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Cristian abre la puerta

El argentino transmite una inseguridad impropia del gran portero que es. Los balones aéreos son su principal laguna en el arranque liguero

Imagen del partido entre el Real Zaragoza y el Málaga en La Romareda.
Imagen del partido entre el Real Zaragoza y el Málaga en La Romareda.
Guillermo Mestre

Puede que nos tuviese mal acostumbrados, que le recordemos paradas milagrosas que no se pueden normalizar, pero esto no quita para censurar el inicio de temporada que viene protagonizando Cristian Álvarez. El portero argentino ha dejado de ser el guardián que lideraba al equipo desde su marco. No transmite la seguridad de sus anteriores campañas –esta es su cuarta como zaragocista– y, cuando se le pone a prueba, principalmente en los balones por alto, no responde con la solvencia que lo caracterizaba.

Las cifras de goles encajados por el Real Zaragoza (cuatro en otros tantos encuentros) no son, ni mucho menos, alarmantes. Preocupan más las sensaciones que ofrece. Sobre todo, en la derrota que el domingo alteró la firmeza defensiva que definía al equipo y, por momentos, nos evocó al infeliz desenlace del curso pasado. 

No se puede culpar directamente a Cristian Álvarez por ninguno de los tantos encajados contra el Málaga, pero sí hay que exigirle que recupere cuanto antes una versión cercana al que fue. Crédito le sobra. Se lo ha ganado como pocos sobre el césped. Y así se lo reconoció el club en verano, ampliando hasta 2023 el contrato de un jugador que, hasta la fecha, no daba pie a ningún debate sobre la portería.

Desde su llegada en 2017 –estaba libre y el Zaragoza apostó por él a pesar de que llevaba un año sin jugar–, Cristian Álvarez se adueñó de la portería de La Romareda, haciendo olvidar a los Whalley, Bono, Manu Herrera o Irureta, anteriores inquilinos de un puesto que ahora comparte con Álvaro Ratón a sabiendas de que, salvo hecatombe, va a mantener.

Cristian es titularísimo y Ratón asume el rol de suplente. Una concordancia que no puede derivar en la relajación del primero. En algunas fases de los partidos, el guardameta rosarino ha trasladado cierta sensación de debilidad, de decaimiento, que contrasta con el fuerte carácter que siempre ha exhibido dentro y fuera del campo. 

Por su idiosincrasia y su condición de capitán, Cristian Álvarez es uno de los jefes del vestuario zaragocista. Por eso cabe esperar que la falta de confianza sea una merma pasajera y, con el paso de los partidos, vuelva a transmitir la seguridad que lo define.

En un Real Zaragoza construido desde la firmeza defensiva, Álvarez tiene que ser más determinante que nunca. Lo poco que le llegan los rivales al equipo de Baraja –hasta el domingo Cristian solo había tenido que realizar seis paradas en tres partidos y el Málaga únicamente le chutó dos veces a portería– ha de servir como estímulo, y no al contrario. 

Cristian Álvarez se va a tener que acostumbrar a intervenir menos, a no tener tanto protagonismo y aguardar presto su momento. La regularidad no puede estar supeditada al número de ocasiones que genere el rival.

Ja

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