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Zapater: “Mi sueño cuando volví era subir a Primera y sigue vivo”

El capitán del Real Zaragoza repasa la dura temporada 20-21, en la que al final él ha sido clave para la remontada y la salvación de la categoría.

Alberto Zapater y Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, capitán y entrenador del Real Zaragoza, en una de sus charlas del último trimestre.
Alberto Zapater y Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, capitán y entrenador del Real Zaragoza, en una de sus charlas del último trimestre.
Toni Galán

Qué año tan raro, por todo.

El año ha sido largo, muy largo. Uff… yo me fui mentalizando desde noviembre de que esto iba a ser durísimo hasta el 30 de mayo. Y así ha resultado. Nos la hemos estado jugando hasta el final, con el futuro del Real Zaragoza en el aire. Han sido vivencias muy duras porque hubo muchos momentos en los que el equipo no iba…

Y en lo personal, ha acabado como héroe después de muchos meses fuera de órbita.

El fútbol es extraño, tiene estas cosas. Durante meses ves que el equipo no funciona y, sin embargo, no cuentan contigo apenas. Pero yo soy de los que siempre quiere competir, nunca me rindo. Hay muchos tópicos en el fútbol y conmigo se utilizaron al principio: que si mi rol era tal o cual en el vestuario. A ver… un futbolista siempre quiere jugar. Yo no entiendo otra cosa distinta.

Baraja, el primer entrenador del proyecto, no lo tuvo en consideración. Con Iván Martínez tampoco recuperó el pulso. Con Jim, al principio tampoco jugaba…

Según fueron pasando los meses fui pensando que, en algún momento, yo podría tener dos o tres partidos seguidos en los que me engancharía al equipo. Necesitaba eso, lo fui previsualizando yo solo. Si me llegaba esa oportunidad, no la iba a dejar pasar. Lo mío solo se solucionaba, ya metidos en enero, con confianza. Pero también veía que era difícil que me la diesen, con el equipo en la cola de la clasificación, con tantas cosas como se venían hablando sobre mi papel en el equipo desde agosto.

Si en enero le dicen que va a ser fundamental en la salvación, que va a ser titular en los últimos 16 partidos… le sale una carcajada.

A mí y a muchos. Pero yo nunca he compartido eso que se decía de que yo era «el jugador número 20 de la plantilla». Desde el primer día de pretemporada no me he perdido un solo entrenamiento. Trabajo cada día para ganarme un puesto, lo haré mientras juegue a esto. Pero no nací ayer. Pasé meses en los que veía que ni calentaba para ser una de las cinco sustituciones. Había en la plantilla muchísimos medios centro, siete, ocho, una barbaridad. Y vi enseguida que era el último. Así que imagínese el día a día.

Sus 35 años, su historial de lesiones y pausas largas de recuperación… todo jugaba en su contra.

Lo puedo entender en la teoría. Pero luego está el trabajo diario, que se ve, si se quiere mirar. Y en Segunda División no hay ningún Messi. Yo creo en la meritocracia. A mí nunca nadie me ha regalado nada. Ni con 18 años, ni ahora con casi 36. En mi situación, con un equipo que se hundía semana a semana, lo fácil para mí hubiera sido sacar bandera blanca y abandonar. Pero mi ilusión personal, mi cariño por el Real Zaragoza, me lo impidió. Sé lo que yo significo para mucha gente: mi familia, mis amigos, incluso mis compañeros. Eso está ahí. Y no puedo dejarlos en la estacada, aunque hubiera sido lo normal vistas las cosas.

Aguantar medio año en su situación, con ese aura de liderazgo orillado, ¿ha sido lo más duro?

Es difícil de llevar. Cada mañana vas a entrenar y sabes que, aunque no juegues nada, eres el capitán y te han otorgado un papel. Yo no podía poner ‘caritas’, tenía que medir mis comentarios, mis actitudes. He pensado más en los demás que en mí la mayor parte del tiempo. Éramos últimos, penúltimos, siempre abajo. Se juntaba todo. Pero a mí me fastidió mucho no jugar durante tanto tiempo. Creo que, si no te fastidian cosas así en el fútbol, te tienes que ir a tu casa. No te puede dar igual jugar que no jugar.

