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Un apagón en toda regla

El Real Zaragoza regresa a su versión más dubitativa y deja escapar la oportunidad de engancharse al tren de cabeza tras cosechar su primera derrota desde el mes de agosto.

Lluís López recoge el balón de la portería tras encajar el 0-1 del Leganés en La Romareda.
Lluís López recoge el balón de la portería tras encajar el 0-1 del Leganés en La Romareda.
Guillermo Mestre

El frío helador, la incesante lluvia, el desesperante arbitraje de Arcediano Monescillo, las pérdidas de tiempo de un rival con aires de equipo pequeño… el Real Zaragoza puede buscar decenas de excusas para explicar su derrota de este lunes frente al Leganés en La Romareda. Pero lo cierto es que primero debe mirarse en el espejo para entender los motivos de su inoportuno traspiés. Todo salió mal en el día en el que todo pedía salir bien. La noche en la que la temporada podía dar un giro de 180 grados, la regresión fue tremenda. El Real Zaragoza volvió a su versión más pequeña, a la previa a su serie triunfante de tres victorias consecutivas. Su paso atrás, en falso, además de en el resultado, fue en la imagen. En su puesta en escena y en el desarrollo de los 90 minutos.

El Real Zaragoza no entendió de ningún modo la trascendencia del partido. Especialmente en la primera mitad. O no la entendió o, precisamente por entenderlo, le pesaron demasiado las piernas y sobre todo la cabeza. El equipo aragonés fue un manojo de nervios y de decisiones erráticas en cadena. Su fútbol, por momentos, careció de tensión competitiva. Fue una versión alejada por completo de la que había exhibido hace nueve días en Las Palmas de Gran Canaria y quince días antes frente al Sporting de Gijón en la misma Romareda. Eran los mismos futbolistas, pero el fútbol era diferente por completo. De hecho, no se le parecía en nada.

El ejemplo más rotundo fue el 0-1 del Leganés, regalado por Carlos Nieto en un pase defectuoso a Cristian Álvarez. Un envío impropio del fútbol profesional que, por si fuera poco, tuvo varios capítulos más en los siguientes minutos. En aquel momento, se observó que la noche nacía torcida y moriría torcida sin remedio. Los zaragocistas, sin nadie a quien salvar de la quema generalizada, erraban controles sencillos, al pie, y fallaban pases de apenas unos metros. El frío y la lluvia terminaron de petrificar a un equipo mutado por completo. No supieron Jim y los suyos manejar con solvencia un día que podía ubicar al Zaragoza en la antesala de la pelea por cosas importantes. A solo dos puntos de la promoción de ascenso se hubiera acostado el Zaragoza de haber superado a los madrileños, escenario que estuvo más que alejado. En cambio, la primera derrota desde el mes de agosto vuelve a encender las señales de dudas y de peligro en un momento en el que parecía que cambiaban los colores de la temporada.

Por si fuera poco, el equipo aragonés volvió a emitir sus sensaciones más amargas de nuevo en casa, ante un afición que pasó frío y se mojó en una noche de día laborable para regresar de nuevo a sus hogares sin triunfo que dormir. La Romareda solo ha disfrutado de una victoria esta temporada, cuando el calendario ya descuenta los últimos días de noviembre. Para aspirar, con suerte, a algo más que a la permanencia, el equipo aragonés debe corregir (ya va bastante tarde de hecho...) su pésima dinámica de resultados como local, donde su rendimiento cae en picado. Sus aseados números a domicilio contrastan de forma llamativa con su inoperancia cuando juega ante su gente: ha disputado nueve jornadas y ha empatado o perdido en ocho de ellos. Solo le ganó a un Sporting en caída libre.

Jim tiene un enorme problema ante rivales que se le cierran, ante equipos que montan una muralla de dos líneas franqueando al portero de turno. Sin espacios, el Zaragoza es un equipo con mucha menos mordiente. Salvo acciones puntuales de Nano Mesa o de Borja Sainz, carece de perfiles con capacidad de desborde y desequilibrio. Y en encuentros como el de ayer, en los que el centro del campo no está fino en la circulación de balón, se le presenta una misión harto complicada –casi imposible– desmontar las ordenadas defensas rivales. El Leganés, un bloque con oficio, veteranía y necesitado de puntos por su situación de descenso, apenas necesitó de un ejercicio de colocación y concentración para sujetar primero el 0-1 y después ampliar su renta hasta el 0-2. El apagón en toda regla da que pensar.

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