Resulta curioso y agradable observar cómo un partido de tanto voltaje como el de esta noche, este Girona-Real Zaragoza en el complicado estadio de Montilivi y ante uno de los llamados transatlánticos de la Segunda División española, es afrontado por el equipo aragonés -y, con él, por todos sus seguidores- con un talante de cierta calma, de natural sosiego, sin presión añadida por ningún flanco. Los blanquillos -que en esta ocasión utilizarán el tercer uniforme, el avispa- llegan al norte de Cataluña con el espíritu serenado repentinamente, en un estado de autoestima que no se había dado en ningún momento hasta ahora desde que la competición se inició en verano.

Es el fruto de una semana, la recientemente atravesada, en la que el Real Zaragoza ha obtenido los dos resultados de más valor, de mayor peso específico en sí mismos, en las 34 jornadas ya transcurridas del campeonato, sus victorias ante Fuenlabrada y Almería. Hace solo once días, cuando el Zaragoza iba a afrontar el último partido lejos de La Romareda en Madrid, temblaban las piernas del zaragocismo, los quebraderos de cabeza eran enormes ante el incierto futuro del equipo en su dura lucha por eludir el descenso. Hoy, solo dos duelos ligueros después, el pulso, la frecuencia cardiaca, han disminuido sus registros de manera palpable.

El fútbol tiene su medicina infalible para los episodios de frenesí, de histeria, de vértigos, de pérdida de sueño de calidad: las victorias. Y por ahí ha venido la mejoría general del enfermo y de todos sus familiares y amigos, que tan mal lo están pasando desde octubre en este extraño curso 20-21 en el que todo se vive en la distancia, por televisión, vía medios de comunicación, sin pisar los campos.

El equipo de Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ salió de Fuenlabrada con aquel providencial 0-1 a su favor. Y, aún en fase de incredulidad por el cambio de tendencia y fortuna, redondeó la dinámica con los vientos de cola el domingo pasado al ganar 2-1 al ‘coco’ Almería en La Romareda. Dos hechos extraordinarios durante la campaña: uno, ganar fuera de casa, ‘rara avis’; el otro, ser capaces de derrotar a uno de los primeros clasificados en la tabla, algo que no ha estado al alcance de los zaragocistas hasta este preciso momento.

Y hoy, con la psique relajada, llega esta complicada visita a Gerona, en estas coordenadas de optimismo, de seguridad, de paz mental. Son 6 puntos de colchón los establecidos con el ras del descenso, siempre referencia estresante a cada paso que ha dado el equipo en los últimos siete meses. Aún no hay nada solventado, el peligro mortal todavía acecha... pero está alejado lo suficiente como para que se respire mejor, con aire más puro, sin urgencias ni alborotos cerebrales en los más ‘dandalosos’.

Jim ha pedido a sus muchachos que no haya relax. Teme el entrenador alicantino una voltereta en Girona por exceso de confianza. Su tarea, además de la futbolística (recupera a Peybernes y dejó en tierra al destarifado Vuckic), se centra hoy en mantener la tensión competitiva del grupo, como si lo de esta noche en Montilivi fuera otra ‘final’ como las jugadas hace tantos y tantos días. Realmente, lo es. Con 41 puntos, los que da hoy el balance blanquillo, no da para firmar y lacrar la salvación.

Enfrente, el Girona pelea por un puesto en la promoción de ascenso a Primera. Es séptimo y pinta mal. Son otro equipo con aire de fracaso en esta liga. Quizá el que más, por plantilla y proyecto. La presión es hoy mayor para ellos.