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El Real Zaragoza no remonta

Los modos de la derrota en Oviedo confirman otra de las debilidades a las que JIM no halla solución: el equipo aún no ha sido capaz de levantar un marcador adverso en toda la temporada.

Partido Real Oviedo - Real Zaragoza, jornada 27 de LaLiga SmartBank
Partido Real Oviedo - Real Zaragoza, jornada 27 de LaLiga SmartBank
AGENCIA LOF

Al Real Zaragoza se le ha dicho tantas veces esta temporada lo mal que juega, lo poco que gana, lo desastroso que es y lo mediocre que resulta el equipo que esa ola autodestructiva ha acabado por agrietar la normalidad emocional del grupo y socavar el estado de ánimo del colectivo. 

La impotencia se instaló de tal modo durante los días más críticos de la primera vuelta que Juan Ignacio Martínez, nada más pisar el vestuario de la Ciudad Deportiva, tardó un pestañeo en identificar esa atmósfera depresiva y negativa, de ahí que, como experto en el terreno que pisaba y pisa, volcara sus primeros esfuerzos en recuperar ánimos, destensar las urgencias, sembrar confianza y reducir la ansiedad de un equipo en caída libre. Lo consiguió, en parte, porque el Zaragoza encontró el mejor ansiolítico posible: las victorias y una dinámica expansiva.

Sin embargo, en cuanto los resultados han comenzado a temblar de nuevo, las dudas han vuelto agitar esa debilidad emocional. No hay señal más acusada de ella que la incapacidad del Real Zaragoza para reponerse a la adversidad durante un partido: el equipo aragonés no remonta, no ha podido levantar un marcador adverso en toda la temporada. Una insuficiencia competitiva que se ha acentuado en las últimas semanas, revelada en las derrotas contra Alcorcón y Real Oviedo. En total, esta temporada, el equipo aragonés ha arrancado perdiendo 13 encuentros, pero nunca ha remontado para ganar. En ninguno. Solo consiguió, al menos, empatar dos: frente al Girona en La Romareda (2-2) en una apuradísima reacción final con dos goles de Juanjo Narváez y en Cartagena (1-1), con tanto de Iván Azón.

Si el Zaragoza recibe un gol, se rompe como el cristal. Y tampoco desde el banquillo le inyectan soluciones de orden táctico, motivacional y técnico. Fue JIM este domingo en Oviedo el primero en admitir esa fragilidad anímica, como si a los futbolistas del Zaragoza un gol rival les arrojara los viejos fantasmas de la fatalidad, el derrotismo y el desánimo. “Ha sido meternos el gol y, a partir de ahí, al equipo le ha costado otra vez remar cuesta arriba. Después con prisas es más complicado”, apuntó. También señaló el entrenador: “Sabemos que si no somos capaces de dejar la portería a cero es muy difícil porque nos cuesta mucho remontar los partidos”. Y agregó: “Nos penaliza mucho encajar un gol y eso a nivel psicológico el equipo lo nota. Tenemos que ser muy fuertes para llegado el caso tener la opción de remontar”. 

JIM insistió, como se ve, en un mensaje en tercera persona, cuando, desde su posición, en la lectura, en la interpretación de los momentos de los partidos, en la gestión de cambios y toma de decisiones con influencia en un marcador, tampoco el Zaragoza ha ido sobrado de aciertos: casi nunca desde el banquillo, con modificaciones en la pizarra o el relevo de jugadores, le han llegado estímulos al equipo.

El Zaragoza se deshilacha cuando encaja, cuando se pone por debajo, en parte, porque la bofetada suele venir en un detalle poco asociado al cuajo de su fútbol: un error aislado, un fallo puntual y letal, un desliz individual… El tipo de acciones, como las de Cristian Álvarez contra Alcorcón y Oviedo, que cuestan derrotas, pero sobre todo que alimentan la impotencia del jugador. Esa debilidad se viene manifestando toda la temporada: el Zaragoza, cuando gana, gana con lo justo. Pero también cuando pierde. Normalmente, la losa de un gol en contra suele ser definitiva por los efectos emocionales que desencadena.

Este domingo pasado, contra el Real Oviedo, el Real Zaragoza acumuló trece partidos a remolque, en los que el rival se le ponía por delante. En once de esas citas, perdió, ni sumó un punto: Málaga (1-2), Leganés (1-0), Mirandés (1-0), Tenerife (1-0), Espanyol (2-0), Castellón (1-0), Almería (1-0), Sporting (21-0), Albacete (1-0), Alcorcón (0-1) y Oviedo (1-0). Al menos, como se ha comentado, empató al Girona (2-2) y al Cartagena (1-1). Como se observa, son derrotas por la mínima, excepto contra el Espanyol, en las que un solo golpe es suficiente para besar la lona. El Málaga se puso 0-2 y Adrián recortó distancias al final. En cambio, el conjunto aragonés sí que ha perdido partidos tras adelantarse: Oviedo (1-2), Ponferradina (2-1), Rayo Vallecano (1-2).

Esta incapacidad del Real Zaragoza también descubre la fisonomía de los partidos de la categoría: tan igualados, tan ajustados, tan aleatorios a veces, que un solo gol tiene el valor del platino, es una bala decisiva. Ha cobrado vida así uno de las leyes callejeras del fútbol: quien marca, gana. Esto es lo normal que suceda en Segunda. El equipo aragonés es de esos equipos que se empequeñece cuando encaja y se ve por debajo. No encuentra respuestas, ni sus jugadores, atemorizados, aprisionados, pero tampoco sus entrenadores desde el banquillo.

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