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Real Zaragoza: un virus en La Romareda

La puerta cerrada ha desnudado al equipo aragonés. Desde que sus partidos como local se juegan sin público, solo ha sumado dos victorias de once posibles.

Real Zaragoza-Málaga.
Imagen de La Romareda vacía
Tino Gil/RZ

Dos victorias, dos empates... Y siete derrotas. Esta es la terrorífica hoja de servicios del Real Zaragoza en sus partidos como local desde que el fútbol lo dejó de ser tal y como lo conocíamos y comenzó a jugarse entre la bruma de las gradas vacías. El coronavirus ha tumbado la fortaleza de La Romareda, donde el equipo aragonés, hasta marzo, hasta la llegada de la pandemia, apoyaba los cimientos de su ascenso a Primera División. Todo ha cambiado con el formato actual en el que se juegan los partidos, con la puerta cerrada, las butacas desocupadas y las tribunas en silencio.

Pocos equipos están pagando una factura tan elevada como el Zaragoza, más en su contexto, en una Segunda División en la que ningún otro club cuenta con una masa de fieles tan amplia, con alrededor de 25.000 aficionados, más aún el curso pasado cuando el Zaragoza olía a Primera. La Romareda era un elemento competitivo diferencial para el equipo: al ánimo puntual, el grito estimulante en los momentos clave del partido, la presión sobre el rival… También, en ciertas situaciones, como la actual, delicada, pobre de fútbol y resultados, ejercería de voz crítica, exigente y disconforme, a veces contraproducente. Ahora, el Zaragoza de Baraja se ha ahorrado unas cuantas broncas, pero, en todo caso, La Romareda es un activo de primer orden para que el equipo aragonés afile su capacidad competitiva.

El insustancial empate contra el Sabadell es el último latigazo de un tramo de 11 partidos jugados en La Romareda a puerta cerrada. El Zaragoza, es obvio, no ha interpretado ni ha sabido adecuarse a este nuevo ámbito de juego.

 Víctor Fernández no lo consiguió una vez que las autoridades dieron luz verde al regreso del fútbol tras el duro confinamiento de marzo, abril y mayo. El Zaragoza encadenó, en ese retorno, cinco derrotas consecutivas en casa: Alcorcón (1-3), Almería (0-2), Huesca (0-1), Rayo Vallecano (2-4) y Oviedo (2-4). Pudo ganar a la Ponferradina (2-1) en la jornada final, atando así la tercera plaza de la liga regular y ganándose el derecho a jugar la vuelta en su estadio en la primera eliminatoria por el ascenso a Primera División. En ese partido contra el Elche, tras el 0-0 de la ida, el Zaragoza también perdió: 0-1, despidiéndose de su reto.

Con el cambio de temporada, tampoco Baraja ha corregido esa tendencia. Uno de los factores de su elección como entrenador se apoyó en el buen nivel del Tenerife en el ‘nuevo fútbol’. Baraja apadrinó los mejores números de Segunda tras el desconfinamiento, con un equipo que entendió la nueva realidad y claves de la competición. Sin embargo, de su mano, el Zaragoza también sigue siendo un equipo enfermo en casa. Empató contra Las Palmas (2-2), ganó al Albacete por los pelos (1-0), perdió con el Málaga (1-2) e igualó de nuevo contra el Sabadell (0-0).

En total, desde que el fútbol se juega sin público, el Zaragoza solo ha ganado dos partidos de once, ha perdido siete -una cifra indigerible- y ha empatado dos. En puntos, es el equivalente a 8 de 33 posibles. Sobran las explicaciones ante la crudeza de los datos. Es evidente que el Zaragoza debe mejorar en La Romareda, superar el vacío, interpretar la relación entre el partido y el escenario de otros modos y tensar su alma. De lo contrario, poco se podrá hacer.

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