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Jim apuesta en firme por el método del año anterior

El entrenador del Real Zaragoza deja de lado la pretendida vistosidad del inicio de liga, fracasada por la falta evidente de gol, y retorna a un fútbol controlado, pausado, de pocos acontecimientos y resultados cortos.

Momento culminante de la victoria del Real Zaragoza ante el Eibar: el gol de Francés a la salida de un córner, que Yoel, portero el Eibar, no pudo detener.
Momento culminante de la victoria del Real Zaragoza ante el Eibar: el gol de Francés a la salida de un córner, que Yoel, portero el Eibar, no pudo detener.
Toni Galán

La victoria de prestigio obtenida por el Real Zaragoza ante el Eibar este lunes en la jornada 19 de liga es el refrendo definitivo de que Juan Ignacio Martínez 'Jim' ha apostado en firme por utilizar el método que le sirvió el año pasado, en la campaña 20-21, para salvar al equipo del fatal descenso a Segunda B, cuando el técnico alicantino vino de tercer plato, a la desesperada, hace justo un año menos unos días, con una encomienda catalogada como milagro casi imposible. En este curso actual, el 21-22, con Jim desde el inicio del proyecto en verano, el área técnica zaragocista intentó montar un equipo más potente, más consistente, más plástico. Pero no ha salido bien la apuesta global y, por ello, Juan Ignacio está buscando alternativas hace ya varias semanas. El regreso al pasado reciente parece ser la fórmula válida.

Es ese modelo por el que el equipo juega más lento, sin tanta búsqueda de la profundidad, con muchos pases entre centrales, laterales y portero, mirando pasar el segundero y el minutero con calma. Se trata de hacer los partidos largos si es preciso, de no arriesgar lo más mínimo, de pretender que sucedan pocas cosas. Prima lo práctico sobre lo plástico. No se busca entretener con un fútbol de belleza o de fogonazos estéticos, sino que prevalece el pragmatismo al límite. El fin es lograr un gol primero, antes que el rival. Y, a partir de ese momento, sea el minuto que sea, defenderlo como sea, como se pueda, si importar nada más. El medioambiente es el de los marcadores cortos, binarios, con el cero y el uno -a lo sumo- en los guarismos. Y, claro, en ese reducido abanico de proyectos ofensivos, el balón parado y la estrategia, córneres y faltas a favor, toman cuerpo de cruciales.

Atrás quedan momentos en los que el Real Zaragoza buscó y llegó a ser bonito en su despliegue ofensivo, en los albores de la temporada. Jim quería que la afición de La Romareda, que volvía a las gradas después de año y medio de protocolos pandémicos que dejaron los estadios vacíos y convirtieron el fútbol en un producto postizo y de plató, volviera a gozar con su equipo. Lo intentó el alicantino. Pero no pudo hacer realidad sus intenciones y las de su mentor, el director deportivo Miguel Torrecilla, porque el arte del gol y la creatividad no está bien conformado en la plantilla que recompusieron entre julio y agosto.

De hecho, pese a cuajar partidos llenos de llegadas al área rival, de ocasiones nítidas para marcar, con muchos momentos del juego de dominio tremendo sobre los adversarios, el Real Zaragoza actual se les cayó a Jim y Torrecilla a la dolorosa, conocida y temida zona de descenso. Como el año pasado. Y eso sucedía hace nada. Recuérdese, dentro de la volátil memoria del fútbol, que el 4 de noviembre, hace solo un mes, el equipo aragonés acudió a Burgos a jugar en El Plantío el duelo de la jornada 14 metido en el vagón de la muerte, cuarto por la cola, 19º, en descenso, con un solo partido ganado. La sensación de impotencia empezaba a atenazar a todos, dentro y fuera del campo. La estabilidad corría peligro serio. De no ser Jim el entrenador salvador y milagroso, había razones más que fundadas -con la jurisprudencia del pasado reciente en el seno de club- para que alguien propusiera un cambio, una destitución, un timonazo. 

No era puntual estar en descenso en la primera semana de noviembre camino de Burgos. En la jornada 3, tras perder con el Cartagena, el Zaragoza fue 21º, penúltimo. En la jornada 6, tras empatar en casa ante la Real Sociedad B, era 19º. En la 8, tras empatar a cero con el Oviedo en casa, los de Jim cayeron al puesto 20º, antepenúltimos. Y una jornada después, repitiedo 0-0 como locales ante el Huesca, siguieron atascados en el barrizal del descenso. 

