Que el Real Zaragoza se alimente de puntos a través de una mayoría de goles procedentes de sus delanteros, algo natural siempre en el fútbol, es un efecto que quedó derogado el año pasado para estupefacción general. Y de ese túnel oscuro ha de salir cuanto antes la línea atacante zaragocista, renovada casi en su totalidad este verano por causas de fuerza mayor y de vergüenza torera por parte del nuevo director deportivo, el heredero del desastre anterior, Miguel Torrecilla.

En el curso pasado, Vuckic y Gabriel ‘Toro’ Fernández, los dos fichajes de la vieja dirección deportiva –Lalo y Barba– traídos a bombo y platillo para percutir las redes rivales, se quedaron históricamente en blanco, con el cero en su haber anotador, un récord funesto que pagó muy caro el equipo, que globalmente también estuvo próximo a esos rendimientos deficientes de los puntas. Alegría, que vino en enero ya de la mano de Torrecilla como reparador del chandrío, solo hizo un gol. Larrazabal –extremo– también se quedó a cero. Zanimacchia, su simétrico, hizo lo propio, edulcorando al final sus credenciales con dos penaltis lanzados, uno inútil.

Y la inercia de aquella ineficacia perenne de los delanteros ante el marco rival parece aún instalada en el reencuentro con la competición. Es todo muy prematuro, los fichajes han llegado más tarde de lo deseable al nuevo Real Zaragoza 21-22, pero lo cierto es que los sustitutos de los ineficaces Vuckic y Fernández, es decir, Nano y Giménez, aún no han celebrado un solo tanto en los pocos minutos en los que han lucido de blanquillo.

El año pasado, solo los nueve goles de Narváez, delantero desviado a jugar casi siempre por la banda, a modo de interior, dieron algo de vidilla a la torcida artillería zaragocista. Y, con él, los tres tantos que anotó el juvenil Azón. Fueron los tuertos en el reino de los ciegos. Sus cifras, escasas y motivo de crítica en cualquier otra campaña en muchas décadas hacia atrás, se observan ahora como aceptables en medio de la nada que fue el ataque del Real Zaragoza durante la pasada liga.

Hoy, cuando el partido de Fuenlabrada comience  (es el quinto del nuevo torneo), el remozado Real Zaragoza presentará solo dos goles en su balance anotador, los del último día en Alcorcón. Uno del medio centro Eguaras y otro del mediapunta Vada. No son delanteros. En los tres partidos primeros duelos del nuevo año lectivo, el equipo se le quedó a Jim sin ver puerta. Una reverberación evidente de lo sucedido en todo el año anterior. El equipo, los técnicos, la afición zaragocista, todos en general, necesitan eliminar este efecto psicológico que deviene de la incapacidad ofensiva de la delantera, en genérico, algo que sigue flotando como un mantra dañino en el ambiente de cada partido.

Se necesitan, cuanto antes, los goles de los nuevos fichajes llegados para hacerlos: Álvaro Giménez, Nano Mesa, también Borja Sainz, los arietes, los jugadores con rol de delanteros y pisadores de las áreas adversarias. Y, con ellos, la puesta en actividad de los ya conocidos, Narváez y Azón, todavía inertes con sus armas anotadoras, que han mostrado el punto de mira desviado hasta hoy.

Si el portero para; la defensa defiende; el medio campo crea, destruye, piensa y anula a los rivales; y, sobre todo, los delanteros... marcan goles, Juan Ignacio Martínez 'Jim' habrá logrado la resurrección del fútbol en Zaragoza.