Y ser de Zaragoza, del Real Zaragoza, le impidió bajar los brazos con antelación.

Si no se dan las circunstancias de que soy de aquí, de este equipo, que vivo aquí, que mi familia y mi gente está aquí, es posible que el punto de vista hubiera sido otro. Yo no jugaba pero me sentía partícipe de las derrotas, de la horrible clasificación. Podía haber dicho: «vamos últimos, pero como yo no juego, no es cosa mía». Nunca lo hice. Yo era tan responsable como los demás. Y el capitán del equipo. Cuando las cosas van mal, la gente te dice cosas en la calle, en tu entorno, juegues o no.

Y en esa espiral negativa que lo envuelve, a usted y al equipo, los astros se alinearon y surgió su deseo imposible: tuvo tres partidos seguidos para jugar.

Después de mucho tiempo, volví en Oviedo el 28 de febrero. Pero fue un mal partido y perdimos 1-0. Javi Ros estaba lesionado desde diciembre. Nick se había ido cedido. Adrián llevaba parado mucho tiempo. Igbekeme también. En Oviedo pasó algo que, de no haber ocurrido, quizá no hubiese vuelto a jugar más. Eguaras vio la quinta amarilla, una vez acabado ya el partido, por protestarle al árbitro camino de los vestuarios. Eso hizo que el entrenador, Jim, me diera un segundo partido, el siguiente en casa contra el Tenerife. Y ahí, ganamos 1-0 y yo estuve bien, me sentí como hacía días no ocurría. Se lo he dicho varias veces a él: «Egu, si no te sacan esa tarjeta yo no juego más».

Y, después, el tercero, el cuarto...

Vallecas. Perdimos 3-2 desgraciadamente, pero yo estuve como un cohete. Después, ya viendo que estaba dándole la vuelta a la tortilla, llegó el cuarto partido seguido, ganamos 1-0 al Mirandés, otra buena noche en la que casi marqué hasta un gol. Y Logroño, con la asistencia de gol a Narváez… De repente, todo había cambiado en 25 días. Hasta ese momento, cuando había jugado esporádicamente, lo hacía sabiendo que tenía que hacer cosas extraordinarias, con la sensación de que, para agradar, o marcaba gol, o daba uno o dos a mis compañeros o algo así. En mí no cabían partidos normales. O salía destacado en los resúmenes, o no iba a tener continuidad.

Aun así, una vez empezó a jugarlo todo, en los primeros partidos era siempre el primer cambio, en el minuto 60.

Yo soy diésel. Siempre lo he sido físicamente. Y suelo sentirme más cómodo incluso en los últimos 20 minutos. No ha sido nunca problema de cansancio ni de que yo solo aguante una hora. No es eso. Los días que he llegado al 90 se ha demostrado. La chispa depende de la confianza que te den.

Jim se ha apoyado mucho en usted dentro del campo. Hay infinidad de conversaciones a solas, también en los entrenamientos.

Es que había que salvar una situación crítica. Él lo ha dicho. También he visto que recordaba cuando le dije el primer día que estábamos de luto. Yo no quería que él viese que venía a Zaragoza como si no sucediera nada grave. Lo que nos pasaba era muy serio. Jim es un hombre listo, experto, cercano. Era lo que necesitábamos, el prototipo perfecto para ese momento, para ese problemón. Yo, pese a lo ocurrido, me he sentido respetado por los tres, por Baraja e Iván Martínez también. Intenté ayudarles igual que a Jim. Y, ojo, en los primeros partidos con él, unos cuantos, no jugué nada. Mi participación seguía siendo muy escasa. En esta relación se han juntado todos los intereses comunes para poder sacar adelante esto. El objetivo era salvar al Zaragoza del descenso. Y se ha logrado.

Habló usted de noches sin dormir. ¿Pensó que el descenso era irreversible?

