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Real Zaragoza: la pócima de Juan Ignacio

El entrenador zaragocista, tercero del curso, ha cambiado la tendencia del equipo en siete jornadas al frente del banquillo, con un método distinto a Baraja e Iván, sus antecesores.

Juan Ignacio Martínez, en un entrenamiento del equipo en la Ciudad Deportiva.
Juan Ignacio Martínez, en un entrenamiento del equipo en la Ciudad Deportiva.
Guillermo Mestre

Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ es el hombre de moda en el resucitado Real Zaragoza de las últimas semanas. El alicantino, veterano entrenador (56 años) con larga trayectoria en el ámbito de los banquillos, huye permanentemente del protagonismo. No quiere acaparar el foco. Repele las loas. Centra toda la atención en sus futbolistas, en el grupo.

A ojos de muchos –efecto que llega de tanto resabio como se ha acumulado en el zaragocismo en la última década larga por vivir en un continuo sinvivir– parece una pose de bien quedar. Pero, tenga de esto el grado que tenga, el papel que le toca a Jim, como tercer plato en un proyecto con tintes catastróficos en lo deportivo desde septiembre, lo está cumpliendo con alta rentabilidad en sus primeros 60 días de capataz del reflotamiento de un transatlántico hundido, como era el Real Zaragoza por la Inmaculada.

Jim, acometiendo en su día un reto solo apto para enajenados o legionarios del banquillo, maneja una pócima mágica que es la clave para que el Real Zaragoza haya pasado en dos meses de tener un aspecto cadavérico a mostrar cierto lustre, una cara menos pálida, ciertos ademanes de que puede terminar en mayo salvando el pellejo, eso sí, después de padecer en grado extremo por tanto como se ha echado a perder el año en la primera vuelta.

¿Cuál es esa pócima? En lo anímico, en lo intelectual de cara al grupo humano al que dirige, todo gira en torno a la credibilidad. Si los futbolistas –a la deriva mentalmente a su llegada– no hubieran visto en él un líder, alguien en quien confiar y a quien escuchar, a estas alturas todo estaría perdido. Juan Ignacio, a su manera, aporta un carisma. Es un entrenador al que seguir, un referente para la plantilla.

Y en lo futbolístico, el brebaje que ha ido mezclando Jim con los ingredientes de que dispone en la despensa, con evidentes efectos de bálsamo y revulsivo para el equipo zaragocista, lo diferencia claramente de sus antecesores, Rubén Baraja e Iván Martínez.

Porque que nadie se crea la cantinela de que Jim está tirando adelante a este Real Zaragoza con lo mismo de Baraja e Iván. Tiene trampa ese lema. Una cosa es que la mayoría de las piezas estuvieran en el inventario del equipo desde septiembre y otra que el preparador de Torrevieja esté usándolas de igual modo.

Ejercicio sencillo de memoria

Para colegir fidedignamente cuál es el grado de mutación que está viviendo el Real Zaragoza en las siete jornadas con Jim respecto de las 18 anteriores, las que condujeron el barco Baraja (10) e Iván Martínez (8), hay que partir del once base que está utilizando el que es tercer entrenador del curso. O sea, Cristian Álvarez; Vigaray, Francés, Jair, Chavarría; Eguaras, Francho, Igbekeme; Bermejo, Narváez y Alegría (Gabriel Fernández hasta su llegada, en el mercado de enero).

Desde este modelo, con este esqueleto, Jim está obrando últimamente. Así ha llevado al equipo del último puesto en la clasificación, el 22º, a salir fuera de la zona del infierno tras sumar 14 de los 21 puntos que el equipo ha disputado con él en el banquillo.

Cierto es que, menos Alegría, los demás están en la plantilla desde el verano. Pero no con el mismo rol que ahora mismo. Ni mucho menos. A saber:

El proyecto de Lalo Arantegui y José Mari Barba, el área deportiva que tuvo que ser despedida por los dirigentes de la SAD en diciembre ante la deriva que había tomado el equipo camino de la catástrofe más absoluta, tenía otro guión. Y su entrenador elegido, Baraja, lo llevó a efecto en su breve espacio al mando.

En un principio, los centrales titulares fueron siempre Atienza y Guitián. El canterano Nick Buyla fue designado como el heredero de Guti, tras su traspaso al Elche, y fue fijo en el arranque de la liga hasta su evidente choque con la realidad. Fue compañero en la medular de Javi Ros, un indiscutible por entonces. Los extremos prevalentes, que para eso fueron fichados, eran Larrazabal y Zanimacchia. Y el mediapunta o segundo delantero fue en el inicio liguero Vuckic, incluso por delante del Toro Fernández. Hasta Nieto tenía el papel de lateral zurdo antes que Chavarría, que fue derivado como interior desde muy pronto. Y Tejero se hizo con el lateral derecho de la zaga por la lesión prolongada de Vigaray. Asimismo, en las sustituciones, Papunashvili fue hasta tres veces elemento de peso para Baraja en los albores del año lectivo. Eran, al menos, siete pilares diferentes en el once inicial, en el patrón táctico parido para Baraja, respecto de lo que ahora se ve en el Real Zaragoza de Jim.

Después, con la llegada en octubre de Iván Martínez como segundo técnico de este calvario, el preparador aragonés trató de buscar soluciones y modificó a toda velocidad diversos aspectos técnicos, con nombres nuevos.

Pero en su once siguieron Tejero, Guitián, Nieto, Ros, Zanimacchia... y continuó asomando Vuckic. Le dio espacio a Zapater, continuidad a Francho, Francés, también al joven Iván Azón en punta. Utilizó a Raí Nascimento, al juvenil Carbonell un par de veces. Jugó en los campos del Espanyol y el Castellón con defensa de cinco... recuperó a Eguaras, que había sido defenestrado por Baraja durante un mes, cuatro partidos. Los onces iniciales de Iván difieren notablemente también del que ahora muestra Juan Ignacio.

El Zaragoza de Jim, distinto

La pócima de Juan Ignacio es, por lo tanto, una fórmula que ha diluido, en el mismo líquido amniótico en el que se movieron Baraja e Iván, elementos diferentes que, eso sí, mayormente estaban a mano, aunque en plano menor. El alicantino está manejando a los futbolistas con distintos roles a los que, en verano, estaban destinados. Viendo el listado de los que han quedado ahora en un segundo nivel, de los que están destarifados, de los que ya han salido en enero y de los que se intentó prescindir sin éxito por parte del nuevo director deportivo, Miguel Torrecilla (Vuckic, Atienza, los cedidos Fernández, Zanimacchia y Tejero...), se entiende mejor la receta de Jim, alejada sensiblemente del proyecto de equipo que se montó en agosto para este año que tan mal ha salido y que ahora toca reparar a la desesperada.

Jim, tipo avezado en el manejo de grupos, rehuye los halagos porque sabe que lo hecho desde su llegada es solo parte de lo mucho que resta. Que depende de los futbolistas y de su implicación. Y que, de no seguir hasta mayo con esta solvencia, nada tendrá valor.

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