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La cruda realidad del Real Zaragoza

Iván Martínez modificó el sistema táctico y la intención de juego, pero el Zaragoza volvió a pagar caro su habitual falta de pegada y sus reincidentes errores defensivos.

Real Zaragoza-Real Oviedo
Real Zaragoza-Real Oviedo
Toni Galán

Iván Martínez lo intentó con toda su capacidad y todo su esfuerzo. Trabajó al máximo en jornadas maratonianas durante los escasos tres días laborales de los que dispuso para preparar el encuentro de anoche frente al Oviedo. Estudió al rival, ideó un plan de partido acorde y comprobó las múltiples variantes disponibles en la plantilla. Sin embargo, es imposible darle la vuelta de punta a punta a un equipo en cuatro entrenamientos. Los mecanismos adquiridos en meses son difíciles de modificar en horas. La materia prima es la que es. Pero Iván Martínez lo intentó. 

El técnico modificó el sistema: pasó del rígido 4-4-2 de cabecera de Baraja y apostó por el rombo, el esquema con el que Natxo González alcanzó el ‘play off’ en el año de Borja Iglesias. Alberto Zapater se ubicó como interior derecho, Javi Ros en el izquierdo y Sergio Bermejo como mediapunta con libertad. La punta inferior del vértice sería para Íñigo Eguaras, la posición en la que el navarro se siente más cómodo sobre el verde. La nueva estructura táctica permitió un vuelo mayor de los laterales Chavarría y Tejero, más encorsetados con Baraja, más pendientes de defender que de atacar. Narváez y Gabriel Fernández serían la doble punta.

El Zaragoza mejoró, significativamente, en la presión tras pérdida. Fue más agresivo en el robo y fue a por el rival cuando perdió la pelota, al contrario que con Baraja, en un modelo en el que la consigna era recuperar rápido la posición, acumulando muchos jugadores por detrás del esférico. Esta fue una de las grandes mejoras de Iván Martínez anoche.

Sin embargo, al Real Zaragoza le da hoy para lo que le da. Las modificaciones surtieron un efecto que no fue suficiente para puntuar porque el equipo sigue sin dominar en ninguna de las dos áreas. La falta de pegada, alarmante durante todo el inicio de campeonato, volvió a ser anoche crucial. Anotó un gol –en propia puerta del central Christian Fernández–, pero fue incapaz de empatar cuando el Oviedo volteó el marcador en la segunda mitad.

En esta ocasión, pisó más el área contraria y acumuló más disparos a puerta que en anteriores jornadas con Rubén Baraja, pero los goles siguen sin aparecer cuando más se necesitan. Gabriel Fernández, el punta llamado a liderar la parcela ofensiva, no es capaz de conectar con sus compañeros –ni sus compañeros con él– y tampoco tiene la autosuficiencia en su juego como para fabricarse sus propias ocasiones. A Narvaéz le llegaron pocos balones potables y los envíos de Chavarría y Tejero –el camino que más buscó el Zaragoza para igualar– nunca encontraron rematador en el área: centraron 24 veces y solo remataron tres.

En defensa, más de lo mismo. Un error individual de Ratón patrocinó el 1-1 y la falta de contundencia de Tejero hizo lo propio con el 1-2. Y, por si el castigo defensivo no fuera suficiente, Iván Martínez perdió al expulsado Francés para el próximo partido, al que llegará con la defensa en cuadro, acumulando una interminable lista de bajas.

Un escenario peliagudo

No fue el debut ideal, el debut soñado por Iván Martínez, pero en nada se le puede responsabilizar al aragonés de lo sucedido anoche. El joven técnico necesita mucho más tiempo para extraer el máximo jugo de esta plantilla. El problema es que el Real Zaragoza puede caer hoy mismo a los puestos de descenso a Segunda División B, un escenario peliagudo, de difícil digestión, a pesar de que el campeonato aún camina por su cuarta parte y que el tiempo para reaccionar es aún importante. Esa es la cruda realidad, el escenario deportivo que vive hoy el Real Zaragoza.

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