Los ocho partidos con Iván Martínez, con siete derrotas casi seguidas, fueron terribles. Hacíamos méritos para sacar más puntos, pero perdíamos siempre. Ahí dudamos todos. Era inevitable. Dudas por lo que ves, por lo que sucede. Era ya el segundo entrenador del curso y dices: «Si ya tampoco funciona esto, adónde vamos». Baraja, antes, impuso una serie de automatismos y él los tenía clarísimos. Pero no salía ninguno. Nos fuimos ahogando desde el primer día. Necesitabas ganar ese partido para respirar y siempre acababas perdiéndolo. Se fue a peor cada día hasta que vino Jim. En el fútbol, son cosas que muchas veces no tienen explicación lógica, pero a partir de ahí empezamos a llegar más a puerta, a sumar puntos, a creer. Menos mal, si no…

El balón parado ha dado muchos puntos para la salvación. Y usted ha sido el ‘especialista’ en la recta final del torneo.

Sabía, cuando apenas jugaba, que esa podía ser una buena aportación en los minutos que se me dieran. Estaba preparado. Y recuerdo la noche de Cartagena: se está acabando el partido, perdemos 1-0, salgo 20 minutos, córner a favor, lo saco y gol de Azón en la recta final. Empatamos a uno y yo me sentí en jugador más útil del mundo. Necesitaba motivaciones por cualquier resquicio. Me las buscaba para saber que podía aportar mi granito de arena.

Solo le ha faltado marcar alguna falta directa. Asistencias han sido unas cuantas.

Sí. Pero casi no hemos tenido ninguna cerca del área. Han sido siempre centros largos o laterales. En jugada también fallé un par de ocasiones claras. Hace días que no practico el golpeo como antes. Procuras quitarte tareas, evitar riesgos de lesión. Ya no es como cuando en Ejea saltaba la tapia de Luchán para tirar faltas y faltas en busca de la escuadra. Para mí es un privilegio lanzar los balones de estrategia. Siempre me ha gustado. Es evidente que ha sido un modo importante de sumar puntos en esta remontada. Los números están ahí. Llamémoslo flor, o confianza, o estado de ánimo.

¿Y los penaltis? Ha habido hasta cinco lanzadores este año y usted no lo ha hecho.

Nunca he discutido por tirar los penaltis cuando ha habido otros compañeros con voluntad de lanzarlos. En los entrenamientos, yo nunca he ido en todo el año a ensayar cuando acudían los demás a patearlos un par de días antes de cada partido. Había suficientes.

Hay gente que lo ha echado en falta en días de máxima responsabilidad tras algunos fallos en esas penas máximas.

Sí, mis propios amigos me dicen que por qué no los he tirado yo. Ya he dicho la razón. Yo los tiraba hasta juveniles. Fuerte y a un lado, siempre. Y hace poco, alguien del club me mandó al móvil la captura de un penalti que tiré en Italia en la liga, recién llegado al Genoa. ¡Con la gente veterana que había allí! Fue el entrenador el que ordenó aquel día que, si había un penalti, lo tiraba yo. Lo marqué y ganamos. En el Real Zaragoza nunca ha habido un entrenador que mande esto. Todos lo han dejado abierto al que, en el campo, se vea con confianza y lo quiera lanzar.

Usted aseguró la semana pasada que quiere seguir con el ‘21’ del Real Zaragoza el año próximo.

En primer lugar, yo estoy cansado de perder. Como les pasa a todos los zaragocistas. Por eso me hace ilusión pensar en que el próximo va a ser un año bonito, en el que estemos de nuevo arriba en la tabla y, sobre todo, que el equipo suba a Primera de una vez. Ese era mi sueño cuando volví junto a Cani. Y sigue vivo. Mucho más después de este año tan malo, de jugar sin parar ‘finalísimas’ para no bajar de categoría, sin público en las gradas. Me dio envidia sana lo que vivimos en Mallorca en la penúltima jornada, con solo 4.000 aficionados en las tribunas que nos parecieron 40.000. El fútbol suena distinto con gente. Y ya, verlos celebrar el ascenso cuando acabó el partido, fue para mí muy duro. Es lo que yo he querido hacer en el Real Zaragoza hace años.

Y se ve con fuerzas...

Yo ahora seguiría la temporada, no pararía. Estoy como un tiro físicamente. La rodilla operada va fenomenal, ni rastro del dolor. No he pisado el gimnasio en todo el año. Los problemas de espalda de Rusia están olvidados hace días. Disfruto jugando. Mientras sea así, querré seguir activo.

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