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... Y el Real Zaragoza, de nuevo perjudicado por la pandemia

El club aragonés ha quedado flotando en el limbo por causas ajenas a su voluntad, sin saber el rival en la Promoción ni las fechas de los partidos, con el rumbo extraviado.

Víctor Fernández se dirige a los jugadores al inicio del entrenamiento.
Víctor Fernández se dirige a los jugadores al inicio del entrenamiento.
RZ

En las últimas 48 horas, el vendaval de quejas, protestas oficiales, comunicados reivindicativos, advertencias de la puesta en marcha de acciones judiciales, incursiones de instituciones políticas en el ámbito futbolístico y demás género de movimientos intestinos en el seno de la Segunda División ha dinamitado la competición, aún inconclusa. El lío es monumental. Histórico.

La suspensión, polémica en grado extremo, del partido Deportivo de La Coruña-Fuenlabrada el pasado lunes por un rosario de positivos por covid-19 en la expedición madrileña, extrayéndolo así del horario unificado y sagrado de la última jornada (la 42ª) de la liga en la que se jugaba ya la clasificación final, con el ascenso –el Fuenlabrada en zona de Promoción– y el descenso a Segunda B ya en su veredicto supremo –el Dépor se ha ido al infierno sin remedio por ahogamiento a causa de los marcadores de todos los demás afectados– , ha derivado en el mayor escándalo del fútbol español en muchos años, con La Liga (LFP) como principal acusada.

El Elche se queja de que el Fuenlabrada, merced al aplazamiento, va a levantarle seguramente la 6ª plaza en la clasificación y el puesto en la Promoción pues, cuando se pueda jugar ese partido, los del sur de Madrid se enfrentarán a un rival ya hundido, sin vida. El Deportivo, que descendió sin poder vestirse de corto (ganaron Lugo y Albacete, combinación que lo mataba pasara lo que pasara en el diferido partido de Riazor del lunes), ha emprendido una cruzada nacional –orquestada sinfónicamente– para solicitar una liga de 24 equipos el año que viene en Segunda, sin que se consume su descenso a Segunda B por lo tanto.

El Rayo Vallecano, que también aspiraba a la 6ª plaza si las carambolas hubieran sido otras, protesta porque al no jugarse el duelo suspendido «no se vivió la jornada con la tensión completa» y ve fraudulento lo acontecido. Su solicitud es la de una Promoción con seis equipos en vez de con cuatro, para no verse excluido. El Fuenlabrada, acusado por todos los índices como autor de todos los daños a terceros originados por este ‘caso’ sin precedentes, se defiende como puede –que es malamente– de su extraña conducta en el viaje a La Coruña, con test positivos o dudosos en las horas previas que parecen indicar que se saltó el protocolo de La Liga con pértiga, con consentimiento de inspectores y otros dirigentes de instancias superiores. Difícil ubicación la del club madrileño, que repite praxis sospechosas en cuestiones médicas (aquella gastroenteritis masiva y fugaz que aplazó el partido con el Real Zaragoza en septiembre con unos justificantes médicos de escaso peso que fueron admitidos como válidos), aunque esto sea de mucho más calado.

De paso, viendo que todo el mundo llora y pide su biberón en medio del tornado, el colista Racing de Santander no ha tardado en decir que, si el Dépor y el Numancia se salvan, con eso de la liga de 24, que por el mismo precio se salven también ellos y el Extremadura, los dos desahuciados hace días, y se vaya a una liga de 26. ¡Otra de gambas!, se oye de fondo en el ambiente de La Liga. Por su parte, el Almería y el Girona, que iban a jugarse hoy la ida de su eliminatoria de Promoción, de la mano del Real Zaragoza y su desconocido rival, se rasgan las vestiduras por tener que parar en seco, sine díe, su plan de competición y quedarse varados en este enorme barrizal sin comerlo ni beberlo.

Bien, pues ahí, en medio del berenjenal, padece en silencio el Real Zaragoza, el único que no ha abierto aún la boca todavía y que, si se mira bien y con atención, es un gran damnificado por el hecho de que La Liga haya dejado patas arriba la Segunda División y, en global, a todo el fútbol español. El equipo blanquillo ya sufre en sus carnes los efectos nocivos, una vez más, de la pandemia, del parón global, de las decisiones de los entes que gobiernan el fútbol y de los efectos secundarios que ocasiona este nuevo colapso.

El Zaragoza es el único que no sabe aún quién será su rival en la Promoción, ni las fechas de sus partidos. Ha de entrenar en vacío, sin planificación posible, ni en lo físico ni en lo técnico. Se temen problemas contractuales con las prórrogas pactadas con los cedidos si esto se alarga hasta mitad de agosto o más. No cabrán las vacaciones. No se puede planificar el año que viene, porque no se sabe si será en Primera o Segunda, cuando el 95 por ciento de los clubes ya están fichando y traspasando piezas. Cuando el Zaragoza vaya al mercado quizá ya no haya de lo que quiere y busca. El quebranto es enorme, brutal. Hay obligaciones y proyectos que están congelados y perdiendo propiedades por esta demora. El daño para el club zaragocista es tan profundo como el que más de los demás. Trabajar sin rumbo es nocivo.

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