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El Real Zaragoza vuelve a entrenar tras 4 días parado... pero con una calidad ínfima

Víctor Fernández dirigió en la distancia una sesión preparatoria individualizada, sin contacto alguno entre los jugadores y bajo las medidas de seguridad sanitarias de la fase de principios de mayo. El fútbol no existe.

La imagen lo describe todo a la perfección: los jugadores del Real Zaragoza, repartidos hasta en cuatro campos distintos, trabajaron este domingo 2 de agosto individualizadamente, sin contacto ni posibilidad de practicar fútbol.

El Real Zaragoza, su plantilla profesional de jugadores y su cuerpo técnico y auxiliares, volvieron a pisar el césped de la Ciudad Deportiva en la mañana de este domingo, 2 de agosto después de 4 días de parón total en las rutinas de los entrenamientos. Atrás quedan 96 horas de zozobra, de cambio radical de paso tras conocerse el miércoles (29 de julio) un caso positivo por covid-19 en su plantilla, lo que obligó a aplicar el protocolo previsto por La Liga y el Gobierno de Aragón en estos casos, suspendiéndose los entrenamientos y llevando a cabo las labores de rastreo de nuevos casos (todos los test posteriores han sido negativos globalmente), desinfeccion de las instalaciones y aislamiento individual en los domicilios.

En la soleada y calurosa matinal de este domingo de verano agosteño el Real Zaragoza ya ha estado autorizado a volver al trabajo... pero con unos condicionantes estrictos que anulan la normalidad en un equipo de fútbol, mucho más cuando aún está pendiente el final de la liga con la disputa de la Promoción de ascenso a Primera División, asunto supremo por lo tanto. El equipo, como derivación de ese caso de coronavirus en uno de sus futbolistas, ha debido retornar a la primera fase de los entrenamientos tras el confinamiento, aquella de los primeros días de mayo: trabajo individualizado, sin contacto físico entre los jugadores, cada uno llegando en sus coches a la Ciudad Deportiva ya vestidos de futbolista y regresando a ducharse asimismo a sus hogares, sin pisar los vestuarios. 

Es decir, el fútbol no existe por un tiempo en las tareas del Real Zaragoza. Víctor Fernández, su entrenador, se ha quedado desarmado dentro de la desorientación mayúscula que envuelve al equipo aragonés desde el pasado 20 de julio, cuando acabó la liga regular en 3ª posición y se disponía a jugar la Promoción en una situación, por ello, prevalente respecto de los otros tres rivales, uno de los cuales -el 6º- aún se desconoce. Han pasado 14 días desde la suspensión del choque Deportivo de La Coruña-Fuenlabrada, origen de todos los males habidos y por haber en el fútbol español del coronavirus, y al Real Zaragoza se le acumulan los palos en las ruedas de su caminar en busca del ascenso a Primera: no sabe quién será su adversario; ni las fechas de los partidos de 'play off'; la demora enorme e inexplicable de la competición provoca que jugadores clave, como su estrella y goleador Luis Suárez, sean reclamados por sus clubes matrices (el Watford inglés) y vaya a perderse la hipotética fase promocional a Primera; se paraliza la cadencia con la que La Liga hacía los test de covid-19 hasta ese día 20 de julio, mientras la liga regular se disputó cada 3 o 4 días ininterrumpidamente y, tras más de una semana de relax diagnóstico, surge un positivo en la plantilla zaragocista... 

Y ahora, el siguiente eslabón de efectos secundarios perniciosos: Víctor ha de entrenar sin poder entrenar. En vacío, sin un horizonte definido al no saber ni rival ni fechas de partidos, y con el equipo partido en 28 trozos, de un futbolista cada uno, en calles marcadas como en una piscina.

Que un equipo de fútbol que se juega la vida con el ascenso a Primera esté entrenándose a estas alguras de esta película de terror sin poder hacer fútbol es una contradicción superlativa. Solo ejercicios físicos. Y nada más. No es posible sacar un balón del saco. 

Así transcurrirán los días hasta, como mínimo, el viernes próximo, ya 7 de agosto. En esa fecha habrán pasado los 10 días que marca el protocolo para la 'cuarentena' del equipo y se podrá pasar a la siguiente fase de ensayos, que aún no permitirá jugar al fútbol pues será en grupos reducidos, de 5 o 6 jugadores máximo. 

Mientras esto ocurre en la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza, en un medio ambiente esperpéntico que cuesta asimilar a todos los protagonistas, nadie soluciona nada en la cúpula del balompié hispano. El lío sigue vigente, aumentando incluso el diapasón con el discurrir de las horas, de los días, ya de las semanas. 

Se está empezando a sentir cierto Síndrome de Estocolmo, aceptando como normal lo que no deja de ser una anomalía histórica que tiende a dejar secuelas de todo tipo y condición a la inmensa mayoría de los que, a la vista o entre bambalinas, protagonizan esta obra coral del fútbol español que tiene al Real Zaragoza preso de pies y manos por causas ajenas a su voluntad. 

El plantel blanquillo pasará en la mañana de este lunes, en unas horas, un nuevo test de coronavirus para seguir la evolución de las cosas en su vestuario. Y, claro está, repetirá entrenamiento individualizado, de ínfima calidad futbolística, a las 19.30 de la tarde. Esto y nada... son lo mismo en la sala de espera de la Promoción de ascenso a Primera División.

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