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14 penaltis fallados por el Real Zaragoza en las últimas tres ligas y media

Narváez, en la noche de este viernes en en Sabadell, añadió una muesca más el negativo récord del Real Zaragoza desde los once metros en los años más recientes.

Narváez lanza el penalti el pasado viernes en Sabadell, que falló con 1-1 en el marcador.
Narváez lanza el penalti el pasado viernes en Sabadell, que falló con 1-1 en el marcador.
G. Franco/LOF

No hay un equipo profesional en España en las últimas cuatro temporadas (con la actual aún a 17 partidos de concluir) que haya fallado tantos penaltis como el Real Zaragoza. Su porcentaje de error desde los once metros es insualmente alto, sin parangón respecto de cualquier otro que quiera cotejarse. Incluso en el ámbito internacional no se encuentra en las ligas principales algo parecido.

Los zaragocistas, con el penalti que falló anteanoche en Sabadell Juanjo Narváez, acumulan 14 marros desde que se inició la liga 2017-18, es decir, en los tiempos más recientes, en el último trienio y el apéndice de lo que va del actual torneo. Una cifra exagerada, que sorprende a cualquier analista al conocerla, por inhabitual, por fuera de lo común.

Se trata de un mal fario que afecta al Real Zaragoza, con unas gotas de casualidad y, seguramente, otra dosis de causas fundadas, de ausencia de grandes especialistas en la disciplina del lanzamiento de penas máximas.

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El año pasado, como se recordará –tristemente–, se lleva la palma en esta grave deficiencia. Los ejecutores del Real Zaragoza marraron 7 de los 16 lanzados (una barbaridad de penaltis a favor tuvo el equipo de Víctor Fernández, reflejo de su asiduidad a la hora de pisar el área rival con peligro). Luis Suárez erró cuatro. Otro lo falló Eguaras. Otro más, Burgui. Y, el último, Ros, en la promoción.

Hace tres campañas, cuando también se acabaron jugando los ‘play off’ de ascenso con Natxo González en el banquillo, el efecto nocivo con los penaltis fue de similar grado, aunque con menor cantidad de faltas capitales a favor: el Zaragoza erró en esa temporada 5 de los 11 que dispuso a su favor. Los tres primeros los echó a perder Borja Iglesias de manera consecutiva, en muy poco tiempo. Los dos restantes, en una especie de metáfora hiriente, los dejaron sin provecho Buff y Vinicius en el mismo partido, el último de la liga regular en el campo del filial del Barcelona.

Entre estas dos ligas de acumulación brutal de penaltis fallados, en la 18-19, el Zaragoza solo pudo lanzar cuatro en todo el tortuoso curso con Idiakez, Alcaraz y Víctor Fernández huyendo día a día del descenso a Segunda B. Uno de ellos, tirado por Álvaro Vázquez en Lugo, fue fallado. O sea, el índice de error alcanzó el 25 por ciento en ese curso.

En el precedente, la 17-18, la ceguera goleadora desde el punto fatídico casi fue del 50 por ciento (5 de 11 no fueron gol). Algo que se repitió el curso anterior al actual, con ese 7 de 16 en pifias, en torno al 45 por ciento de los ejecutados. Ahora, Narváez, el único que ha pateado los penaltis en este año aún en competición –restan 17 partidos de liga hasta finales de mayo–, con el fallo de Sabadell arruga su estadística y la deja en un parcial de dos penaltis convertidos de tres chutados. El índice de error del colombiano (y del equipo) es del 33 por ciento.

Puntos vitales que vuelan

El penalti a favor es, desde que el fútbol es fútbol, lo más cerca del gol que un equipo está a balón parado, por castigo al rival. Un penalti es sinónimo de casi gol. Fallos ha habido siempre, pero en porcentajes menores respecto de los aciertos, que son masivos, mayoritarios en cualquier estadística particular de un club o global, de un campeonato completo.

Y esos fallos, en los equipos que sufren esta mala praxis, suelen acarrear pérdidas de puntos, de títulos, de objetivos. Marcar los penaltis, tener especialistas –más de uno a ser posible– es garantía de éxitos, de no perder puntos o eliminatorias.

Este es el matiz del que el Real Zaragoza está mostrándose huérfano en los últimos tres años y medio, en especial en el curso pasado donde voló el ascenso a Primera. Y, desde hace 48 horas, también en el presente, donde se está en la vertiginosa lucha por huir de un fatídico descenso a Segunda B que amenaza.

Porque en las ligas 17-18 y 18-19 se dio la curiosa circunstancia de que los penaltis fallados no penalizaron en ningún caso los marcadores finales del Zaragoza. Hubo suerte a raudales. Pero en las últimas, sí lo ha hecho.

El año pasado, de recuerdo muy fresco, quizá buena parte del ascenso a Primera pudo volar por no estar certeros en varios de esos penaltis lanzados mal. El de Eguaras ante el Albacete en La Romareda ocurrió en el minuto 89 de aquel duelo, con 0-0 en el marcador. De ser gol, el Real Zaragoza hubiera entrado en tiempo de aumento 1-0 a favor, crecido, en una Romareda llena. El fallo, por el contrario, trajo la decepción y el Albacete marcó en el 94 el 0-1. Volaron tres puntos, puede aseverarse. Como también ocurrió ante el Fuenlabrada más adelante, día en el que Luis Suárez falló un penalti y el equipo no fue capaz de romper ya el 0-0. Aquí la merma fue de dos puntos más. Cinco en total. Un mundo.

Ahora, el penalti fallado por Narváez este viernes ha dejado, posiblemente, dos puntos sin sumar a un Zaragoza hiper necesitado, con la vida en juego, y ha dejado vivo a un rival directo que hubiese quedado malherido. Este aparatado es mucho más relevante de lo que parece. Nada trivial. Tirar bien los penaltis fue siempre asunto capital. En Zaragoza, en el último trienio, parece dedicarse poca atención a él.

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