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Los penaltis fallados, un serio lastre y seña de identidad del Real Zaragoza presente

En dos años naturales, el Real Zaragoza ha tirado 29 penas máximas, con 13 lanzadores distintos y 11 marrados.

Álvaro Giménez charla con Zapater segundos antes de lanzar y fallar el penalti ante el Huesca. Eguaras no quiso ni verlo.
Álvaro Giménez charla con Zapater segundos antes de lanzar y fallar el penalti ante el Huesca. Eguaras no quiso ni verlo.
Guillermo Mestre

El Real Zaragoza no pudo ganarle a la SD Huesca, entre otras cuestiones, por el penalti fallado por Álvaro Giménez en el minuto 84, que pudo ser decisivo. Es una incidencia del juego que, singularmente, no es extraña en el Zaragoza contemporáneo. Si se ponen al microscopio los lanzamientos de penas máximas del equipo en en el breve espacio de lo que va de liga 21-22, también los de la liga pasada y, asimismo, los hace dos campañas, se observa un lastre inusual, anómalo, que está haciendo daño al día a día zaragocista de forma severa. Se trata deuna horquilla temporal corta, poco más de 26 meses. 

Analizar este apartado estadístico puede parecer un índice secundario, pero ciertamente no lo es. Los lanzamientos de penaltis en los últimos tres cursos definen la volatilidad de un equipo sin cimientos firmes, sin sostén en su plantilla básica, ubicado permanentemente en la provisionalidad que se argumenta desde sus problemas económicos, sus limitaciones estratégicas en los mercados cada seis meses y en una dinámica competitiva sin la continuidad mínima necesaria.

En apenas nueve jornadas de liga, en el torneo que está vigente, el Real Zaragoza ha lanzado tres penaltis. Y en ninguno ha repetido pateador: Vada, en Alcorcón; Sainz, en Lugo; y Álvaro Giménez, frente al Huesca. El año pasado, el equipo blanquillo lanzó nueve penales. Y tuvo hasta seis ejecutores distintos: Narváez (3), Alegría, Adrián González, Eguaras, Tejero (2) y Zanimacchia (2). 

Y, si nos vamos un año más atrás, hace tres temporadas el equipo zaragozano dispuso de hasta 16 penaltis a favor, un récord histórico jamás registrado. Ahí, hubo cinco lanzadores diferentes: Luis Suárez (8), Javi Ros (4), Burgui (2), Eguaras y Kagawa. Solo Eguaras repite en este trienio en campañas diferentes. Los demás, junto a él, componen un elenco de 13 ejecutores de penaltis distintos en apenas 26 meses. Es una barbaridad. Un hecho sin precedentes, sin parangón.

La conclusión primera de este epígrafe de las estadísticas del Real Zaragoza es que sus plantillas, año a año, mutan de manera ostensible, son de corta vida, en especial en las posiciones clave de la delantera, la generación de juego y la consecución de los goles. El club zaragozano es, en los últimos tiempos, un ente voluble, de fases efímeras, de fichajes de aluvión, de imposible reconocimiento como bloque por su permanente movilidad de personajes, en concreto sus delanteros y ‘especialistas’ en golear.

Zaragoza es una estación de paso en la última década. Un trajín de futbolistas, muchos cedidos, que vienen y van con una duración vital parecida a las mariposas de verano, corta en términos extremos. Casi nadie echa raíces. Hoy están aquí, como ayer estaban allí y mañana estarán allá. No hay un guión que perviva más allá de unos meses. Hoy está Víctor Fernández (y eso que este duró año y medio, un lujo en el decenio más próximo), mañana amanece Baraja, pasado asoma Iván Martínez y, al otro, Juan Ignacio ‘Jim’. Las plantillas mutan a una velocidad excesiva. Los banquillos, también. Y los penaltis, como tantas otras referencias del juego, son un mero test. Un chivato más. En el caso del Real Zaragoza moderno, se trata de un caso definitorio, cristalino, de su perfil año a año.

Además, sin fortuna y gafados

No solo es llamativo el desparrame coral de los lanzamientos de penaltis en el último trienio a título nominal. También lo es la falta de tino de sus protagonistas, con un porcentaje de fallos muy por encima de lo que es normal en cualquier club profesional. De los 29 penaltis tirados en este breve tiempo, 11 fueron fallados, el último anteayer por Borja Giménez. Eso es el 38 por ciento del global.

A Víctor Fernández se le pudo escapar el ascenso por esta vía pues, de los 16 que tiró su equipo, marró siete. Y, con ellos, se fueron por el sumidero al menos cinco puntos y, tal vez, la promoción. Eguaras contra el Albacete, Suárez contra el Fuenlabrada, Ros frente al Elche... recuerdos agrios.

El año pasado, el padecimiento fue extremo, en gran parte, por esta razón. Aquel yerro de Narváez en Sabadell... tres o cuatro puntos evaporados, al limbo, en épocas de carestía donde cualquier grano hace granero vital. Hoy, ya se han extraviado dos puntos ante el Huesca por la pifia de Giménez. Mal asunto. Llueve sobre mojado. Muy mojado. Un lastre de plomo.

Quedan lejanas las épocas en las que un penalti a favor del Zaragoza tenía nombres duraderos y con alto grado de solvencia: Diego Milito, Villa, Aragón, Señor... La cultura de la continuidad desapareció hace lustros por estos lares.

En la Ponferradina, hace años que un penalti es sinónimo de lanzamiento de Yuri. En Cartagena, de Rubén Castro. En Girona, Stuani. En Las Palmas, Viera. En Lugo, Barreiro... En Zaragoza, lo de los penaltis a favor es la Bonoloto.

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