños), se pinchará y provocará un frenesí de nervios poco recomendable.

Seis victorias más necesita, al menos, el Real Zaragoza para llegar a final de mayo con el mínimo de puntos que evite el descenso de categoría. Hasta ahora, en 26 jornadas, solo ha sumado 5. Lo que resta de competición son los últimos 16 partidos. 

Así que, en un nuevo giro de tuerca similar al de tantas y tantas semanas discurridas desde el inicio del otoño, allá por septiembre, el Real Zaragoza aguanta con el efecto placebo de no verse atrapado por el cuarteto del furgón de cola mientras él es incapaz de espabilar y ganar algún partido de vez en cuando. Sobrevive con cierto pulso calmado gracias a que los de atrás no acaban de repuntar con firmeza en ningún caso.

Es un ‘tente mientras cobro’. Un estirar el chicle jornada a jornada a ver si hay suerte y se alcanza la recta final del torneo con, al menos, cuatro rivales por detrás en el esprint definitivo. Esta es la realidad tangible, lo que de veras está sucediendo todo el curso. Otras lecturas, lo del blablablá de pelear por el ascenso no ha ido nunca más allá de un deseo particular dicho en voz alta, de un gesto propio de un soñador, de un intento de dotar de un contexto postizo a lo que es una evidencia distinta. Pudo tomar consistencia cuando acontecieron aquellos tres triunfos encadenados ante Sporting de Gijón, Las Palmas y Burgos, pero fue flor de un día (de semana y media, por ser exactos).

Queda un trimestre decisivo

Ha pasado medio año desde que se inició la liga, a principios de agosto, y los de Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ son un equipo extraño, poliédrico. No saben ganar –solo lo han hecho en cinco ocasiones– pero tampoco pierden en demasía –seis derrotas han sufrido–; son un bloque anodino, plano de fútbol, que lleva los partidos a la atonía, que no sabe gobernarlos, que no tiene gol ni ofrece garantías defensivas contundentes. Los empates a discreción generan a su alrededor una polvareda que, como en las manadas de bisontes en las llanuras, hace de escudo protector de los depredadores, despista, dificulta los análisis y la percepción de lo verdadero.

El Real Zaragoza jugará en La Romareda ante Las Palmas, Almería, Fuenlabrada, Amorebieta, Girona, Burgos, Alcorcón y Lugo. Y, fuera de casa, visitará a Leganés, Sporting de Gijón, Cartagena, Tenerife, Huesca, Eibar, Oviedo y Real Sociedad B.

A falta de 16 partidos (solo o aún, según se prefiera), queda por discernir hacia qué lado va a decantar su tendencia el Real Zaragoza más allá de su eje abrumador, el del aluvión de empates que lo lastra con las flechas hacia abajo indefectiblemente. Necesita llevar su balance actual de cinco victorias hasta las once, por lo menos. Solo así evitará riesgos de descenso. Requiere de seis más, por lo tanto. En sentido contrario, como el registro de derrotas se le vaya de la mano y pase de las seis de hoy en día a otras tantas y alcance la docena, será cuestión de rezar porque los modelos históricos dicen que ese tipo de mezclas de cifras suelen ser sinónimo de probemas mayúsculos.

El Leganés, que puntuó anoche en Tenerife, y el Mirandés, goleado en Huesca, son los únicos que con 30 puntos acompañan al Zaragoza al borde del barranco. El resto se está yendo por delante.

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