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Real Zaragoza: una pandemia sin gol

La baja productividad ofensiva del Zaragoza abarca más allá de esta temporada: junto al Alcorcón es el equipo de Segunda con peor promedio anotador desde el parón de marzo de 2020.

Juan Ignacio Martínez 'Jim' en la Ciudad Deportiva.
Juan Ignacio Martínez 'Jim' en la Ciudad Deportiva.
Guillermo Mestre

El Real Zaragoza ha caído en una nueva depresión goleadora de las tantas que han debilitado su pisada competitiva desde que en marzo de 2020 el coronavirus paró el mundo y el fútbol, arrancando de cuajo la estirada hacia el ascenso a Primera del equipo aragonés. Aquella fallida promoción contra el Elche en la que el Zaragoza fue incapaz de meter un gol en 180 minutos jugando muchos de ellos en superioridad, lanzando tiros a la madera e incluso fallando un penalti representa el kilómetro cero de un problema al que el paso de entrenadores y futbolistas no ha encontrado solución. El Zaragoza, en cierto modo, está contagiado de la falta de gol desde la aparición de la pandemia.

En la actualidad, enlaza cuatro partidos sin marcar, un desacierto que amenaza con el desplome del equipo de Juan Ignacio Martínez. Después de ganarle al Éibar con un solitario tanto de Alejandro Francés -un gol, eso sí, surgido a balón parado-, la productividad ofensiva aragonesa se quedó a cero contra el Almería, el Tenerife, el Mirandés y la Ponferradina. No ha habido modo de romper esa dinámica en estas últimas cuatro jornadas. Al Zaragoza, una vez más, se le ha volatilizado el acierto como lo hizo en los tramos iniciales de la temporada, pero esta vez también se le están evaporando las ocasiones: su caudal de remates ha descendido, su generación de acciones de ataque se ha diluido y su juego ha perdido frescura, ritmo y creatividad. La formación de Jim ya es el equipo menos anotador de Segunda. Solo 17 goles en 23 partidos, un promedio de 0,73 tantos por encuentro, como el Fuenlabrada.

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Esta insuficiencia ofensiva tiene metido al Zaragoza en un laberinto de varios meses. Su crisis goleadora no es nada nuevo. Su falta de gol es el asunto medular de sus problemas de las últimas dos temporadas. En cierto, modo se ha cronificado, convirtiéndose en una debilidad recurrente en el día a día del equipo desde que, prácticamente, el fútbol se juega en un mundo en pandemia. Si el Zaragoza que volaba hacia el ascenso en marzo de 2020 se distinguía por la pólvora de sus delanteros, la eficacia en el remate y su poderío atacantes, el Zaragoza salido de aquel parón de dos meses se ha caracterizado más bien por todo lo contrario. El equipo no tiene gol esta temporada, ni tampoco lo tuvo la pasada. Solo el Alcorcón, condenado este año al farolillo rojo de la clasificación y candidato obvio al descenso a Primera RFEF, presenta un promedio anotador más bajo (0,84) desde que en junio de 2020 el fútbol se reanudó de entre los 13 equipos que han competido en la categoría tanto en liga regular como en las promociones (descontando, pues, a los clubes ascendidos o descendidos).

De alguna manera, el Real Zaragoza, como el Alcorcón, forma parte de un grupo de equipos en Segunda que arrastran la misma debilidad en los últimos dos cursos. Málaga (0,89) y Sporting (0,90) también vienen sufriendo un largo periodo en la parcela ofensiva. El Zaragoza suma los 17 goles de la presenta temporada los 37 de la pasada y los 14 marcados en las 11 jornadas finales y la promoción contra el Elche del curso 19-20. En total, 68 goles en 78 partidos, un promedio de 0,87 tantos por encuentro. Juanjo Narváez, con 11 tantos, es su hombre más anotador de este periodo que se ha destacado, desde que Luis Suárez dejó el equipo, por la ausencia de un goleador referencial.

Ahora, Álvaro Giménez representa esa figura con cuatro goles esta temporada, los mismos que Valentín Vada. Ya el año pasado, los nombres de Gabriel Fernández, Vuckic o Alegría avivaron críticas por su escasez de gol. No ha sido esta la única causa del problema. La segunda línea -Larrazábal, Zanimacchia, Nano Mesa, Sergio Bermejo, César Yabis…- ha estado lejos de, por ejemplo, la aportación realizadora que tuvieron individualidades como Puado o Soro antes de la pandemia. Entonces, el Zaragoza era un equipo de ímpetus ofensivos. Después, con Baraja o Juan Ignacio Martínez de apuestas principales en el banquillo, las prioridades del equipo han sido otras. Un fútbol poco sofisticado en ataque, de acento defensivo y con escasas soluciones colectivas con la pelota. Todo ha sumado para esa falta de gol. O, en este caso, más bien, restado.

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