El Real Zaragoza que se deja atrás

No se daba crédito a tantos errores ante el gol en días sin explicación lógica. En agosto, en la derrota en Valladolid 2-0, se dieron los primeros síntomas del mal de inanición goleadora. Ese partido, en condiciones normales, lo debió ganar un buen Zaragoza en la primera parte, pero los graves marros a bocajarro ante el marco pucelano de Francés, Azón (dos) y Francho -curiosamente los tres canteranos- dieron la vida a los locales.

En Fuenlabrada ocurrió una pesadilla brutal al respecto. Se salvó, de penalti, un empate a uno final después de haber podido golear con estrépito a un rival madrileño al que se avasalló a base de ocasiones de gol: Nano erró dos, Zapater, Álvaro Giménez, Jair, Narváez otras dos, Francho, Francés, Sainz... nueve opciones de goles cantados, algunos clarísimos, que nadie anotó. 

Y cuando eso aún dolía, se repitió patología en una atónita Romareda frente al filial de la Real Sociedad, que se llevó un 1-1 al final en una tarde donde lo suyo hubiera sido acabar 5-1 sin que nadie se extrañase. Narváez erró seis remates (6) claros esa tarde; Nano, tres; Francés una vaselina que le sacaron bajo palos; Vada, a puerta vacía... once oportunidades, infallables muchas de ellas. En Lugo (otro 1-1 de penalti, y gracias) sucedió más de lo mismo. Frente al Oviedo y el Huesca (con estos, ni de pena máxima se marcó por yerro de Álvaro Giménez), la ceguera fue motivo de cónclave con sendos 0-0 y una incapacidad inexplicable. Se reiteró la impericia general en días que debieron ser victoria y no se pasó de la igualada: ante la Ponferradina, Girona y Mirandés. Se generaban ocasiones para marcar tres o cuatro goles claros cada día, pero no se pasaba de uno y con fortuna

Burgos es el lugar de la rectificación

Jim mutó su ideal del verano en Burgos. Ahí vio que lo planificado en verano iba camino de la ruina del grupo... y de su destitución. Sin gol, se trataba de sostener la portería propia imbatida cuantas más veces mejor. Y de aprovechar una oportunidad en partidos donde no se diera tanto espacio a los rivales a consecuencia de que el Zaragoza se iba arriba con mucha más alegría de lo reconmendable. 'Menos samba y más trabalhar', como en el viejo y mítico 'sketch' de Emilio Aragón. Es decir, lo del año pasado. Entonces era para salvar el futuro de la SAD. Ahora, para enmendar una campaña que había empezado torcida a más no poder, con una sola victoria en tres meses.

En Burgos se dio un triunfo postrero por 0-1 en una noche gélida donde se pudo dar una derrota clara. Ahí fue el verdadero punto de inflexión de Jim. Las musas del año pasado se le presentaron en carne mortal para decirle que, por ahí, quizá había solución.

Se repitió triunfo, mediante el mismo leitmotiv, contra el Sporting de Gijón en La Romareda, primera victoria en 8 partidos como locales, un termómetro de lo espinoso del caso. Y Jim ha visto que, salvo rarezas como la de Las Palmas (éxito por 2-3 en un duelo diferente por las peculiaridades de los canarios) o el Leganés (derrota por incomparecencia de muchos jugadores en La Romareda por 0-2), este método es más útil, aun en días malos como Amorebieta. 

El Real Zaragoza crea menos fútbol que antes de Burgos. Juega más Petrovic en la medular que Eguaras, otro indicio claro de intenciones. Hay muchas menos llegadas al área rival con vocación combinativa. Se da más valor al balón parado (goles de córner ante el Eibar, de falta en la Copa frente al Mensajero y tras un saque de esquina un gol en Las Palmas).

A esto, Jim, según la nueva dialéctica del fútbol moderno, lo llama competir. Competir bien. Y competir, muchas veces, es antónimo de jugar bonito. Lo importante es ganar, da igual el cómo. Si, además, la necesitada afición zaragocista no se queja por el cambio de ideal y celebra los triunfos con bufandeos e himno a capela, todo está bien engrasado. A Paco Flores se le atizó por su "el que quiera espectáculo que se vaya al circo" en 2002-03 pese a lograr un ascenso a la primera según los mandatos. Veinte años más tarde, el paladar ha cambiado de raíz en Zaragoza. A la fuerza ahorcan, seguramente

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