El Real Zaragoza, entre el cielo y el suelo

El equipo aragonés que sigue jugando por no bajar, recibe esta tarde al Espanyol, que puede subir este sábado.

Imagen del entrenamiento del Real Zaragoza.
Imagen del entrenamiento del Real Zaragoza.
Guillermo Mestre

Para alcanzar el ascenso matemático a Primera División, al Espanyol le basta con empatar esta tarde en el estadio de La Romareda. Nada más. La distancia de un solo punto le separa de la gloria, del cielo, o, dicho de otro modo, de la conquista del deber que se autoimpuso el pasado ejercicio según perdió pie en la élite de nuestro fútbol.

Al Real Zaragoza, en cambio, le hace falta todo lo que pueda extraer de esta cita, con el propósito de quienes viven en el otro polo de la competición, en el suelo de la tabla.

La historia de esta tarde en relación al bloque aragonés sigue pasando por sobrevivir como sea un poco por encima de la línea de descenso. Precisa de una victoria, si bien tampoco se tomaría por resultado despreciable un empate ante semejante rival, líder poderoso, solvente, holgado, que tiene hechuras de Primera desde que arrancó la competición y que no ha hecho sino ir confirmando su suprema candidatura a lo largo de la campaña, quitado un pequeño y lejano episodio de atasco.

Como resulta evidente, la derrota supondría para el Real Zaragoza el peor escenario posible para el conjunto de Juan Ignacio Martínez, Jim, por cuanto implicaría no sumar en este tramo final de campaña en la lucha por la permanencia y porque puede asomarle de nuevo al precipicio, si no lo introduce de nuevo en las arenas movedizas de las que salió hace unas semanas atrás; pero de las que no acaba de alejarse.

Ante este litigio de apariencia complejo y exigente, Jim puede confeccionar el equipo que desee, habida cuenta de que dispone de la práctica totalidad de sus efectivos. Es duda Gabriel ‘Toro’ Fernández, situación que aquí se mira como un relativo, próximo a la irrelevancia. Si Azón mantiene la titularidad, se comprenderá mejor que otras opciones. Por lo demás, la estructura básica del Real Zaragoza es más que conocida: Cristian; Vigaray, Francés, Peybernes, Nieto; Zapater, Francho, Adrián, Bermejo; Narváez y el ariete que escoja Jim para la ocasión. En todo caso, el técnico alicantino ha conseguido en este sentido un atributo interesante: el rendimiento general del equipo no depende de unos u otros nombres. Es más o menos regular más allá de las individualidades. Su clave principal continúa descansando en la capacidad para competir.

Este afán competitivo, muy vinculado al desarrollo de una especie de instinto por la supervivencia, es, precisamente, lo que demanda Juan Ignacio Martínez a sus futbolistas. No les pide casi nada más. Conoce mejor que nadie que desde una base tan elemental como pragmática puede pensar en algo positivo. Si no, le resulta imposible, por razones sobradamente expuestas a lo largo de la campaña.

Más allá de esta trabajada capacidad para rendir con recursos justos, el veterano técnico también quiere agarrarse a un segundo factor determinante: la influencia que ejerce La Romareda. Su escuadra rinde de forma notablemente más efectiva en el propio feudo, aún estando el coliseo desnudo de zaragocismo y lleno del vacío ocasionado por la pandemia. Es en el propio estadio donde indiscutiblemente se está agarrando a la vida y donde está obteniendo el oxígeno que le hace respirar.

Al Espanyol, mientras tanto, bien se le puede dibujar como el mejor conjunto de la categoría. Lo es en términos de clasificación y también en parámetros puramente futbolísticos, aquellos que de alguna manera miden el talento y las habilidades del grupo, del equipo.

Si queremos, desde esta orilla, podemos celebrar la baja por coronavirus de Raúl de Tomás, un delantero por completo diferencial en la categoría, capaz de decidir un encuentro en un instante, en un momento, en una genialidad. Pero a estas alturas no es trascendente para el bloque periquito. Desde hace varias semanas fluye solo. Funciona como una maquinaria perfecta y bien engrasada, sin rozamientos. Gana con solvencia, por superioridad manifiesta. No encaja y golea. En los dos últimos encuentros, ha anotado siete goles y no ha recibido ninguno. Han sufrido las consecuencias de su estado de gracia Las Palmas y el Málaga, como le hubiera podido ocurrir a cualquier otro. Para la anécdota del momento puede señalarse que en sus filas militan viejos conocidos de la afición zaragocista: Javi Puado y Lele Cabrera.

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