Tenerife-Real Zaragoza: ganar, ese anhelo, una obligación sin más demoras

El Real Zaragoza volvió a viajar. Esta vez, en la tarde sabatina, rumbo a Canarias, en un vuelo chárter directo desde el aeropuerto de Garrapinillos hasta el de Tenerife Norte. Sus recuerdos más cercanos de este tipo de experiencias con maletas y pernocta fuera de casa, esas referencias instintivas grabadas en el cerebro en lo que va de liga, acongojan a sus protagonistas pues reviven la derrota por 1-0 en el último desplazamiento, en Miranda de Ebro; otra igual en Leganés días antes, también por 1-0; y aquel espeso empate, 0-0, en Alcorcón (que luego se transformó en una victoria administrativa por alineación indebida de los madrileños). Los chicos de Baraja saben que, en su habitual sufrimiento sobre los terrenos de juego en cada partido, los únicos tres que se han jugado a domicilio se han situado próximos a la incapacidad para aspirar siquiera a marcar un solo gol. De hecho, no lo han anotado por ahora. Dato concluyente, por cierto.

Entretanto, hasta seis duelos ha puesto el anómalo programa de la liga en La Romareda en este primer tramo del torneo. Y solo han sabido ganar uno. Por eso el Zaragoza es un equipo desorientado, impersonal, perdido, con caras serias, sin rostro definido, adusto, anodino, romo en ataque, blando en defensa, sin ideas en la creación, sin continuidad con la pelota, carente de automatismos en las facetas básicas del juego...

El campeonato llega a un punto en el que se van a empezar a descifrar detalles en la clasificación, ese primer aclarado de aspiraciones en la tabla está próximo a hacerse realidad. Y el Real Zaragoza no huele bien, no emite buenas vibraciones. Sus números delatan carencias, máculas graves en su fútbol, ausencia de brújula en sus comandantes, errores de cálculo e intendencia desde la plana mayor ejecutiva.

Hoy, ante esto, ya es hora de ganar. El fútbol de competición consiste en ganar. Cuando un equipo empieza un curso mal necesita, cuanto antes, ganar. Asomados al abismo de los puestos de descenso a Segunda B, camino del primer cuarto del campeonato, Baraja y sus muchachos necesitan ganar. Es, por lo tanto, muy sencillo el mandato. Ganar. No hay más palabrerías ni literaturas. Ganar.

Todo lo que no sea volver en la próxima madrugada a Zaragoza con los tres puntos desde Canarias será sinónimo de problemas para salir del evidente atolladero en el que anda atascado Baraja con su tropa. Es tan escaso el catálogo de excusas que tienen los protagonistas, por sus pocas luces emitidas desde septiembre, que ya es momento de dejar de lado el cómo, el sistema táctico y la plasticidad del supuesto plan de juego del técnico vallisoletano. Desde hoy ya solo interesa el marcador. Conviene desatascar el colapso sumatorio de puntos para diluir peligrosas sensaciones visuales en la clasificación dentro de poco. De uno en uno, a base de ásperos empates o cayendo derrotados aunque sea por la mínima en una liga de pocos goles y con equipos rácanos a mansalva, el actual Real Zaragoza solo está abocado a los vértigos, mareos y fuertes dolores de cabeza por verse lejos de sus objetivos mayores y dentro del montacargas que baja a lo más hondo de la mina allá por mayo.

El destino no ayuda, como es habitual. El diablo sigue merodeando desde que el agapitismo metió al club en terrenos de purgatorios, limbos y el calor de las calderas de Pedro Botero. Ahora, de tacada, se han lesionado Atienza y Nieto. Y no es poca cosa. Baraja ha de improvisar una defensa nueva. Pero, a la vez, también requiere de mover el género en el resto de las zonas. A ver si da con el chiste. En frente, su colega Fran vive presiones parecidas en el Tenerife. Mal de muchos...