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Así sí, Cristian Álvarez...

El portero del Real Zaragoza, estigmatizado por su autogol en un fatal despeje de puños hacia su marco ante el Alcorcón y la no salida en el tanto de Oviedo, renació frente al Tenerife atrapando dos centros arriba, a dos manos. 

Cristian Álvarez atrapa el balón en todo lo alto, a dos manos, aprovechando su envergadura ante el intento de remate del tinerfeñista Sol.
Cristian Álvarez atrapa el balón en todo lo alto, a dos manos, aprovechando su envergadura ante el intento de remate del tinerfeñista Sol.
José Miguel Marco

Dos balones colgados al área pequeña del Real Zaragoza por el ataque del Tenerife fueron atrapados por Cristian Álvarez, el portero blanquillo, en todo lo alto, a más de dos metros de altura sobre el suelo, en sendas salidas medidas del marco decididas con total acierto por parte del argentino. El guardameta zaragocista dio los pasos necesarios, se elevó con impulso con una de sus piernas y agarró la pelota entre sus dos guantes. 

¿Qué hay de atípico, de noticioso o de reseñable en esta aportación informativa? Pues que es justo lo que no hizo Cristian Álvarez en los dos partidos precedentes y que, lamentablemente para el equipo (y, por supuesto, para él mismo), significaron dos goles letales, con dos derrotas dolorosísimas y transcendentales en el devenir del Real Zaragoza en su afán por huir de la zona de descenso a Segunda B, desde hace días su único objetivo en este año tan adverso e histérico que se vive en toda la burbuja zaragocista. 

Ante el Alcorcón, Cristian Álvarez salió sin fe, apenas dos metros fuera de la raya de gol, para interceptar un córner cerrado botado por los madrileños. Saltó poco, no trató en ningún momento de blocar el balón sino que dibujó la figura del clásico despeje a un puño, arte que ejecutó de forma terrible, midiendo mal el contacto con el balón y dándole la dirección inversa a la precisa para ese despeje. Esa jugada ante los alcorconeros pedía que el portero fuese a atrapar la pelota, caía templada al centro del portal, nada que en esas décimas de segundo en la que hay que decidir invitara al puñetazo a la bola. 

En Oviedo, Cristian dudó en salir a un centro lateral que acabó en un globo, blando, que cayó del cielo sobre su posición ante la portería, a dos metros y medio de la raya. Dudó en ir a por el balón, tal vez porque allí estaba Jair preparado para despejar de cabeza. No salió el arquero sudamericano, Jair se quedó expectante y Rodri se anticipó, pese a medir casi 15 centímetros menos, para marcar. 

En los dos casos, el Real Zaragoza perdío 1-0, a consecuencia de estos goles. Como es natural tras semejante enlace de yerros mayores del portero, algo anormal en la trayectoria zaragocista de Cristian Álvarez, al veterano cancerbero le llovieron críticas inevitablemente. El fútbol es así de cruel, de incontestable a veces. 

Por eso, lo acontecido este sábado en La Romareda en el duelo ante el Tenerife, es una gran noticia, un detalle de fuerte personalidad de Cristian, de humildad y capacidad de autocrítica y propósito de enmienda. Callado, aguantando el chaparrón con resignación, el argentino trabajó durante la semana para tratar de reparar lo antes posible esta doble pifia mayúscula, nunca vista en él en Zaragoza desde hace cuatro años. 

En esas dos jugadas referidas, Álvarez fue con los cinco sentidos a hacerse con el balón. Un portero alto, que mide 1,86, con los brazos estirados hacia arriba al límite y con la elevación sobre la hierba que le da su impulso (skipping), es capaz de alcanzar tal altura que siempre será imposible de ser superada por un delantero, por grande que sea, por más que su potencia de salto sea extraordinaria. El portero puede utilizar la manos, el delantero no. Ese ariete o rematador, lo más arriba que puede llegar es lo que le marca su cogote, la parte superior de la cabeza. 

El despeje de puño (o de puños, si se utilizan los dos) es un recurso clásico del fútbol que viene de los tiempos en los que el reglamento no era tan protector con los guardametas y daba más opciones de contacto a los atacantes. En tiempos pretétitos, las cargas contra los porteros eran habituales en el área pequeña, sin sanción. Con el paso del tiempo, se convirtió en un arma de los guardametas más bajos, con menor estatura, que sufrían en los balones bombeados a su área de acción. Sacar un brazo hacia el cielo, en jugadas de apuro, es para este perfil de porteros de estatura escasa un modo de compensar esa merma (grandes de la historia, como Arconada, Ablanedo, Buyo... lo utilizaron habitualmente).

Pero Cristian Álvarez no está imposibilitado por poca estatura/envergadura para renunciar a la pelea con los delanteros en el juego aéreo. Al contrario, tiene todas las ventajas y debe saber encontrarlas y sacar ese provecho. Aunque, como también sucedió ante el Tenerife, el ir a capturar el balón suponga llevarse algún trompazo con un rival. Esto va en el oficio y conviene que el portero no tenga miedo a ello.

Ante el Tenerife, este sábado, el rosarino trató de rectificar, se lo propuso y lo logró. Se atrevió a ir con las dos manos arriba y lo hizo sobresaliente. Una, dos veces. Hasta hubo una tercera en la que, animado por sus dos primeras acciones positivas, fue más lejos en su salida del marco. Y también se hizo con el balón. 

Era el día más adecuado para que esto fuese así. Después de una semana dura, de críticas hondas, de las que duelen por evidentes y fundamentadas. Cristian Álvarez, en la imagen que ilustra esta pieza informativa, no ha de dar un salto exagerado para blocar el balón en lo más alto de su trayectoria. No es su fuerte tampoco. Cristian no tiene un gran 'skipping', porque su peso no lo favorece. Obsérvese que el atacante chicharrero, Fran Sol, está más de metro y medio por encima del suelo, con las piernas flexionadas tras su bote sobre la hierba de La Romareda. Ni aun así, inquietó de verdad al portero zaragocista, que fue al sitio justo en el momento preciso. De eso se trata. De nada más. 

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