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Real Zaragoza: mucha prosa y poca poesía

El equipo aragonés arruina su debut, con ventaja en el marcador y un hombres más en el campo, en un partido en el que expresó un fútbol áspero, monolítico, rígido y conservador. 

Partido Real Zaragoza - Las Palmas en La Romareda
Partido Real Zaragoza - Las Palmas en La Romareda
TONI GALAN

El Zaragoza más pobre en los usos y manejos de la pelota que se recuerda en mucho tiempo inauguró su temporada con la captura de un punto con más valor de lo que dijo su juego, y con la certeza de que es un equipo en construcción y con muchas cosas por armar, en la pizarra y en la confección de la plantilla. Al Real Zaragoza que empató contra Las Palmas en un 2-2 en el que hubo más goles que fútbol se le comenzaron a observar las primeras líneas de su identidad, un estilo, una filosofía, radicalmente opuestas a la expresadas en versiones previas del equipo aragonés. El Zaragoza que viene, como parece, tendrá mucha prosa y poca poesía.

En esta transformación en marcha, se reconoce la figura de Rubén Baraja, entrenador a quien por influencias y por trayectoria tampoco es necesario presentar. A pocos debe coger por sorpresa la fisonomía y las esencias de este nuevo Zaragoza, limitado contra Las Palmas por las bajas de varios jugadores importantes, pero al que ya se le intuyen algunas líneas de lo que serán sus principios fundamentales en lo táctico y colectivo. 

El Zaragoza de Baraja se presentó con un fútbol áspero, monolítico, rígido y conservador. Apenas se asentó su posesión en campo rival, su 4-4-2 no tuvo relieves ni juego entre líneas, fue poco creativo, escaso con la pelota… Llegó poco al área de Las Palmas, pero le dio para marcar dos goles en un partido en que el nudo de su desarrollo estuvo en los primeros minutos de la segunda mitad: el gol de Javi Ros, la ventaja del Zaragoza y el ataque de miedo de Baraja. Con más de media hora por delante, el técnico retiró a Vuckic, el futbolista con las ideas más clara de todo el ataque (de una descarga suya nació la acción de Chavarría que acabó en gol), y reforzó el centro del campo con Adrián (aunque no siempre se refuerza el centro del campo con la entrada de un mediocampista). 

Este tipo de cambios cautelosos fue habitual con un Tenerife en ventaja el curso pasado, cuando Baraja estaba al frente. El Zaragoza entendió el mensaje y aún replegó más. El equipo de Baraja, según transmite, es un bloque bien trabajado en esa faceta, metido en campo propio, generoso, ordenado. Sin duda, fiel a su idea de crecer desde atrás. En ese punto en el que el técnico trató de nadar y guardar la ropa, se apagó el Zaragoza en ataque, y ni siquiera la expulsión de Lemos le empujó a buscar el tercer gol. Y lo pagó: el área estaba bien protegida y defendida, pero en Segunda un gol te llega de cualquier lado, y fue con otro tiro lejano.

Mucho camino por recorrer aún para un Zaragoza agrio, de fútbol adusto y al que le faltan piezas para jugar en un 4-4-2 (Baraja solo hizo tres cambios; Pepe Mel ejecutó los cinco permitidos) claramente: un centrocampista de ida y vuelta (Adrián no lo es ni lo será) y otro jugador de segunda línea. Quizá algo distinto a la pierna gruesa y a los jugadores de cantidad que acumuló Baraja en el once (Buyla -buen nivel el suyo-, Javi Ros, Chavarría, Narváez, Nieto, Vigaray…), sino algo más de música y talento, creación, imaginación… Menos tambores y bombos y más violines. De momento, el Zaragoza se escribe con mucha prosa y poca poesía. Hay muchos caminos para competir y ganar, veremos, desde hoy, si al Zaragoza le vale con esta nueva imagen.

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